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Día de la independencia de Bulgaria: 22 de septiembre


El Manifiesto que proclama la Independencia
En el año 1908, el día 22 de septiembre, se proclama la Independencia de Bulgaria que se emancipa así definitivamente de un dominio otomano de cinco siglos. El nuevo Estado llegaba a su nueva condición treinta largos años después de una guerra entre Rusia y Turquía, conflicto que habría de ser libertador para los búlgaros.

La conflagración ruso-turca a que aludimos, concluyó el 3 de marzo de 1878, fecha en que en una pequeña localidad de San Stefano, cerca de Estambul, se firmó el Tratado de Paz entre los dos imperios – el ruso y el otomano – que acordaron restituir las fronteras étnicas del Estado búlgaro. No obstante, una Bulgaria fuerte, de territorio extenso, contradecía los criterios de las grandes potencias de Occidente. A los pocos meses de firmarse el Tratado de San Stefano, en Berlín se convocó una convención de las potencias occidentales, que en la historia búlgara se conoce bajo el nombre de Congreso de Berlín, y que revocó el anterior tratado, al tiempo que, de paso, daba arreglo a otros contenciosos territoriales en el Sudeste de Europa. Según se falló en el Congreso de Berlín, las tierras búlgaras al norte de la cordillera de los Balcanes, junto con el área de Sofía, configuraban el llamado Principado de Bulgaria. La parte sur del país, en cambio, bajo el nombre de Rumelía Oriental, aunque dotada de autonomía administrativa, permaneció bajo el poder político y militar del sultán. Y los confines del sudoeste de los territorios poblados de búlgaros, a saber las regiones de Macedonia, Tracia del Egeo y Edirne (o Andrinópolis), siguieron formando parte como antes del Imperio Otomano.

El año 1885 marcó un hito importante de la historia búlgara: el Principado de Bulgaria y Rumelía Oriental, se unificaron tras una operación brillantemente preparada y efectuada con éxito por medios pacíficos. Aún así, Bulgaria seguía siendo un principado vasallo del Imperio Otomano. Las circunstancias favorables para poner fin al oprobioso vasallaje confluyeron en 1908. Los círculos diplomáticos búlgaros, apercibidos de los propósitos del Imperio Austro-húngaro de anexar completamente Bosnia y Herzegovina (que Austria-Hungría estaba administrando a raíz de la Guerra Ruso-Turca), se pusieron en acción y lo hicieron, ciertamente, con sagacidad, habilidad y valor para afirmar la nueva condición de Bulgaria. A su regreso de una visita a Viena, el príncipe Ferdinand, anunció, precisamente el 22 de septiembre de 1908, la Independencia de Bulgaria.

De hecho, Bulgaria siguió el camino de todos los Estados balcánicos que acababan de emerger de la dominación otomana. A excepción de Grecia, las demás naciones no obtuvieron enseguida su estatuto independiente. Hubo un período, que en lenguaje moderno tal vez podríamos llamar “de prueba”, que se vivió tanto en Servia, como en Montenegro o Rumania. En aquel lapso los Estados recién formados hacían su andadura por el camino del desarrollo interno e internacional. Los flamantes Estados, que ya habían dejado de pertenecer al Imperio Otomano, cayeron, de hecho, bajo el dominio de las potencias occidentales. Los jóvenes países balcánicos no estaban facultados para concertar convenios comerciales y menos todavía acuerdos militares, sin el visto bueno de las grandes potencias y del Imperio Otomano. Como se recordará, los búlgaros no podíamos ni siquiera nombrar al príncipe, nuestro propio jefe de Estado, sin el consenso de Occidente. Todo esto estaba concebido como garantía de la influencia de las potencias europeas en la Península Balcánica.

¿Cuál fue el contexto nacional de Bulgaria en que se llegó a la proclamación de la Independencia?

Los acontecimientos más importantes que atrajeron la atención mundial sobre Bulgaria fueron, primero, la Unificación – una decisión absolutamente civilizada a raíz de la cual casi se dobló el territorio y la población del país –, y después la victoria de Bulgaria en la guerra contra Serbia, que el monarca del vecino país, seguro de que saldría airoso del conflicto, declaró so pretexto de que la Unificación alteraba el equilibrio político de la Península Balcánica. En aquellos años, poco después de su liberación nacional, Bulgaria impresionaba por la evolución estable de su economía, el nivel de la instrucción pública, la libertad de prensa y la vida parlamentaria que con pocas excepciones transcurría sin sacudidas. En su mayor parte todos aquellos logros habían sido alcanzados en vísperas de 1908, y la proclamación de la Independencia, prácticamente, formalizaba esa evolución positiva.

La reacción de las Grandes Potencias fue de rechazo que se podía esperar, ya que de hecho por segunda vez después de la Unificación, los búlgaros infringían las cláusulas del Tratado de Berlín. Pero la práctica demostraba que ese paso había sido lógico y natural para los búlgaros y que negarlo implicaría graves consecuencias políticas y militares. No cabe olvidar que Bulgaria contaba ya con un ejército de 300 mil hombres de probada aptitud en el campo de batalla. Así pues, uno por uno, los países europeos fueron reconociendo la legitimidad de aquel acto de los búlgaros.

Aquel acontecimiento en la nueva historia búlgara fue un acto que permitió a Bulgaria terminar integrándose en el concierto europeo de los Estados civilizados y modernos. Ya no había impedimentos en los contactos con el resto del mundo. La Asamblea Nacional, o Parlamento búlgaro, ya tenía las facultades de elegir jefe de Estado, que llevaría el título de zar y no de príncipe, sin necesidad de esperar el consentimiento de otros gobiernos. En suma, se abren amplias posibilidades en toda la existencia de Bulgaria en contexto internacional.

Versión en español por Ludmila Petra
По публикацията работи: Boika Ranguelova


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