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Instantes aprehendidos de cerca y de lejos guardan recuerdos de Bulgaria

En Italia, cuna de los escultores y pintores más grandiosos, la estatua de Leonardo Da Vinci, que recibe y despide a los miles de pasajeros del mundo entero en el aeropuerto de Fuimicino, ha sido obra de un compatriota nuestro. Se llama Asen Peykov pero son escasos los búlgaros que conocen su nombre. Los italianos, empero, lo han valorado en su justa medida y en señal de reconocimiento han bautizado con su nombre la pequeña plaza delante de su casa en las inmediaciones del Coliseo. Así aquel sitio especial ha conservado hasta hoy en día el recuerdo sobre el talento búlgaro en la legendaria Via Margutta en la que creaban sus obras Pablo Picasso y Salvador Dalí. Tales “sitios búlgaros” fuera de Bulgaria existen asimismo en España, Rumanía, Albania, el Monte Athos, Macedonia del Norte, Noruega, Ucrania, etc. Cuenta sobre ellos el joven viajero búlgaro, Daniel Panguev, quien ha recogido estos fragmentos de la memoria búlgara en su libro “Instantes aprehendidos de cerca y de lejos”.

Pese a que las biografías del poeta Pencho Slaveikov y del escritor Dimitar Dimov son conocidas y estudiadas en la escuela búlgara, Daniel Panguev informa que Slaveikov murió en Italia, en un pequeño pueblecito “suspendido en la colina sobre el lago de Como” y que Dimitar Dimov vivió durante un año en el centro de Madrid, en proximidad al Museo del Prado. En su libro Daniel Panguev les cuenta a los trabajadores museísticos que, a tiro de piedra de su centro de trabajo, hay una lápida conmemorativa a este ilustre escritor búlgaro cuya novela “Almas condenadas” versa sobre los acontecimientos trágicos en la España desgarrada por la Guerra Civil.

Hoy cuando los búlgaros podemos viajar libremente por Europa, no cuesta mucho trabajo descubrir, al igual que Daniel, estas “partículas” de Bulgaria. Dice él que éstos se encuentran en los lugares más inverosímiles a miles de kilómetros de distancia.

Comenzaré por un país muy al norte en el cual no me imaginaba ni remotamente que pudiera encontrar alguna huella búlgara, asociada a nuestra historia. Se trata de Noruega donde en la pared del Ayuntamiento en Oslo descubrí un monumento, obsequio de Bulgaria en señal de reconocimiento a Fridtjov Nansen. Me enteré allá de por qué una avenida céntrica de Sofía lleva el nombre de este explorador polar. Éste, siendo alto comisionado para los refugiados, inventó el llamado pasaporte Nansen. Dotados de tales pasaportes, miles de refugiados, y no sólo búlgaros, de Macedonia y Tracia, fueron cruzando fronteras y encontrando salvación en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial y durante la misma.

En el corazón de Europa, en Suiza, hay otro sitio que guarda una partícula de Bulgaria a través de los descendientes de Louis –Emile Eyer . “El suizo de corazón búlgaro”, como se le llegó a llamar combatió hombro con hombro con los búlgaros durante la Guerra Balcánica de 1912 y, posteriormente, también en la Primera Guerra Mundial. En su libro “Pro Bulgaria”, que publicó en francés en 1913, Lous-Emile Eyer se erigió en defensor de la causa nacional búlgara.

Daniel Panguev precisa que gran número de los sitios espirituales, asociados a Bulgaria, se encuentran sobre todo en los vecinos países balcánicos. En Albania Central, al pie de la montaña Tomor, se encuentra situada una de las ciudades más antiguas y hermosas de ese país, Berat, que cautiva a los visitantes por su magnífica arquitectura y sus callejuelas empedradas de guijarros. Desde el siglo IX hasta el XI, Berat formaba parte del Primer Reino Búlgaro y también del Arzobispado búlgaro de Ohrid. Tenía allá su sede San Clemente, quien antes de llegar a ser San Clemente de Ojrid, era el obispo Velichki. De hecho, los nombres Velitsa. Belitsa. Beligrad, Belgrad son los nombres búlgaros de la ciudad de Berat en la que se guardan los restos mortales de San Gorazdo y San Angelario.

En Macedonia del Norte encontré a Pande Eftimov, recientemente fallecido, señala Daniel. Era un enciclopedista conocedor de cualquier rincón búlgaro en ese país. Me contó historias muy interesantes sobre la suerte que habían corrido los búlgaros en esas tierras.

Otra personalidad remarcable, que a juicio de Daniel Panguev es la memoria viva de la historia búlgara en Rumanía, es el profesor Luka Velchev, búlgaro del Bánato. Él me enseñó los mesones frecuentados por los emigrados búlgaros en Rumanía, el molino en que Botev y Levski se habían cobijado para pasar el invierno de 1868. Me mostró hoteles en los que solía parar Iván Vazov en sus visitas a Rumanía como también el edificio del otrora taller fotográfico en que se hicieron algunos de los retratos más conocidos de Vasil Levski.

Desgraciadamente, la mayoría de los sitios descritos por Daniel Panguev se encuentran en un estado deplorable semejando “llagas vivas de nuestra historia y cultura”. Por esto, Daniel ha abrazado por misión dejar testimonios escritos de ellos para que se conserven para las generaciones futuras de búlgaros capaces de apreciarlos en su justa medida.

Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Archivo personal y archivo



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