Kalofer en la víspera de su festival del encaje

La ciudad de Kalofer está situada al pie de las laderas meridionales de la Cordillera de los Balcanes y dista unos 160 kilómetros de la capital Sofía. En los meses de verano sus vecinos reciben a múltiples turistas de todos los confines de Bulgaria, que acuden a la casa-museo del gran poeta y revolucionario nacional, Jristo Botev.
La villa tiene una historia cinco veces secular, íntimamente ligada al desarrollo de los oficios artesanales. Los vecinos de Kalofer, emprendedores y laboriosos, siempre han querido a más no poder su ciudad, que antaño fue una de las más florecientes de Bulgaria. Tienen mucha fama por su belleza los encajes elaborados en Kalofer. La gente local incluso los denomina con cariño “la magia blanca de Kalofer” y guarda las tradiciones de este oficio artesanal transmitiendo sus secretos de generación en generación para que la competencia de las tecnologías modernas no lo haga desaparecer. Hoy en Kalofer no hay festividad en que no se exhiban exquisitos encajes tejidos a mano y toda suerte de piezas de punto hechas por las maestras de la región. No hay tampoco festividad en que no se organice una competencia en el arte interpretativo instrumental de los entusiastas gaiteros locales cuyo número no deja de crecer, ampliándose de año en año con más y más jóvenes. También en 2012, Kalofer celebrará, el 15 de agosto, con mucho entusiasmo, su festival del encaje. Por tradición esta festividad se iniciará con una Santa Liturgia oficiada en la iglesia de la Santísima Virgen. Ahora bien, ¿cómo surgió el típico encaje blanco de Kalofer y cómo fue que éste se entrelazó para siempre con el destino de esta ciudad búlgara?

Svetla Yoveva, secretaria de la Casa de Cultura de la ciudad, responde a esta pregunta. Los encajes de Kalofer son todo un arte, que se desarrolla y mantiene desde hace más de cien años. Surgió gracias a algunos vecinos de profundo sentir patriótico que pretendían que la mujer de Kalofer fuera buena ama de casa, pero que también fuera bien instruida y capaz de ayudar el presupuesto familiar. Con tal fin, en 1909 destinaron a una joven local a la Escuela de Industrias de Sofía para que aprendiera a hacer los famosos encajes de Bruselas. Era una joven extremadamente inteligente, de un amplio horizonte cultural y espiritual y un fino sentido por lo bello, que añadió a lo aprendido en la Escuela de Industrias algunos elementos nacionales a las figuras del tejido y logró crear e imponer un estilo propio, de manera que de los encajes de Bruselas fueron surgiendo los encajes de Kalofer. Estos últimos se difundieron por toda Bulgaria. Así, hasta mediados del siglo XX, los vecinos de Kalofer tuvieron un sustento precisamente en este oficio. Las mujeres elaboraban sus piezas y las vendían allende las fronteras de Bulgaria, ayudando así a la manutención de la familia. Gracias a los ingresos obtenidos de la venta de los encajes, los vecinos de Kalofer lograron reconstruir su ciudad, renovarla y remozarla, ya que antes de la liberación de Bulgaria de la dominación otomana en 1878, la misma fue incendiada y reducida a cenizas en varias ocasiones. La historia del encaje de Kalofer no puede ser olvidada. También hoy hay mujeres que se dedican a este oficio artesanal. En 1998, con ayuda de una fundación, organizamos un concurso para jóvenes que quisieran dominar el arte del encaje de Kalofer. Gracias a aquel proyecto, unas 80 muchachas aprendieron este oficio, lo cual impulsó fuertemente el renacimiento de la tradición. Se les sumaron otras mujeres, que ni siquiera eran oriundas de Kalofer, pero que habían decidido dedicarse a la elaboración de los encajes típicos de esta villa. Entonces las directivas de la Casa de Lectura local y de la fundación que financió el proyecto resolvieron que éste no acabara con la mera organización del curso de labores de punto. Decidieron organizar una Fiesta del Encaje, y, así, desde hace más de 10 años, cada verano, en Kalofer se organiza una nueva edición de este certamen, para el cual fue elegida la fecha 15 de octubre, en la que los cristianos ortodoxos celebramos la gran festividad de la Dormición de la Virgen, que podría ser concebida también como una fiesta de la mujer. A lo largo de los años han acudido al festival del encaje tejedoras de todo el país. Han venido algunas incluso de Escocia, donde también existe la tradición de elaborar semejantes encajes. Adjunto a la Casa de Cultura fue organizado un fondo especial, llamado Fondo del Encaje, que se ve ampliado anualmente con donaciones hechas por las maestras que se dedican al tejido de encajes. Hoy el fondo posee centenares de piezas, que cada 15 de agosto se exhiben en los salones del Ayuntamiento de Kalofer. Toda persona puede verlos y apreciarlos, y si es una tejedora, puede tomar modelo de las figuras propias del encaje de Kalofer.

En Kalofer se han conservado también otros oficios artesanales como, por ejemplo, la tejeduría y alfombrería tradicionales. Se elaboran, asimismo, gran cantidad de recuerdos turísticos, recipientes de cobre forjado y cuchillos hermosamente ornamentados.
Merecen muchos elogios también los gaiteros aficionados de la villa, que han cobrado fama por su entusiasmo y la energía con que han dado nueva vida a las competencias del arte interpretativo con su instrumento. En Kalofer hay más de cien gaiteros. El más joven de ellos tiene 4 años. No hace mucho participaron en Francia en un Festival de los Instrumentos Tradicionales, en el que fueron galardonados con un prestigioso premio.

Versión en español por Raina Petkova

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