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2014: Nikola Guiusélev, un pintor en el mundo de la ópera

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Foto: BGNES

“No me gusta la palabra leyenda, soy una persona real y un artista. Pero si me piden decir algo en este contexto, será lo siguiente: se me ha reconocido como el mejor bajo cantabile en el mundo”. Eso decía en una de sus últimas entrevistas el mundialmente famoso bajo búlgaro Nikola Guiusélev cuya voz el diario francés Le Monde describía como “una constelación de piedras preciosas”.

Desde inicios de su carrera Guiusélev ha sido comparado con el coloso ruso Fiódor Chaliapin y con otro imponente bajo, el también búlgaro Borís Christov. He aquí una pequeño extracto de lo que los críticos decían de Guiusélev:

“Su semblante iluminado, los ojos que dicen tanto: a veces humedecidos por el tormento, a veces fríos como el hielo y crueles, o brillando con astucia. Y entonces resuena su voz, un bajo profundo y hermoso liberado en todo su diapasón. Guiusélev, como actor, impresiona por su energía y pasión internas, por su profundo potencial emocional. Él crea experiencias y emociones extraordinarias. Y sus gestos, tan expresivos, delicados y tímidos, provocadores o indulgentes; siempre llenos de energía son la expresión elegante y precisa de su pensamiento escénico, dando perfección e integridad a sus carácteres escénicos”.

Nikola Guiusélev vivió con la música y la pintura desde la infancia. A los 11 años protagonisó la ópera El Pequeño Violinista en su ciudad natal, Pavlikeni. En distintos períodos de su crecimento estaba convencido de que sería un gran pintor, un cantante sin par o un futuro Paganini. De su primer contacto con la música recuerda:

“A mi padre le gustaba mucho tocar el violín. Era violinista autodidacta y tocaba música clásica de Mozart, Beethoven, Boccherini. Me dejó en manos de un vecino quien, por las circunstancias, se había quedado en nuestra pequeña ciudad enseñado la música a los demás. Yo iba realmente de buena gana a sus clases aunque, eso sí, como todos los niños con la sensación de que no me hagan cargar con algo que no sea tan agradable. La música atrae, el violín quiere que toques en él pero de repente resulta que no se da tan fácil y hay que trabajar mucho”.

En el papel de Borís GodunovA los 15 años Guiusélev escuchó por primera vez el monólogo de Borís de la ópera Borís Godunov, de Músorgski, y quedó fascinado por el impacto de la música de ópera. Años más tarde, a la pregunta de por qué el monólogo de Borís le había impresionado tanto, responde: “Me impresionó la melodía en sí, porque como estaba lejos no conseguía escuchar las palabras, esa voz que se levantaba hacia arriba como si fuera a volar. Claro que aunque esto no hubiera sucedido yo, tal vez, igual habría tomado por este camino”.

La familia de Guiusélev se trasladó a Sofía y Nikola siguió cantando, tocando y dibujando. Fue admitido en la Academia Nacional de Bellas Artes en la especialidad de Pintura donde destacó por su talento rutilante y su técnica excelente. En 1960, después de haberse graduado con honores en bellas artes, le ofrecieron un contrato en Berlín. Estaba prepando su viaje cuando una reunión con el cantante lírico y pedagogo musical Jristo Brámbarov le hizo cambiar de decisión. Guiusélev se quedó en Bulgaria y estudió canto con el maestro.

En junio de 1961 debutó en el Teatro de Ópera de Sofía en el papel de Timur de Turandot, de Puccini. En 1962 ganó una medalla de oro en el Festival Internacional de la Juventud en Helsinki (Finlandia). Según el artista, precisamente este premio lo motivó a continuar como cantante profesional. En 1963 ya es laureado del Primer Premio y la Medalla de Oro en el segundo Concurso Internacional para Jóvenes Cantantes de Ópera, celebrado en Sofía. El éxito le llegó tras apenas dos temporadas en el escenario profesional; luego se convirtió en uno de los cantantes líricos más solicitados. Actuó en los más grandes teatros de ópera en Europa, América del Norte y del Sur y el Japón como, por ejempo: La Scala de Milán, el Teatro San Carlo de Nápoles, la Staatsoper de Viena y la de Berlín, el Covent Garden de Londres, la Grand Opera de París, el Teatro Bolshoy de Moscú, la Metropolitan Opera de Nueva York, el Teatro Colón de Buenos Aires…

La misión de Nikola Guiusélev, de contagiar con la magia de la ópera, puede considerarse cumplida. Al final de su larga trayectoria el cantante dejó una galería musical con más de 70 personajes de las óperas rusa, italiana, francesa y alemana.

Versión en español por Daniela Radíchkova



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