El pueblo de Beli Osam, en la región de Troyán, Norte de Bulgaria, atrae a los turistas con sus hermosos paisajes, las tradiciones artesanales aún conservadas y los deliciosos manjares locales. Pero son muy pocos aquellos que sospechan que la aldea, escondida en medio de los rincones más recónditos de la montaña, está relacionada en cierta medida con una tragedia que sacudió al mundo en los albores del siglo XX. Se trata del mayor naufragio de la historia: el hundimiento del Titanic.
A bordo del trasatlántico había también búlgaros - serranos del área de Troyán. Uno de ellos, sin embargo, logró escapar de la muerte por milagro y años más tarde regresó a su pueblo natal donde levantó una casa magnífica. En la actualidad, la morada es un complejo etnográfico que contiene una colección de museo interesante, y el que quiera puede alojarse allí y sumergirse en otra época.
"¡Descubra el Nuevo Mundo!", "Emprenda viaje a Estados Unidos: la cuna de la prosperidad" exhortaban los carteles que se podían ver en toda la zona de Troyán y que trocaron el destino de decenas de compatriotas. Corría el año 1912. En la muchedumbre ante la oficina de la agencia de viajes había un muchacho de 16 años. Su nombre era Kalyo Nénov. El joven apretaba en la mano una bolsita con 30 monedas de oro – el precio del pasaje hasta Estados Unidos, la tierra soñada por él. Con cincuenta paisanos más, Kalyo partió a Southampton, uno de los principales puertos de Inglaterra, donde debía embarcarse a bordo del Titanic.
"Los habitantes del área de Troyán eran gente de mente abierta y espíritu aventurero. Por esto muchos vecinos de la zona se fueron al extranjero en busca de dinero fácil y felicidad" - dice Tzvetán Dimitrov, dueño del complejo etnográfico "Los Cántaros" en la aldea de Beli Osam.
Mas no todos los búlgaros que adquirieron pasaje para el Titanic subieron a bordo del barco infortunado. Caídos en la euforia, en la víspera del viaje, algunos de ellos se emborracharon, esquivando así la muerte en las aguas heladas del océano. Otros, como Kalyo, decidieron vender su boleto en el último momento a un precio exorbitante y tomar la próxima nave que levara anclas en dirección a la Tierra Prometida. Se supone que todos nuestros connacionales, unos cuarenta aproximadamente que viajaban en tercera clase, encontraron la muerte a bordo del Titanic.
"Siete de ellos eran de la vecina aldea de Gúmoshtnik - dice Tzvetán -. Ahí hay un monumento en su honor donde llevamos a menudo a los turistas. Del cercano pueblo de Sénnik murieron dos, y hay uno que sobrevivió. Pero la mayoría de las víctimas, alrededor de 11, son de Sádovets, un pueblo en las proximidades de Pléven (Bulgaria Septentrional). Cuando el Titanic se hundió muchos de nuestros compatriotas que vendieron su pasaje renunciaron a viajar a Estados Unidos. Pero no era ése el caso de Kalyo quien, a pesar de todo, se fue y se quedó allí nueve años".
En el Nuevo Mundo nuestro connacional trabajó como carpintero y albañil, prosperando en todas sus empresas. Ganó, además, una enorme cantidad de dinero en juegos de azar y en 1921 regresó a su aldea, Beli Osam, donde levantó una magnífico casón junto a su casa natal. Hasta hoy día los habitantes del pueblo guardan recuerdo de su fabulosa fortuna, y también de su generoso corazón.
"Cuando compramos ambas casas para convertirlas en un hotel familiar, no sabíamos nada de esta emocionante historia, hasta que hallamos, escondida en la despensa, una vieja valija de madera. En ella estaba escrito: "Varna - Nueva York”. Dentro había fotos, cartas y documentos - entre éstos la libreta de ahorros de Kalyo, que contenía $ 350, una gran cantidad de dinero en aquel entonces” - continúa Tzvetán.
Los nuevos propietarios decidieron conservar intacto el estilo Renacentista de las casas y en una de ellas ordenaron una colección de museo que da a conocer la vida de Kalyo.
Traspasando el umbral del complejo, el visitante cruza en otra dimensión donde todo está hecho de madera y piedra, y las alfombras antiguas y los armarios son auténticos. Los turistas extranjeros, fascinados por el hotel antiguo, se alojan allí todos los veranos. "Los turistas quieren saber más sobre nuestros compatriotas que murieron a bordo del Titanic, preguntan por los detalles, ven las fotos de Kalyo, nos hacen leer su correspondencia… Total, esta historia se ha convertido en una importante atracción turística” - resume Tzvetán Dimitrov. Según él, el espíritu de Kalyo sigue habitando la casa antigua, donde cada rincón guarda el recuerdo de este búlgaro que osó cumplir sus sueños.
Versión en español por Daniela Radíchkova
Fotos: Veneta Nikólova
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