“Gugue alzó la cabeza para ver el cielo tachonado por miríadas de estrellas. Le gustaba contemplarlas. Echado de espaldas podía disfrutar de este espectáculo durante horas, conversando con los astros. Les hacía preguntas de todo tipo, y las estrellas le contestaban parpadeando. Estaba convencido de que las estrellas eran ojos de personas difuntas”.
De este modo y ateniéndose al ritmo y al espíritu de la mitología africana, nuestro compatriota Mijail Mijailov, quien reside desde hace 30 años en el Continente Negro, nos introduce en su libro “El maleficio de los bosquimanos” en la vida diaria del cazador bosquimano. “África me gustaba desde mi infancia, es un continente muy limpio e interesante en que se ha gestado la civilización”, dice Mijail. Una parte de su infancia transcurrió en Túnez. Después se fue a trabajar en la embajada de Bulgaria en Etiopía pero fue despedido al cambiar la coyuntura política en Bulgaria. ”Resolví no regresar a la fuerza al país en que nadie me pretendía. Emigré a Namibia, un país muy bien ordenado y hermoso en que sigo afincado hasta hoy”, dice Mijail Mijailov.
Tras haber estudiado música, arquitectura y diplomacia, es hoy decano de la Facultad de Música Moderna en el Colegio de Artes y cónsul honorario de Bulgaria en Namibia. Su tiempo de ocio lo dedica a escribir, que es su pasión. Su libro “El maleficio de los bosquimanos” es de estudio obligado en las escuelas de Namibia. Está inspirado en la historia de un bosquimano que se va de cacería en la época de una sequía pertinaz y no retorna a su pueblo. Su hija se va a buscarlo pero tampoco regresa a la aldea. La narración resulta sorpresiva por los conocimientos profundos que el autor expone de las tradiciones y la filosofía de la gente local.
¿Se sintió estremecido Mijail Mijailov por su primer contacto con una cultura tan diferente?
“Lo que me conmocionó fue el descubrimiento de unas personas increíblemente buenas. Mucho más buenasque el europeo medio en cuanto a espiritualidad y ética. Hay en Namibia tribus en cuya lengua no existe la palabra “guerra”. Son personas muy pulcrazas y bienintencionadas. La civilización no las ha empujado aún en el entorno comercial en que vivimos en Europa, y los valores comunes y corrientes como son las amistad, el cariño y el amor tienen para esa gente significados mucho más importantes”, dice Mijail.
¿Le ha dado África algo que Europa no la podido ofrecerle?
“Lo que África ofrece es una serenidad insólita. El tiempo aquí ralentiza su marcha y para en un momento determinado. Uno no anda apresurado, no se siente tan estresado por sus deberes diarios. No vive consultando el reloj. Esto es muy importante para mí, pues aprovecho mi tiempo libre pare escribir. Me he dedicado íntegramente a escribir. Me imagino que si viviera en Bulgaria o Francia la tensión y el ajetreo vertiginoso de la vida no me hubieran ofrecido esta propensión, esta serenidad, estos ánimos e inspiración”.
¿Cómo consigue Namibia convertirse en un Estado tranquilo sin tensión interna? ¿Podría Bulgaria aprovechar de su experiencia?
“Cuando en 1980 se celebraron las primeras elecciones en Namibia, el partido gobernante, SWAPO, accedió al poder enarbolando una consigna electoral muy sencilla: “Nos olvidamos del pasado-recuerden los desmanes durante el apartheid en ese país. No acusamos a nadie, no despedimos a nadie, no derribamos monumentos ni nacionalizamos propiedad foránea. El porvenir luminoso se edifica con el perdón y la caridad, antes que con el odio y la venganza”.
Así, los habitantes de Namibia llevan ya un cuarto de siglo manteniendo y conservando una política de reconciliación y entendimiento. El pasado, lógicamente, no ha sido olvidado pero no es esgrimido como premisa para la actuación política, a diferencia de la vecina Sudáfrica, donde la comisión creada para investigar los crímenes durante el apartheid no deja de ser un foco de continua tensión.
Lamentablemente, los búlgaros, por tradición , solemos exigirnos responsabilidad unos a otros, empezando por el zar medieval Boris Mijail quien se vio forzado a convertir a los boyardos al cristianismo valiéndose de la espada para que Bulgaria accediera a la comunidad cristiana. El llamado Tribunal del Pueblo, una corte especial creada ad hoc tras el cambio del régimen en 1944 y 1945, condenó a la pena capital a personas inteligentes e inocentes. ¡Y qué decir de la historia más recientes de Bulgaria en que se han demolido mausoleos, se han incendiados sedes de partidos políticos, se han rebautizado calles y avenidas! Sería bueno podernos olvidar de aquellos momentos malos de nuestro pasado y mancomunarnos en aras de la prosperidad de toda la nación, que no en beneficio de determinados grupos de personas”, concluye sus reflexiones Mijail Mijailov, un búlgaro radicado en Namibia.
Versión en español por Mijail Mijailov
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