En días recientes, en una de las salas de Radio Vaticano en Roma, fue presentado el libro del doctor Kiril Kartalov titulado “Monseñor Roncalli y su misión apostólica en Bulgaria”. El autor es corresponsal del Pontificio Comité de Ciencias Históricas, un alto honor depositado en pocas personas. El libro ha sido publicado en italiano y lo enriquece una lista de fuentes documentales inéditas, guardadas en los archivos secretos del Vaticano. En entrevista a radio Bulgaria, Kiril Kartalov hace recordar quién es Angelo Giuseppe Roncalli.
“Monseñor Roncalli arribó a Bulgaria el 25 de abril de 1925 como visitador apostólico y con ello comenzó su carrera diplomática, explica el autor del libro. Permaneció en Bulgaria 10 años, luego de lo cual fue destinado a Estambul por otros 10 años, seguidos por varios años más en París; fue designado patriarca de Venecia y a partir de 1958 es el papa de la Iglesia Católica Romana con el nombre de Juan XXIII. Le llamaban el Buen Papa debido a su gran humanismo personal, su trabajo apostólico y su contacto directo con la gente. La bondad y la benignidad fueron rasgos que caracterizaron toda su vida. No fue casual que en la condición de Sumo Pontífice hizo el mayor gesto hacia el catolicismo al convocar el Concilio Vaticano II que reformó íntegramente la visión del mundo que tenía la iglesia a la sazón.
Le suelen denominar también “el papa búlgaro”, no solo por su proverbial amor a este país sino también y más que nada porque su estancia en Bulgaria dejó una importante impronta en la carrera diplomática del futuro Papa. Monseñor Roncalli desempeñó un relevante papel tras el gran terremoto que sacudió la localidad búlgara de Chirpan en 1928.
“Creó los llamados “comedores papales”, continúa su relato el autor del libro dedicado a monseñor Roncalli. Aseguró alimentación a todos los damnificados que lograba reunir. Hay más. Siempre ayudó a la comunidad católica en Bulgaria y también a todos los cristianos ortodoxos necesitados. En múltiples informes de su correspondencia diplomática con Roma he visto la incitación al papa Pío XI a ayudar a que fueran disminuidas las cuantiosas reparaciones que Bulgaria debía pagar tras la Primera Guerra Mundial”.
Monseñor Roncalli aportó a superar los dogmas eclesiásticos que acompañaron el casamiento de la princesa italiana y católica Juana de Saboya, hija de Víctor Manuel III, con el Rey Boris III, que era cristiano ortodoxo. Las múltiples misiones diplomáticas rindieron resultado y el 25 de octubre de 1930 Boris III y Juana de Saboya contrajeron matrimonio en la basílica de Asís.
El doctor kiril Kartalov dio con un documento que prueba la actitud negativa de la Santa Sede hacia el último rey de Bulgaria.
“Boris III y Juana de Saboya firmaron una carta dirigida al Papa Pío XI en que hacían la promesa de que su boda sería católica y que sus hijos, no obstante el género de que fueran, serían bautizados en la fe católica, explica el doctor Kartalov. Sin embargo, eso no sucedió. Boris III defendió sus intereses de estado y su propia dignidad ante el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica Romana. El casamiento realizado en la catedral ortodoxa de San Alejandro Nevski en Sofía no debía repetirse. El bautismo de la princesa María Luisa efectivamente debía hacerse en la fe católica, pero debido a varias circunstancias concretas de aquel momento tampoco esto se hizo realidad. Lo mismo sucedió con el Príncipe Simeón, pero entonces monseñor Roncalli ya se encontraba en Estambul. Él rogó en múltiples ocasiones que las promesas se cumplieran. Mantuvo múltiples conversaciones privadas con la familia real búlgara y advirtió, muy decepcionado, que lo ocurrido daría efectos contrarios a los intereses de Bulgaria”.
Ya en la condición de Sumo Pontífice, Juan XXIII Roncalli desempeñó un enorme papel para poner fin a la Crisis del Caribe en 1962, ayudando el diálogo entre el presidente norteamericano John Kennedy y el líder de la URSS a la sazón, Nikita Kruschef. Ello le mereció el premio Balzan de paz. Luego, nació uno de los documentos más importantes de la Iglesia Católica moderna, la encíclica Pacem in Terris del papa Juan XXIII, que reviste enrome importancia también en nuestros días. “No dudo en afirmar que este documento es como es gracias a los 10 años de estancia de monseñor Roncalli en Bulgaria”, afirma convencido el doctor Kartalov.
Como otra prueba más del enorme amor de monseñor Roncalli por Bulgaria, el doctor Kartalov cita parte de su última prédica en Bulgaria el 31 de diciembre de 1934, en que dijo:
“Al pasar alguien de Bulgaria al lado de mi casa, durante la noche o en momentos difíciles de su vida, siempre encontrará en mi ventana una vela encendida. Que toque a la puerta. Nadie le preguntará si es cristiano católico u ortodoxo. Basta con que sea un hermano de Bulgaria”.
Tras la muerte del papa Juan XIII, el 3 de junio de 1963, fue cumplido su legado de que en su ventana fuera encendida una vela por Bulgaria.
El Vaticano canonizará al “papa búlgaro” Juan XXIII en ceremonia solemne en la Ciudad Eterna el próximo 27 de abril.
Versión en español por Raina Petkova
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