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El simbolismo folclórico del fuego en las percepciones de los búlgaros

Foto: BGNES
En el folclore búlgaro existen muchas denominaciones del fuego, así como de sus reencarnaciones en los ritos. Sin embargo, su significado siempre es el mismo: el de elemento purificador y fuente de luz. El fuego posee fuerza mágica, protege de enfermedades, mantiene lejos los malos espíritus, impide el granizo. El hogar, la ropa y varios objetos más, se santifican a través de las brasas y las velas. Asegurar leña para el fuego es una obligación del hombre de la familia. Recoger ramitas secas para encender el fuego es una tarea de la mujer y de los niños. Según las creencias populares, el fuego en casa no se debe apagar, de lo contrario nada bueno espera a la familia que vive en ella. La dueña de la casa es la que tiene la responsabilidad de mantener vivo el fuego. Cada noche el ama cubre cuidadosamente con cenizas los brasas en el hogar para que pueda encenderlo por la madrugada. Cuando se enciende el primer fuego en una nueva casa siempre se ejecuta un rito especial, realizado por la mujer mayor de la casa. Al encender el fuego ella hace augurios de buena salud, muchos niños, , fecundidad, fertilidad y comprensión mutua.

El fuego es un elemento muy importante en algunas prácticas curativas de fundir plomo y de apagar brasas en agua. Estos ritos se realizaban con el objetivo de prevenir el mal de ojo e iban acompañados de rezos exorcistas. Junto a la cabeza de la mujer que acababa de dar a luz se ponía antaño fuego ardiente que debía ser mantenido vivo durante 40 días. En este plazo se creía que la mujer y su bebé corrían peligro y podían sufrir daños de las fuerzas malignas invisibles. Durante 40 días después del parto, si la mujer necesitaba salir fuera de casa después de la puesta del sol, era obligada a llevar consigo ascuas ardientes. La ropa del bebé olvidada fuera de la casa después de la puesta del sol y bajo las estrellas, también tenía que ser purificada con fuego.
Existe una serie de ritos que exigen saltar sobre fuego. Es una práctica que trae salud, según las creencias populares. Para este fin en marzo se suelen hacer fogatas especiales.

El 1 de marzo, cuando se celebra el Día de la Abuela Marta que simboliza la aproximación de la primavera, antaño se quemaban los objetos inútiles. El 11 de marzo se celebra la festividad de Mladentsi, y el 25 de marzo, la fiesta cristiana de la Anunciación. En estos días a través del fuego se ahuyentan simbólicamente las serpientes, los lagartos y las alimañas. El 1 de mayo se celebra la festividad tradicional de Eremia, día de las serpientes y los lagartos). Los búlgaros realizaban ritos para ahuyentar a estos enemigos del hogar y de las faenas agrícolas. En vísperas de la fiesta, después la puesta del sol, las mozas, las mujeres casadas durante el último año y los niños recorrían la casa y el patio. Pronunciaban frases exorcistas produciendo un fuerte ruido con objetos de hierro pasados por fuego. En muchos sitios se encendían fogatas sobre los cuales saltaba la gente.

Las fogatas de primavera protegen, purifican y preparan la fertilidad en verano y en otoño. Uno de los ritos con fuego más famosos en esta época del año se realiza el último domingo que precede la Cuaresma, llamado Zagovezni. En algunas partes del país se ponía en algún lugar alto una cesta ardiente o un odre de alquitrán. En otras zonas se hacía girar sobre la cabeza un palo partido en uno de sus extremos, con un manojo de paja metido en la fisura. La paja se encendía y con su ayuda se ahuyentaban las fuerzas mal. Las llamas que echan estos objetos se asocian con el sol y representan una especie de magia solar, un homenaje al Astro Rey y una forma de potenciar su vigor. Fogatas rituales se hacen también en la región de Strandzha, en el día de los Santos Constantino y Elena. El fuego que arde en el hogar en Nochebuena también posee una fuerza especial, incluso las cenizas que deja se consideran curativas.
Paralelamente al culto al fuego como una fuerza creativa, el pueblo búlgaro practicaba ritos que protegían al hombre de la fuerza destructiva de los desastres naturales. En verano, después del día de San Pedro y San Pablo, en el día de San Elías (llamado tradicionalmente Ilinden y celebrado según el calendario ortodoxo el 20 de julio), y en los días de las canículas se realizaban ritos que protegían de incendios. En estos días estaban prohibidas determinadas actividades. Incluso está prohibido prender fuego.

Una vez al año en cada pueblo se realizaba el rito del prendimiento de fuego nuevo, llamado también fuego salvaje, vivo o divino. Los etnógrafos búlgaros han descrito esta práctica en muchas zonas del país. En algunas regiones el rito se realizaba por uno de los dos hijos de la familia, el menor o el mayor, siempre que sus padres estuvieran vivos.
Según las creencias, el fuego caía del cielo en el tercer día de las canículas, el 17 de julio. Por eso el “prendimiento” se hacía justo en ese día. Entonces se limpiaban todos los fogones del pueblo. El nuevo fuego se prendía frotando un palo de avellano en forma de huso contra dos palos de tilo. Alrededor del palo de avellano enrollaban una cuerda y los hombres del pueblo se turnaban en tirar de la cuerda para que el palo de avellano girara y frotara los palos de tilo hasta que saltaran chispas y fuego.
Luego cada dueña de casa llevaba a su hogar en silencio brasas ardientes del fuego joven. Este rito se hacía también cuando aparecía una pandemia que afectaba a los hombres o a los animales. 

Versión en español por Vésela Petrova
По публикацията работи: Albena Bézovska


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