Muy frecuentemente él se adelanta varios pasos frente al resto de los reporteros policiales y es el primero en hacer pública la comisión de una serie de delitos: robos, homicidios, accidentes de tráfico, explosiones. Es el que pone estándares en un terreno en el que es muy fácil que uno se deslice por la superficie del sensacionalismo. Por la seriedad de su labor ha sido distinguido con varios galardones.

Dice convencido: Hay fronteras que no hay que franquear. Hay historias que conozco pero no las aireo intencionadamente porque son muy graves. Sin embargo, cuando damos cobertura a un delito eminentemente criminal, nuestra labor no consiste en dar una valoración de quién es el culpable, sino en recrear los hechos, sin detalles brutales, tales y como son. Es que de lo contrario se ahorrará la verdad de una de las partes y uno se volverá parcial. Ahorrar una parte de los hechos en torno a un caso determinado es capaz de transformar la historia de real en inventada.

Son éstas las normas a que se atiene en su trabajo Nikolay Jristov, periodista policial de Radio Nacional de Bulgaria. Explica con modestia, cómo consigue casi siempre ser el primero en enterarse de las noticias criminales.

Esto uno lo va adquiriendo con los años. Llevo quince en este terreno y con tantos años de servicio a cuestas ya conoces a casi todos en un sistema. Descarto a la dirección del Ministerio del Interior, ya que su cúpula se está relevando cada cuatro años y, últimamente, de manera más frecuente aún. Todo se logra con contactos creados con mucha confianza con los escalones más bajos del Ministerio del Interior, donde los funcionarios siguen siendo los mismos.

Confiesa que al hacer sus primeros pinitos en el periodismo no llegó a imaginar que un día se ocuparía de informar sobre delitos.

Al pasar los años me di cuenta de que ocuparse del sector de las noticias criminales me proporcionaba mayor número de emociones frente al resto de sectores informativos “de mayor sosiego”, en los que no hay tanto ajetreo en recorrer las calles, salir en plena noche. Me mantengo listo para salir, en pos de una noticia criminal, las 24 horas del día, dice Nikolay. Explica que, con los años, uno se va adecuando a estos ritmos sin que ello perjudique a sus relaciones con la familia.

Señala, refiriéndose a cómo supera el estrés permanente en su trabajo: Es muy importante que uno trabajando en esta esfera sea, groseramente dicho, un pasota. Es que, de lo contrario puedes acabar en un manicomio. Yo suelo ver espectáculos de cruda brutalidad que pocas personas puedan ver. Entro en recintos a los que sólo tienen acceso los policías y los testigos de delitos criminales graves. Si cada vez que cubres estos casos te sensibilizas en tu fuero interno en forma personal, la probabilidad de que se rompa algo en ti y de que dejes de hacer su trabajo se vuelve muy importante.

A la pregunta de si ha ido cambiando a través de los años el perfil de la delincuencia responde: Lo que está cambiando es el perfil de la criminalidad en las grandes aglomeraciones urbanas en las que ya no hay lo que veíamos en los años 90 del siglo pasado en este país: los pandilleros con bates de beisbol, vistiendo camisetas y de cuyos cuellos colgaban cadenas de oro. Sin embargo, en las pequeñas localidades las cosas no han cambiado .Allá los personajes familiares del hampa, de los años 90, no han tenido evolución alguna. En ciudades como Sofía, Varna, etc. En las que los delincuentes han roto, en cierta forma, con una parte de su pasado, éstos ya se pasean enfundados en trajes costosos y no van a discotecas de música pop-folk, sino que frecuentan piano bares.

Fuera del país es especialmente activa la participación de búlgaros en el tráfico internacional de estupefacientes:

En este sentido los más pretendidos son los cuadros con formación marítima quienes conducen yates a través del Atlántico transportando diferentes “plantas”, llamémoslas así, de uso especial. Los búlgaros se han transformado en parte de las corporaciones mundiales que se dedican a una actividad ilegal. Todas estas cantidades de drogas capturadas en las fronteras no forman, lógicamente, parte de un canal búlgaro. Es que nadie en Bulgaria tiene dinero para decenas de kilogramos de cocaína para exportarlos. Se trata de una actividad logística a bajo nivel.

¿Qué habría que hacer, según Nikolay Jristov para reducir el nivel de la delincuencia que en Bulgaria ya tiene el rango de fenómeno social?

Hay que erradicar la percepción generalizada de que en este país la impunidad campa a sus anchas. Es lo que ven y compruebas actualmente tanto los delincuentes como sus víctimas y la gente de a pie. La impunidad absoluta reina en todas partes: en los delitos comunes pequeños en las aldeas, en los asesinatos por robarle a un anciano la mísera pensión de 40 euros, en los atracos a mano armada, en los ciberdelitos. Actualmente, existe un boom de los timos telefónicos, en Sofía, se registran cada día de 4 a 5 delitos de este tipo. La gente pierde en estos fraudes cantidades enormes de dinero pero no me consta que hasta ahora se haya efectuado operación alguna de envergadura para erradicar este tipo de delincuencia. Hay varias explicaciones para esta pasividad y una de ellas es que la gente que se dedica a los timos telefónicos disfruta de cierta protección y amparo, y paga a alguien una parte del dinero obtenido con el fraude pero nadie sabe a quién precisamente.

Versión en español por Mijail Mijailov