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El levantamiento búlgaro del verano de 1903 contra la dominación otomana

Revolucionarios de la Organización Interna Revolucionaria de Macedonia
Foto: lostbulgaria.com
En este mes de agosto se cumple un aniversario más de uno de los acontecimientos más dramáticos de la historia de Bulgaria: el Levantamiento de los días de San Elías y la Transfiguración, llamado así por las dos festividades cristianas que la Iglesia Ortodoxa búlgara celebraba, según el calendario juliano, vigente entonces en Bulgaria, los días 2 y 18 de agosto, respectivamente. Son las fechas con las que coincidió la rebelión de 1903. La insurrección no logró el objetivo que pretendía y que era la autonomía de las regiones de Macedonia y la Tracia de Edirne, pobladas mayoritariamente por búlgaros, que habían quedado bajo el dominio turco después de la liberación de Bulgaria, en 1878. Pero a pesar de ello, el sacrificio de los búlgaros de aquellas regiones permanece vivo en nuestra memoria colectiva como un clamor a la indiferencia del mundo, un acto desesperado pero necesario acometido por un pueblo sufrido y desmembrado.

En 1903 había pasado un cuarto de siglo de la Guerra Ruso-Turca de 1877 y 78, en la cual el triunfo de las armas rusas y búlgaras condujo a la liberación de Bulgaria de casi 500 años de yugo turco. Había pasado un cuarto de siglo también del Congreso de Berlín de las grandes potencias que inmediatamente después de liberado el país desmembraron el joven Estado, dejando fuera de sus confines extensos territorios de población mayoritariamente búlgara. Así fue creado uno de los nudos gordianos más complejos de la historia búlgara de comienzos del siglo veinte. El Levantamiento de 1903 fue resultado de una enérgica labor desplegada durante largos años por la Organización Revolucionaria Interna de Macedonia y Edirne. Esta organización heredó el ideario de la gesta emancipadora búlgara contra el secular dominio otomano y abarcó a la totalidad de la población búlgara de las dos regiones. Con sus acciones revolucionarias pretendió instar a Occidente a aplicar aquellas cláusulas del Tratado de Berlín de 1878 que preveían la concesión de la autonomía a las regiones cristianas que permanecían en el territorio del Imperio Otomano o que el Congreso devolvió a Turquía. La Organización Revolucionaria consideraba que de este modo se crearían premisas para la unión de Macedonia y la Tracia de Edirne a la patria libre, Bulgaria. Este era el objetivo de los ideólogos y promotores del Levantamiento de San Elías y la Transfiguración de 1903. Los revolucionarios se proponían también prevenir el aplastamiento de la organización y las masacres de las que iba a ser víctima la población búlgara que había quedado en el marco del imperio: represalias que estaban preparando las autoridades de Constantinopla. Colocados ante el dilema: un final horrible o un horror sin fin, los búlgaros de Macedonia y Edirne prefirieron la primera opción.

En Macedonia, el levantamiento estalló el 2 de agosto, Ilinden o día de San Elías. Algo después, el día de Preobrazhenie, o sea, de la Transfiguración del Señor, se levantaron en armas los búlgaros de la Tracia de Edirne, solidarios con sus hermanos de sangre de Macedonia. Maestros, agricultores, albañiles, artesanos se encaminaron a una muerte segura con el anhelo de romper las cadenas de su condición de esclavos. Los rebeldes atacaron a las guarniciones turcas, libraron combates encarnizados, tomaron ciudades y aldeas. Pero bien pronto el ímpetu de libertad fue doblegado en lo militar. El gobierno de Estambul arrojó contra los rebeldes tropas diez veces más numerosas. La desesperada resistencia continuó hasta octubre de 1903. En todas las poblaciones sublevadas se desencadenó el terror más espantoso de la soldadesca otomana. Al quedar claro que el mundo, con excepción de Bulgaria, no era más que un testigo impasible de la matanza, el Estado Mayor rebelde suspendió las acciones bélicas.

