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Los buscadores de tesoros

Foto: BGNES
Hoy les presentaremos algunas leyendas búlgaras sobre tesoros escondidos y sobre las personas que, no obstante la prohibición de su búsqueda y los riesgos que encierra la misma, no cejan en el esfuerzo por descubrirlos: los buscadores de tesoros. Las tierras de Bulgaria abundan en tesoros escondidos. Algunos han quedado de tiempos de los tracios, los primeros pobladores de estas tierras; otros los hemos heredado de los romanos y los bizantinos. Otros más fueron enterrados por bandidos osmanlíes. Cuando no podían cargar con el botín, éstos solían enterrarlo en algún lugar secreto con la esperanza de volver un día para recogerlo. De ese mismo modo procedían los rebeldes búlgaros jaidut y komita. Al verse en una situación sin salida, enterraban el dinero juntado para adquirir armas para la lucha contra la dominación otomana, de modo que las autoridades turcas no pudieran decomisarlo.

Tal vez el tesoro más famoso en nuestras tierras sea el del legendario rebelde Valchan y su ayudante, el pope Martín. Los dos atacaban a los recaudadores de impuestos que recorrían el país y se apropiaban del dinero que habían reunido; atacaban también a los ricos turcos y búlgaros para apropiarse de su dinero. Se dedicaban, además, a la búsqueda de tesoros. Así lograron amasar una enorme fortuna que las leyendas estiman en de toneladas de oro, objetos de metales preciosos y reliquias. Según una leyenda, con el oro que había juntado, el rebelde Valchan intentó pagar un rescate por la libertad de Bulgaria. Emisarios suyos comparecieron ante el zar de Rusia con la propuesta de costear todos los gastos de una eventual guerra rusa contra el Imperio Otomano: desde las municiones y los sueldos de los soldados hasta las pensiones debidas a las viudas y los huérfanos. Lamentablemente, el zar ruso no se animó a declararle la guerra al Imperio Otomano por no creer que un rebelde pudiera poseer tanta riqueza como para costear una guerra. También hoy en las regiones de las montañas Strandzha y Sakar, a lo largo de toda la cordillera de los Balcanes, en la zona de Ruse, ribereña del Danubio, y en otras partes de Bulgaria se cuentan leyendas sobre la riqueza del rebelde Valchan y su ayudante, el pope Martín.

Se considera que se pueden hallar tesoros escondidos en proximidad a antiguas fortalezas y monasterios, en cementerios y grutas. Según la creencia popular, el tesoro suele estar enterrado en un cofre, una tinaja o una jarra. Para esconderlo se elegía un lugar especial al pie de un árbol, en proximidad a un vado, debajo de un puente, una fuente o un pozo, etc., y alrededor del sitio se dejaban determinadas señales que indicaran aproximadamente su lugar. Se elaboraban también mapas de papel, piedra o metal. Según las leyendas, todo tesoro que haya permanecido en la tierra un mínimo de nueve años, tiene su duende: un ser demoníaco que lo custodia. El duende aparece en horas de la noche y ataca a los viajeros tardíos. Los viajeros temerosos se llevan un buen sobresalto, enferman y en pocos días mueren. Los valientes, en cambio, entran en combate con esa criatura demoníaca. Si logran cogerla de las orejas y sujetarla así hasta que se escuche el primer canto del gallo en la madrugada, el duende desaparece y en manos del viajero valiente quedan los asideros de la tinaja con el tesoro.
Según otras leyendas, los tesoros suelen ser custodiados por una serpiente e incluso por un dragón, que se comporta como su amo. Quienes entierran el tesoro colocan sobre él una cuerda, una cadena o una faja y, con palabras mágicas, la convierten en un reptil. Quien adivine de qué ha sido hecha la serpiente: de una cuerda, una cadena o una faja, deshace la magia que protege el tesoro y se lleva todo el oro. Por el contrario, quien no lo adivine, enferma y muere. Existe también la creencia de que el dinero contenido en un tesoro es venenoso. Quien lo toque o aspire su halo, se asfixia y muere.

Según la creencia popular, en cuanto el tesoro sea destinado a determinada persona por la voluntad de Dios, esa persona verá en sueños el lugar en que se halla escondido. Hay, sin embargo, gran cantidad de buscadores de tesoros que no esperan verla en sueños para buscar la riqueza escondida. La mayoría son varones, aunque hay también mujeres buscadoras de tesoros. Algunos ancianos recuerdan que Boris III, rey de los Búlgaros (1918-1943) también era tentado por la búsqueda de tesoros. Los buscadores confían que en horas de la noche, sobre todo en la víspera del 24 de junio, día de San Juan Bautista según el calendario cristiano ortodoxo, sobre el oro enterrado aparecen unas llamas o una luz, y si uno está en el lugar acertado y a la hora debida, las verá y encontrará el botín.

A veces, los buscadores de tesoros suelen llevar consigo a un adivino para que les indique el lugar en que está enterrado el cofre o la tinaja. Al excavar la tierra toman medidas especiales. Trabajan en silencio absoluto porque de lo contrario el tesoro se irá hundiendo más y más, y nadie podrá descubrirlo. Para tener éxito en la búsqueda, hay que hacer un sacrificio como una especie de rescate pagado por el tesoro. Para saber qué sacrificar, el buscador disipa sobre el presunto lugar del tesoro un poco de harina o de cenizas de fuego y al día siguiente mira qué huellas hay sobre ellas. Si son de un animal doméstico o una ave, hay que sacrificar precisamente un animal doméstico o una ave, pero si son huellas humanas, ello significa que el tesoro reclama un sacrificio humano y quien lo extraiga de la tierra morirá. Los buscadores de tesoros afortunados suelen obviar la maldición que acompaña todo tesoro haciendo un “bien”, esto es, repartiendo parte del dinero encontrado entre los pobres, construyendo una fuente de agua, una iglesia o un monasterio, etc. Y sin embargo, la mayoría de los buscadores se vuelven víctimas del tesoro encontrado. Por toda Bulgaria se narran leyendas sobre buscadores que, al encontrar el tesoro, perdieron la razón o murieron inesperadamente, y cuyos descendientes son perseguidos por la maldición hasta la novena generación. Por eso se afirma que el oro encontrado trae suerte y felicidad únicamente a los huérfanos. 

Versión en español por Raina Petkova
По публикацията работи: Vihra Baeva


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