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Berkóvitsa: nieve, olor a frambuesas y mucho romanticismo

El pico Kom
Foto: www.berkovitsa.net
La ciudad de Berkóvitsa está situada al noroeste de Bulgaria, a sólo 23 km de la cabecera de provincia de Montana. Dista de Sofía 80 km. La villa está cerca de Serbia, lo cual es una ventaja para el desarrollo del turismo transfronterizo. Ubicada en una cuenca a 405 m de altitud sobre el nivel del mar, en los pies de los Montes Balkanes, Berkóvitsa es un punto de partida de muchas rutas. Una de ellas, de 700 km de largo, cruza casi toda Bulgaria por la “espina dorsal” de los Balkanes y lleva al viajero a orillas del Mar Negro.

© Foto: Borís Dimitrov

Vista hacia Berkóvitsa desde Ashiklar (Callejón de los enamorados)

El itinerario más pintoresco que sale de la capital búlgara, Sofía, rumbo a Berkóvitsa pasa por el puerto de Petroján, un desfiladero de 20 km de longitud. Hace miles de años, en tiempos de los tracios y los romanos, éste conectaba el Norte y el Sur de Bulgaria. Durante siglos el puerto fue conocido con el nombre de Klisurski o Berkovski. En 1868, fue construida una nueva carretera, y en su punto más alto, a 1410 m, Pétar Ánguelov, un vecino de Berkóvitsa, levantó un mesón. Éste ofrecía reposo, comida deliciosa y una oportunidad de intercambiar noticias de ambos lados de la Cordillera de los Balcanes. La fama del mesón de Pétar cundió rápidamente y cuando salían de viaje, los viajeros solían decir: “Nos detendremos en Petroján”, o sea, en el mesón de Pétar. Lo hacen también los viajeros hoy en día, que hacen parada en Petroján para tomar allí un yogurt de la casa o para llevarse un pote de esta delicia “para más tarde”. Los más impacientes prefieren comprar este producto genuinamente búlgaro ya listo para consumir, en envases de cerámica o en ollas de barro, mientras que los más curiosos prefieren la leche acidificada, todavía bien caliente, para verla cuajar ante sus ojos.

© Foto: Borís Dimitrov

Parte de Las Cataratas de los Rebeldes
Los montes Balcanes en el área de Berkóvitsa tientan al viajero con todo tipo de sorpresas. La región dispone de gran número de senderos que ofrecen magníficos itinerarios. Recorrerlos toma días. En la zona abundan también los ríos. Allí están asimismo las Cataratas de los Rebeldes con atractivos lugares que invitan a desviarse de la ruta. Las aguas cristalinas y las truchas que las pululan actúan de señuelo para los amantes de la pesca; su mirada se vuelve soñadora y al mismo tiempo indecisa por la duda a qué dedicarse primero: ¿a recorrer todos los derroteros fascinantes, o a entregarse a su afición? En realidad, pensamientos similares rondan en la cabeza de todo quien haya visitado esta región, que ofrece posibilidades de hacer senderismo, veloturismo y paseos a lomo de caballo. En invierno allí hay zonas donde la nieve se mantiene por lo menos cinco meses, lo que hace del área un paraíso para los esquiadores.

La villa de Berkóvitsa está acurrucada en las faldas de la montaña, al otro extremo de Petroján, pero este puerto es un lugar cautivador que atrapa a quienes le visitan. El cercano albergue homónimo es una excelente opción para pasar la noche en este sitio. A sólo dos horas de viaje, siguiendo la marca roja de la ruta que conecta el majestuoso pico Kom con el Cabo Emine, en el mar Negro, se encuentran los riscos Todórini Kukli (en español, Muñecas de Todora). Son cuatro cimas rocosas en la parte occidental de la Cordillera Balcánica, la más alta de ellas tiene 1785 m de altura. El camino que lleva a Berkóvitsa desciende entre paisajes fascinantes. En invierno el puerto de Petroján parece un cuento de nieve, y en primavera la mirada vagabundea, embelezada, entre las violetas silvestres en flor, los arbustos de santolina y los bosques de coníferas y de caducifolios; en el aire flota el aroma del enebro... Pero los ojos “absorben” la belleza de los delicados abedules blancos, de los troncos del fresno, del castaño, del roble, del olmo, del carpe o del arce...

