Por resolución del Ejecutivo de este año, el centro vacacional San Constantino, cerca de la ciudad de Péshtera, en el sur de Bulgaria, ha sido designado la aldea más nueva del país. La localidad, de un rico pasado histórico, se ubica en una de las zonas más limpias del planeta.

El centro vacacional surgió en 1910 por decreto del rey Fernando. Antaño, en su lugar había un monasterio con el nombre de Santos Constantino y Elena. Destruido hace mucho tiempo, hoy en día el único recuerdo de aquél es una pequeña capilla construida sobre las antiguas ruinas. El historiador Desislav Jristov y su esposa Stoyanka están recaudando fondos para construir un pedestal con una placa memorial que evoca la historia del monasterio.

Reza la leyenda que en los territorios conquistados por los turcos otomanos en la Península Balkánica, entraba también el monasterio de Santos Constantino y Elena, que estaba situado junto a una calzada romana. El camino del ejército invasor pasaba por esa zona y, al llegar al claustro, lo destruyó en 1372. Sin embargo, los búlgaros lograron preservar su fe y lo reconstruyeron. Fue arrasado por segunda vez en 1657, cuando los conquistadores otomanos comenzaron a islamizar a la fuerza a la población local. Además del monasterio de Santos Constantino y Elena, fueron derruidos 33 cenobios y 218 iglesias. Los primeros en visitar esta localidad en épocas más modernas fueron los cazadores de una asociación de caza recién fundada. Ellos organizaron las primeras cacerías en los alrededores, y poco después, sus familias los siguieron para pasar allí sus fines de semana. Para tener dónde alojarse, construyeron cabañas primitivas en la zona. La torre de caza fue construida en 1901 y sirvió de refugio a los primeros cazadores. Poco a poco a ésta se fueron sumando otros edificios como una pequeña panadería y una suerte de tienda.

En la década de 1920, hacia el centro vacacional fue trazado un camino, y en la década de 1930 fue construido un cine al aire libre y una oficina de correos, las cabañas fueron reemplazadas por chales y en las calles aparecieron las primeras farolas eléctricas. Los turistas saciaban su sed de la fuente de agua potable construida por dos hermanos, Gueorgui y Zafir, mientras que un vecino de la ciudad de Varna, Yordán Dimitrov, recuperó su salud en esta localidad.

Yordán Dimitrov llegó al centro porque estaba enfermo de tuberculosis y los médicos no se mostraban optimistas sobre su recuperación –prosigue Desislav Jristov– . Sin embargo, gracias al aire puro, después de varios meses, recobró la salud. Como muestra de gratitud, financió la construcción de un hotel sanatorio para personas con enfermedades del pecho. En 1910 lo donó a la asociación de cazadores que, a su vez, lo dejó al Ayuntamiento de Péshtera. El hotel corrió un trágico destino porque en 1945 el conserje lo incendió involuntariamente y el inmueble quedó calcinado. En la actualidad, sólo las fotos dan testimonio de cómo fue el sanatorio.

En verano, el renovado complejo ofrece maravillosas excursiones al pico San Constantino o a la colina Visir Tepé, desde donde se abre una vista espléndida hacia la presa de Batak, conocida como “el mar” de la montaña Ródope, y en invierno propone excelentes condiciones para esquiar.

Con toda razón se puede afirmar que la aldea más nueva de Bulgaria se encuentra en uno de los lugares más limpios del planeta. Hace algunos años, la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) anunció que el aire de la montaña Batashka, donde se ubica el pueblo, es uno de los más limpios del planeta. Varios estudios norteamericanos demuestran que en la zona se registra ionización natural del aire, uno de los fenómenos naturales más raros del mundo.

Versión en española de Daniela Radíchkova
Fotos: BGNES; bg.wikipedia.org