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Nochebuena, fiesta de la familia

Foto: Archivo
Desde hace siglos en el calendario festivo de los búlgaros hay toda una serie de fechas impresionantes que por tradición reúnen a toda la familia. Esparcidos por todas las estaciones, parece que estos días nos recuerdan qué importante es no perder el hilo con nuestros familiares. Días onomásticos, reuniones familiares, certámenes folclóricos en aldeas, todos ellos motivos esperados y amados que nos invitan a la mesa festiva. Nos preparamos con gran emoción para la Noche Vieja, una fiesta de historia milenaria por las tierras búlgaras.

© Foto: BTA


La Natividad de Nuestro Señor Jesucristo es la más importante fiesta para católicos y protestantes. Los cristianos ortodoxos ponen acento más especial en la Resurrección pero también celebran la Navidad con gran solemnidad. Tanto la Resurrección, como la Navidad son precedidas por largos ayunos. La fecha exacta del nacimiento del Redentor se ha perdido en los días antiguos. La fiesta no tenía un lugar establecido en el calendario hasta el siglo IV, cuando la Iglesia declaró el 25 de diciembre día de su celebración. El objetivo era reemplazar antiguos cultos de Asia Menor que se conmemoraban ese mismo día. Mucho antes de que el Cristianismo se hubiera difundido por las tierras búlgaras, en los días del solsticio de invierno, nuestros ancestros conmemoraban la natividad del Nuevo Sol. Posteriormente denominaron esta fiesta Día del Joven Díos. Teniendo en cuenta al niño Jesús, sentían profundo respeto por el sacramento de la Natividad.

Las raíces paganas del rito nunca se perdieron. Encontraremos las huellas de este culto en la fiesta búlgara actual. Según reza la tradición, la mesa navideña debe ser opulenta, bellamente ordenada y llena de simbología y signos. Gran parte de los ritos tradicionales están dedicados a la familia. Se honran los fundadores del hogar, sus protectores, se dirige una oración de salud y bienestar.

En el siglo XXI reconoceremos la mesa búlgara navideña por el número impar de los manjares que preparamos y los obligatorios platos sin grasa como trigo hervido, judías hervidas, sarmi con arroz, (arroz envuelto en hojas de vid o col), hojaldre con calabaza, compota, ajo, miel y nueces. Son imprescindibles también la sal, el aguardiente caliente, el vino tinto, y desde luego, el pan ritual con una moneda que trae suerte a la persona en cuyo trozo se encuentre.

© Foto: BTA


En el pasado las mujeres iniciaban las preparaciones en la madrugada, respetando el mismo orden cada año. Una joven de la familia amasaba el pan y era obligatorio que no sea prometida de nadie. Creían que si el pan para la Nochebuena se amasaba por una novia futura, al abandonar la casa se llevaría consigo la fertilidad de las tierras. La joven amasaba sola el pan con una parte de la harina, agregando un poco de sal y levadura, es decir daba el inicio del proceso.

Otrora en el seno de las familias las mujeres solían preparar grandes cantidades de pan. Para la Navidad se amasaban diferentes tipos de panificables. El pan ritual que ocupa un lugar central en la mesa se decoraba con imágenes plásticas: símbolos solares, flores estilizadas, aves. Lo denominaban el Pan de Dios. En algunas aldeas se elaboraban grandes panes redondos con ornamentación que representaba escenas de la vida agraria: pastor, arado, labrador. Preparaban, además, decenas de panes pequeños que reglaban a los mozos que visitaban la casa en Navidad para cantar y dirigir votos de salud, bienestar y felicidad a toda la familia.

El grupo de mozos comenzaba su recorrido en las primeras horas del nuevo día. En cada casa les obsequiaban estos panes con un hueco en el medio. Los recibían también todos los niños de la familia.

Por nuestras tierras se conocen muchas otras prácticas relacionadas con el culto al pan como símbolo principal de la vida. En algunas regiones de Bulgaria las mujeres ejecutaban el siguiente rito: con las manos cubiertas de pasta salían al patio. Tocaban los árboles creyendo que así la cosecha sería abundante. Tocaban también las mujeres jóvenes que eran yermas.

© Foto: BGNES


En la madrugada los hombres también estaban ocupados. La leña que sería encendida durante toda la noche se cortaba al despuntar el alba. En su parte gruesa excavaban un hueco en el cual colocaban incienso y aceite. Después cubrían el lugar con tela. A juicio de los científicos, este rito conserva las huellas de una costumbre eslava que se ejecutaba en honor de los ancestros. Muchas familias búlgaras conservan esta tradición hasta hoy en día pero el fuego tiene una presencia más bien simbólica en la luz de las velas festivas y en los fuegos artificiales que se encienden a media noche.

La fuerza purificadora del fuego, la energía vital del pan, la presencia simbólica de todo lo que necesitamos para la mesa festiva: los búlgaros han conservado todo esto a través de los siglos para repetirlo cada año y compartirlo con hijos y nietos, amigos y familiares, con todos los que ocupan un lugar especial en la vida de cada uno de nosotros. 

Versión en español por Hristina Táseva
По публикацията работи: Albena Bézovska


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