El Levantamiento de Abril, culminación de las luchas de los búlgaros por la emancipación nacional de los cinco siglos de yugo otomano, estalla el 20 de abril de 1876. La decisión de la sublevación es tomada por revolucionarios búlgaros, exiliados en Rumanía, en sus reuniones secretas en noviembre y diciembre de 1875 en la ciudad rumana de Giurgiu. Tomando en consideración la nueva crisis en el Sureste de Europa, surgida a raíz de la rebelión desencadenada unos meses antes, en el verano de aquel mismo año en Bosnia-Herzegovina, el Comité Revolucionario Secreto de Giurgiu decide que ya existen posibilidades favorables para levantar en armas al pueblo búlgaro. Entonces comienzan los preparativos para el levantamiento que estallaría el 20 de abril de 1876.
De esto habla el profesor Plamen Mitov, decano de la Facultad de Historia de la Universidad Clemente de Ojrid, de Sofía: “No pocos estudiosos consideran que los apóstoles búlgaros, reunidos en Giugiu se daban cuenta del abismo que se abriría en la correlación de las fuerzas entre los insurrectos y la moderna máquina militar de la Sublime Puerta, o sea, del gobierno turco de aquel entonces. El imperio otomano disponía de un ejército muy fuerte, que contaba con más de 500 mil hombres muy bien armados en caso de necesidad, así que es poco probable que los apóstoles no comprendieran cuán mínimas eran las oportunidades de los insurrectos de vencer a un enemigo tan potente. Desde este punto de vista se considera que la sublevación era concebida como parte de la Crisis de Oriente cada vez más profunda, en cuyo contexto los búlgaros podrían recibir el apoyo de las Grandes Potencias. Por esto en la literatura científica se destaca con frecuencia cada vez mayor que no obstante el fracaso del levantamiento en el terreno militar, en el plano puramente político su objetivo final ha sido logrado por completo. Porque los acontecimientos de abril y mayo de 1876 en las tierras búlgaras atraen la atención de toda Europa. Así a fin de cuentas y bajo la presión de las Grandes Potencias se comienza a buscar salida de esta crisis de la que la cuestión política búlgara era parte sustancial”.
El Comité de Giurgiu decide dividir Bulgaria en varios distritos revolucionarias. El levantamiento marca su mayor despliegue en el IV distrito, el de Plovdiv, donde los insurrectos actúan bajo la dirección del apóstol Georgui Benkovski, brillante figura del Renacimiento Nacional. Habiendo vivido muchos años en el extranjero, Benkovski hablaba siete idiomas, tenía una amplia experiencia y se involucró demasiado tarde en la gesta libertadora del pueblo.
“En realidad, Benkovski se incorpora a las luchas en el verano de 1875, sólo unos meses antes de ponerse al frente del IV distrito revolucionario, pero su experiencia vital, sus cualidades personales le permiten destacar muy pronto como una figura remarcable que logra ganar el corazón y la mente de la población de su distrito”, dice el profesor Mitev. “Porque lo que vemos en los pueblos insurrectos del centro y del sur de Bulgaria es fruto del efecto magnético que Benkovski ejercía sobre la gente con la que se encontraba y conversaba. Él conseguía prender la llama de la rebelión en las almas tanto de los pobres, como de los ricos, tanto de los jóvenes, como de los ancianos”.
Una de las páginas más emocionantes de la historia de aquella sublevación está relacionada con Hristo Botev, genial poeta búlgaro. Él prepara un destacamento de 200 hombres que se embarcan por grupos y en diferentes puertos rumanos a bordo del buque austriaco Radezki que navegaba por el río Danubio, presentándose como jardineros y obreros y escondiendo sus armas y uniformes militares en los baúles donde decían traer sus aperos de labranza. El 17 de mayo ellos visten sus uniformes, sacan sus armas y se apoderan del navío. Su objetivo era bajar en la orilla búlgara, cerca del pueblo de Kozloduy. En la carta que entregan al capitán del buque decía que iban a ayudar a sus hermanos insurrectos “que combaten audazmente por la libertad y la independencia de su querida patria, Bulgaria”. Y tan pronto ponen el pie en el puerto búlgaro, los rebeldes besan la tierra natal y emprenden su camino a los campos de batalla. Muchos de ellos, su guía Botev incluido, caen en los encarnizados combates.
“Algunos historiadores consideran que el gran poeta confiaba firmemente de que iba a contribuir con su destacamento al éxito final del Levantamiento. Otros investigadores tienen una interpretación más distinta. Según ellos, tanto Botev como los demás dirigentes eran concientes de las escasas oportunidades del éxito de la sublevación en la situación creada a un mes de estallada la rebelión. Desde este punto de vista las acciones del destacamento de Botev se conciben como un nuevo intento de atraer la atención de la diplomacia europea, de la opinión pública europea, y logran con creces su objetivo. No son nada casuales las afirmaciones de algunos historiadores de que Botev dirigía hora por hora los pasos del destacamento desde su subida al buque Radetski hasta su arribo a la ribera búlgara y el ritual del juramento besando la tierra patria. El poeta hace todo ello sabiendo a ciencia cierta que cada acto suyo encontraría su eco en los periódicos europeos lo que aumentaba las posibilidades de solucionar la cuestión búlgara. Yo personalmente me inclino más por esta segunda interpretación, porque sería menospreciar el intelecto de Botev si aceptáramos que él estaba convencido de que podría aportar al resultado definitivo de la lucha contra la Sublime Puerta”, dice el profesor Mitev.
El Levantamiento fue sofocado con enorme crueldad. El 3 de abril de 2011, la Iglesia Ortodoxa Búlgara canonizó a una parte de sus víctimas, los mártires masacrados en los pueblos de Batak y Novo Selo.
“La cuestión búlgara era un tema muy debatido en todos los Estados europeos a la sazón”, dice también el profesor Mitev. “El ahondamiento de la Crisis de Oriente era muy debatido en distintos círculos parlamentarios. Sería suficiente mencionar el papel de personalidades tan brillantes como William Gladstone, Víctor Hugo o Garibaldi, decenas de hombres públicos rusos, escritores y políticos europeos que se comprometen dar mayor eco a la causa búlgara. En realidad, tenemos algo nuevo, algo distinto, un gran despliegue, un efecto fuerte, porque en sólo dos o tres meses la actitud de las Grandes Potencias cambia totalmente. Al principio se optó por encontrar solución pacífica mediante la conferencia internacional convocada en diciembre de 1876 en Constantinopla, pero tras su fracaso quedó una sola solución de la Crisis de Oriente: la guerra”.
Así comenzó la Guerra Ruso-Turca de 1877 a 78 que trajo la liberación a Bulgaria. Después de cinco siglos de dominación otomana el Estado búlgaro volvió a nacer, fueron creadas condiciones para un rápido auge económico y cultural del país.
Versión en español por Katia Dimánova
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