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Martin Minkov: “Pese al acuerdo sobre el nombre de Macedonia, la zona sigue siendo problemática”

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Foto: BGNES

La noticia balcánica de esta semana –el acuerdo logrado entre los primeros ministros de Macedonia y de Grecia sobre el nombre de Macedonia– de alguna manera enardeció las pasiones en la península. El declarar un paso hacia delante y el nombre República Norte de Macedonia fueron saludados por la Unión Europea, la OTAN, Estados Unidos y Rusia. Bulgaria también expresó su apoyo aunque insiste en garantías políticas de que el nuevo nombre no será motivo de un eventual cambio de las fronteras existentes o pretensiones hacia los vecinos en cuanto al idioma, la cultura y la identidad. Y aunque la noticia tiene carácter positivo, en los propios países que que llegaron a este acuerdo se desató una verdadera tormenta política. Al primer ministro griego le amenaza una moción de censura y, por otro lado, el presidente y el primer ministro de Macedonia intercambiaron réplicas mordaces.

¿Acaso, no resultan demasiadas las emociones en los Balcanes antes de la firma definitiva de este acuerdo?

La excitación se esperaba, comenta Martin Minkov, corresponsal durante muchos años de Radio Nacional de Bulgaria en Skopje. Yo no diría que están en los Balcanes. Por su puesto se encuentran en la zona, en la medida en que se refieren directamente a los dos países que participan en este proceso –Macedonia y Grecia–. En estos dos países, realmente la situación política interna se agravado hasta el último límite. Se está debatiendo en el Parlamento griego un voto de censura solicitado por el principal partido opositor “Nea Democratia”. Aunque no muy numerosas, desde hace días hay protestas de los círculos nacionalistas más extremistas ante la sede del Parlamento en Macedonia. Tensión hay.

Martin Minkov calificó de “drástica” la conducta del presidente macedonio, George Ivanov, quien en la práctica rehusó conversar con el primer ministro, Zoran Zaev, y con el ministro de Exteriores, Nikola Dimitrov, que fueron a verle para darle a conocer el proyecto de acuerdo con Grecia.

La conducta del Sr. Ivanov fue drástica, quien redujo la reunión a 120 segundos –lo que considero es sin precedentes–, declarando que no estipulará su firma como jefe de Estado en ese documento para que comience el procedimiento de su ratificación. Resulta que, él rehúsa firmarlo antes de haberlo leído. Lo más sorprendente –probablemente no sólo para mi–, es la decisión de George Ivanov, horas tras la reunión en Skopje, de llegar a Sofía a buscar la legitimación de su propia posición. Pero no la recibió. El presidente búlgaro, Rumen Radev, calificó el diálogo con su colega macedonio como difícil, en el que Radev declaró clara e inequívocamente el apoyo de Bulgaria a la perspectiva euroatlántica de Macedonia. En idioma diplomático se le dijo a George Ivanov que su posición no es compartida, ya que un bloqueo por su parte del futuro acuerdo deja a Macedonia en la cápsula en la que estuvo aislada por el ex partido gobernante BMRO-DPMNE. Como un complemento a lo anterior es que el primer ministro búlgaro, Boiko Borisov, desvió el encuentro con el presidente macedonio argumentándose muy claramente que un tal encuentro metería a Bulgaria en una grave discusión política interna, la que es un problema de la sociedad macedonia. Algo similar podría interpretarse como una intromisión política interna de Bulgaria, sobre todo en este momento en que preside el Consejo de la Unión Europea, la que apoya categóricamente el acuerdo alcanzado con Grecia. Así que, de haber una metedura de pata, en mi opinión, es por el hecho de que, aunque que fuera planificada con anticipación, la visita de George Ivanov se realizó. En esta situación exclusivamente delicada y tensa, tanto en Skopje como en Atenas, George Ivanov tenía la justificación de pedir que se pospusiera la visita a Bulgaria planificada con anterioridad. Pero él no lo hizo, al contrario, intentó recibir aquí legitimación.

En el encuentro en Sofía entre los dos presidentes, Rumen Radev insistió en que Bulgaria reciba garantías de que el nuevo nombre no afectará sus intereses.

El eventual nombre nuevo –Macedonia del Norte–, no es el mejor, desde el punto de vista búlgaro, pero es una solución de compromiso en la que nadie puede quedar satisfecho del todo. Este compromiso ayudaría en algo que es prioritario para Bulgaria –inicio real del proceso de eurointegración de Macedonia–.

Garantías, sí. Debemos tener garantías, independientemente de que en el acuerdo –he leído el texto–, que anoche fue desclasificado por el Gobierno macedonio, hay una cláusula que estipula que el acuerdo de ninguna manera afecta las relaciones de los dos países acordantes con terceros Estados. Es una práctica internacional, pero de una u otra forma, contiene ciertas garantías. Es más importante que, al cambiar el nombre de la República de Macedonia, con un correspondiente anexo a nuestro Tratado de Amistad y Buena Vecindad, se puntualice que ambos países no tienen y no pueden admitir ningunas pretensiones en cuanto al idioma, la identidad, la historia, etc. No es fácil conseguir esta cláusula, pero no debemos exagerar con que el nombre de Macedonia del Norte nos suene hasta cierto punto un tanto negativo. En la actualidad este nombre, por si sólo, no puede ser motivo de tener pretensiones por parte de cualquier poder en Skopje hacia la región de Pirin en esta región geográfica.

¿Cuál es el guión realista de la evolución de la situación y el fin de la saga con el nombre de Macedonia?

El gran logro de Bulgaria durante la Europresidencia es haber puesto en el orden del día de la Unión Europea los problemas de los Balcanes Occidentales y en insistir que los pueblos en esta zona no fueran privados de la perspectiva europea. Pero los acontecimientos de los últimos días, el acuerdo entre Skopje y Atenas –logrado con gran dificultad con respecto al nuevo nombre y las reacciones pujantes de los nacionalistas extremistas y también de círculos sociales más amplios tanto en Skopje como en Atenas–, indican que la zona sigue siendo problemática. En esta región hay muchísima historia, muchísimas emociones. Desde este punto de vista, toda evolución sorprendente puede ser posible. Yo personalmente estoy seguro a medias de que se llegará a un acuerdo definitivo entre Atenas y Skopje, es decir, ¿se realizará lo pensado en el acuerdo, lo que abriría el camino de Macedonia hacia la OTAN y la UE. No es menos real la perspectiva de que el proceso sea bloqueado. Si será ahora derrocando eventualmente al Gobierno de Tsipras –en este caso el acuerdo no será firmado–, pero pienso que no se llegará a eso, o en caso de que el proceso de ratificación y entrada en vigor del acuerdo se dificulte mucho, que en la práctica lo haría quedar sin sentido. Son reales las dos variantes, desde el punto de vista actual.

Versión en español por Ludmila Sávova



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