Desde el país asiático, ha regresado hace poco a Bulgaria una compatriota con el objetivo de presentar en la capital, Sofía, su segundo libro, dedicado a la vida cotidiana y las relaciones entre los nipones.
Fue el destino el que llevó a Yuliana Antónova–Murata al Japón como esposa, como diplomática, y también como madre, ya que su hijo nació allí hace 35 años.
Los títulos de los dos libros de Yuliana son fáciles de recordar. El nombre del primero, Moshi Moshi, Japón, significa, literalmente, Hola, Japón, y el segundo se llama Uki Uki, Japón. Según la autora, con estas palabras los japoneses expresan simpatía mútua, la atención que se obsequia cuando no hay tensión, miedo, obsesión.
Cuando se confía en la persona que se tiene en frente y ella “contagia” este sentimiento, entonces los japoneses dicen “es uki uki” –explica Yuliana Antónova–Murata y prosigue– : Los japoneses aman a su país y, pese a los desastres naturales que se viven prácticamente a diario, para ellos es el lugar más rico y hermoso del mundo. Su éxito se debe, entre otras cosas, al hecho de que son unas personas muy educadas y tolerantes, nunca muestran hostilidad hacia la religión de los demás. Los japoneses parecen haber sido creados para una vida dura y difícil, por esto son capaces de superar juntos las dificultades en cualquier circunstancia. Allí nadie se considera mejor que el otro. Lo manejan todo con paciencia y ponen el máximo de sí mismos en la oficina, para con sus compañeros de trabajo, y también para con su familia. Nosotros, los búlgaros, somos muy cercanos en esto a los japoneses, y es así como nos conciben ellos, y por eso nos respetan.
La diferencia entre Bulgaria y el Japón no es tan grande. Allí también vive gente común y corriente, amable, simpática, a la que le gusta las mismas cosas que a nosotros. Todos quieren llevar una vida normal, amar y ser amados, tener la oportunidad de viajar. En este sentido no somos muy diferentes unos de otros. Sin embargo, lo que me impresionó sobremanera como búlgara es lo mucho que nos quieren los japoneses. Lamentablemente, nuestra actitud hacia nosotros mismos no es la misma que la suya hacia nosotros. Para ellos los búlgaros son muy inteligentes y hermosos; hasta me han comentado que en Bulgaria toda la gente es ingeniosa.
Lo que escucho hablar de nosotros en el Japón me llena de orgullo, por esto, cuando vuelvo a Bulgaria me molesta mucho que la gente hable mal de los demás. Aquí a veces escucho tildarle a alguien de mentiroso o mentirosa. En el Japón nadie se permitiría decir cosa semejante, y ésta es la gran diferencia entre los dos países. Las palabras tienen un gran poder. Somos nosotros los que debemos elegir qué palabras usar para comunicarnos unos con otros. Las palabras con un sentido negativo causan un mal efecto y cambian tanto a quien las usa, como también a la persona a la que se dirijan. Sé que la vida en Bulgaria no es nada fácil, sé que la culpa de ello en gran parte es de los políticos, pero conozco el poder de las palabras por eso trato de no juzgar a nadie. Reprochar al otro no hace más que cambiarnos la vida a peor. Es otra gran diferencia que he comprobado hasta el momento entre Bulgaria y el Japón.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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