La aldea de Sadina está situada al noreste de Bulgaria, en la región de Razgrad. Ahí vive una pequeña comunidad de dignos representantes de la etnia kapantsi (un grupo etnográfico de búlgaros que viven en el noreste de Bulgaria), supuestamente descendientes directos de los antiguos protobúlgaros. Hasta hoy en día, los kapantsi consideran su población como la más antigua y pura de las tierras búlgaras. Por esta razón, los lugareños guardan celosamente sus tradiciones relacionadas con su estilo de vida, sus fiestas, su gastronomía y sus bellos trajes tradicionales.
En el pasado, Sadina tenía más de 4.000 habitantes. En nuestros días en la aldea residen sólo 760 personas. Su principal sustento es la agricultura. Ahí se cultiva el famoso ajo de Sadina. La gente local también cultiva fresas, frambuesas y se dedican a la apicultura.
Sin embargo, en los últimos años ha crecido mucho la importancia de un nuevo sustento: el turismo rural y cultural. Búlgaros de cualquier parte del país y extranjeros quedan fascinados por las tradiciones y el modo de vida del pueblo.
"En Sadina, la fiesta más popular para todos y para los pueblos de alrededor es Todorovden (el Día de san Teodoro Tiro, uno de los megalomártires de la Iglesia Ortodoxa) y el festival de Capan "Raíz sana, espíritu vivo", que se celebra todos los años. Con el Complejo Etnográfico de Capan, adjunto al Ayuntamiento, intentamos atraer a muchos turistas, mostrar el modo de vida, la cultura y la gastronomía de los kapantsi", afirma la alcaldesa Hriska Todorova en una entrevista con Denitsa Koleva, de BNR-Shumen.
En nuestros días, Sadina es un pueblo internacional, en el que se hablan diferentes lenguas. Muchas personas de otros países han elegido vivir en la aldea como felices propietarios de casas y tierras. Llevan años viviendo en armonía con la comunidad local. Los turistas también vienen para alejarse del caos de la vida urbana, atraídos por el colorido mundo de los kapantsi:
"La venta de casas en Sadina empezó hace unos 10 años. Una familia con su propio negocio vino y se instaló aquí", cuenta Hriska Todorova. "Son belgas y han abierto un restaurante. Los kapantsi siempre están dispuestos a echar una mano a los extranjeros que vienen aquí". En 2020 esta familia se casó en Sadina. Ahora esperamos a otra familia de Bélgica, que también quiere casarse aquí. La mayoría de los extranjeros que compraron casas por esta zona las utilizan para el turismo".
Cuando empezaron a llegar los extranjeros, el pueblo volvió a repoblarse. La familia belga, la primera que se instaló aquí hace años, abrió un restaurante, pero ofrece comida belga, no búlgara.
Así, los representantes de las dos comunidades étnicas llegaron a vivir en armonía, enriqueciéndose mutuamente. "Además, hacen buena publicidad a la aldea con el restaurante y con su modo de vida, y atraen muchos belgas que compran casas aquí", dice Hriska Todorova y añade:
"Se familiarizan con nuestras tradiciones, les gustan mucho las costumbres de los kapantsi, nuestra vestimenta tradicional. Siempre les damos la bienvenida con un ramillete de kapantsi, que sirve para ahuyentar los maleficios y forma parte de nuestra vestimenta tradicional".
Además de las lenguas extranjeras, hay otra cosa que se oye cada vez más a menudo en Sadina: la risa de los niños, ya que muchas familias de ciudades vecinas se trasladan aquí con sus hijos en busca de paz y tranquilidad, en armonía con la naturaleza, y un estilo de vida saludable:
"Lo que más me ha alegrado es que muchos búlgaros de ciudades cercanas como Ruse, Zazgrad, Popovo han empezado a buscar casas en Sadina. Dicen que les encanta la naturaleza, pero también la cultura de los kapantsi y su hospitalidad. Los jóvenes de Sadina han empezado a cuidar el lugar donde viven: parques infantiles, instalaciones deportivas, etc.", concluye Hriska Todorova.
Recopilado por Veneta Nikolova, basado en una entrevista realizada por Denitsa Koleva, BNR-Shumen
Versión al español de Borislav Todorov
Fotos: BGNES, Facebook /Ajo de Sadina, Facebook /Hriska Todorova, Facebook /Restaurante Pri BabaLos trastornos del espectro autista están creciendo exponencialmente en todo el mundo, y Bulgaria no hace una excepción en este sentido. Mientras que hace más de una década había 1 de cada 10.000 niños en todo el mundo, diagnosticado con autismo, hoy..
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