© Foto: Borís Dimitrov

Vista hacia Todórini Kukli (Muñecas de Todora)

Los vecinos de Berkóvitsa se caracterizan por un gran sentido del humor. Por ejemplo, llaman a las hayas “abuela”, voz con que los hombres búlgaros suelen dirigirse a la madre de su media naranja, es decir a su querida suegra. A la pregunta de por qué llaman a las hayas abuelas, responden con una sonrisa socarrona: “Porque son longevas, igual que nuestras suegras”. ¡Y cómo no ser longevo si Berkóvitsa dispone de un clima tan favorable! Según los expertos, tiene una característica única y es que no está expuesto a los vientos occidentales y del noroeste. La humedad relativa media del aire se mantiene constante, lo cual es un factor sumamente beneficioso para el tratamiento de enfermedades pulmonares. A todo ello habría que añadir otra ventaja de la región: las aguas termales. En 1974 Berkóvitsa se convirtió en un centro vacacional nacional. En proximidad está la población de Varshetz, con una rica historia en el tratamiento balneológico y la climatoterapia.

© Foto: Borís Dimitrov

El pabellón de caza de Kaleto

El descenso hacia Berkóvitsa por la carretera que serpentea cuesta abajo lleva mucho tiempo. Para los apasionados por el turismo cultural y gastronómico es prácticamente imposible resistir a los “sabrosos” letreros que aparecen tras cada curva de la vía, en los que se puede leer: dulce, jarabe, compotas de arándanos, fresas, frambuesas, cornejo, peras, etc.... Los lugareños ofrecen riquísimas especialidades caseras. En otoño, en la localidad de Berkóvitsa el viajero topa constantemente con recolectores y vendedores de fragantes frambuesas de color rojo púrpura. Si uno quiere probarlas puede hacerlo mientras pasea en la montaña. Hay, sin embargo, otra opción, más fácil, y es comprar una de las tantas pequeñas cestas, grandes canastas, cajones o formas de cerámica, llenas de olorosas frambuesas. La cerámica y las frambuesas son dos de los símbolos de Berkóvitsa. En otros tiempos los alfareros, junto con los sastres, zapateros, peleteros, caldereros y alfombreros, bien organizados en gremios, fueron parte importante de la comunidad de artesanos de la villa. De la prístina fama de los viejos maestros de Berkóvitsa es prueba el que en 1869 en la ciudad de Khalifa, en Norteamérica, artículos de su producción como alfombras, cueros y calcetines de lana de punto fueron distinguidos con el primer premio. En los 80 del siglo 19 en Berkóvitsa abrió puertas una fábrica de jarabe de frambuesa, que también trajo reconocimiento mundial a la villa: medallas de oro y plata de las exposiciones de Londres, París y Lieja. Curiosamente, dicen que en el mundo hay un sólo monumento dedicado a las recolectoras de frambuesas, y que está en Berkóvitsa. En 1967 fue construida una fuente de mármol rosa local. A su lado, con una cesta en la mano, aparece la figura sentada de una moza, recolectora de frambuesas, obra del escultor Stefan Stoímenov y del arquitecto Kostadín Yótsov.

© Foto: Borís Dimitrov

La fuente La Recolectora de Frambuesas

En Berkóvitsa, un lugar de interés que merece la pena visitar es el museo del patriarca de la literatura búlgara, Iván Vázov, que residió allí cierto tiempo. Mientras escucha cómo el poeta se inspiró en la vida de esta ciudad de la época del Renacimiento Nacional búlgaro (siglos 18 y 19), el turista conocerá más información sobre el carácter de sus habitantes y sus costumbres. Al final ya no se asombrará al oír a la gente local decir, con una sonrisa de oreja a oreja, que aquí el tiempo o bien corre veloz, o bien se arrastra lento, para detenerse por completo solo en dos ocasiones: cuando comienza la recolección de las frambuesas o cuando uno se sienta con los amigos a tomar una copa de aguardiente de esta fruta y a charlar un buen rato con ellos. También con sentido del humor los lugareños alegan que la característica más importante de su ciudad es que sobrevivió al Imperio Romano. Hay mucho de cierto en esta broma porque los orígenes de los primeros nombres de la población se remontan a la Antigüedad y a los tiempos de los tracios y los romanos.

© Foto: Borís Dimitrov

La iglesia "San Nicolás"

A unos pocos kilómetros de Berkóvitsa, en la villa de Klisura, se encuentra el monasterio de “Los Santos Cirilo y Metodio”. Construido en 1240, quemado y reconstruido varias veces, hoy este cenobio es el cuarto más grande en el país. Se le denomina La Perla Espiritual del Noroeste de Bulgaria. En la propia ciudad de Berkóvitsa se yerguen dos iglesias: la consagrada a la Natividad de la Santísima Virgen y la de San Nicolás. La Torre del Reloj, levantada en 1762 a 1764, marca con campanadas el paso del tiempo. 

Versión en español por Daniela Radíchkova
По публикацията работи: Petra Táleva


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