A pesar de su envergadura y de su escrupulosa preparación, el levantamiento de Ilinden y Preobrazhenie no alcanzó su objetivo. La situación política general en los Balcanes y Europa era desfavorable al planteamiento y la solución de la Cuestión Nacional Búlgara. Sin embargo, el heroísmo de los insurgentes del verano de 1903 tiene también otro valor, un valor moral. Su sacrificio queda en la historia como una expresión de la voluntad y el arrojo, del anhelo de libertad e independencia del pueblo búlgaro, como un reto a la conciencia y al espíritu humanitario del mundo.

© Foto: lostbulgaria.com


De las luchas emancipadoras de este predominante elemento étnico en Macedonia que son los búlgaros, comunicaron muchos diplomáticos españoles acreditados en diversos países balcánicos. Por cierto, ninguno de ellos jamás empleó la palabra “macedonios”, refiriéndose a los luchadores. Éstos eran en su mayoría búlgaros, hubo también griegos, serbios, pero jamás macedonios. Este concepto étnico, macedonios, no existió nunca para los autores españoles.

Ya en 1878, pocos meses después de que las potencias europeas devolvieran injustamente Macedonia al Imperio Turco, estalló en Macedonia un levantamiento armado. El encargado de negocios de España en Estambul, Miguel García Flores, envió un informe secreto al Ministerio de Exteriores en Madrid diciendo: “Gran parte de Bulgaria se ha levantado en armas. Se dice que en la insurrección participan 30 mil personas. La rebelión va creciendo.”

O sea que, para el diplomático español los rebeldes son búlgaros, y no de otras nacionalidades, porque si se había levantado en armas gran parte de Bulgaria, esto quería decir gran parte de los búlgaros de esa región, que las potencias dejaron en Turquía, y no en la recién liberada Bulgaria.

Poco después de derrotados los rebeldes, el gran político y tribuno español Emilio Castelar escribía un artículo en el semanario madrileño “La Ilustración Española y Americana” diciendo: “Los búlgaros son muy numerosos en Macedonia, aunque allí conviven con sus enemigos implacables los turcos y con sus peligrosos rivales los griegos.”

El levantamiento de mayor envergadura que estalló en Macedonia contra la dominación turca, empezó el día de San Elías, o sea el 2 de agosto, de 1903. Hace justo cien años de ello. De esta rebelión el marqués de Camposagrado, entonces embajador español en Estambul, informaba a Madrid que los revolucionarios búlgaros aparecían repentinamente en las ciudades y los pueblos de Macedonia, que eran búlgaros, y no otros, no macedonios, según pretende hoy día la chauvinista propaganda oficial de la vecina República de Macedonia. Y subrayaba el diplomático español que eran búlgaros quienes combatían contra las tropas turcas y morían en toda Macedonia.

En otoño de ese mismo año 1903, en el ya mencionado semanario madrileño “La Ilustración Española y Americana”, el más leído en aquel entonces en España y en América Latina, aparecía una foto de rebeldes en Macedonia al pie de la cual decía que eran revolucionarios búlgaros. Búlgaros, y no macedonios, según se empeñan en inculcar en la conciencia del mundo de hoy los políticos y los historiadores de nuestra vecina República de Macedonia.

Terminaremos estas notas con la definición más exacta y más concisa entre todas las que han sido formuladas por extranjeros, refiriéndose a la insurrección del verano de 1903 en la región de Macedonia. “Ésta fue la gran revolución búlgara de 1903”.

La definición pertenece a la pluma de Germán María de Ory, encargado de negocios de España en Estambul y Atenas en 1913.

La gran revolución búlgara, sofocada a sangre y fuego por los turcos. En sus llamas se extinguieron los ideales de los patriotas búlgaros de aquella heroica gesta que querían unir Macedonia a la Madre Patria Bulgaria. Se extinguieron sus ideales patrióticos, mas no el recuerdo de ellos. Por eso hoy, justamente cien años después de aquel acto de grandeza búlgara y de tragedia búlgara, no podemos dejar de coincidir con el anterior presidente de Bulgaria Petar Stoyanov quien, en una visita oficial a Skopje, dijo hace unos años: “Macedonia es la parte más romántica de la historia de Bulgaria”

Venceslav Nikolov


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