Si los propietarios de esclavos hubieran podido mirar en el futuro y ver cómo funcionan las hipotecas, enseguida hubieran empezado a conceder créditos a sus esclavos. Nos acordamos de éste postulado antiguo porque las enmiendas a la Ley de crédito al consumo afectan a tres millones de consumidores, al sector bancario y las empresas de créditos rápidos. Los búlgaros deben a los bancos casi 10 mil millones de euros, cuantía que equivale al 23% del PIB. Los préstamos más costosos, los llamados créditos rápidos, llegan a sumar mil millones de euros y precisamente éstos motivaron las controvertidas enmiendas, ya que sus intereses a veces llegan al 1000%.
Esta ley económica tan sensible ha separado a los políticos de distintos partidos y los expertos del sector. Uno de los cambios es la eliminación de la tasa de pago anticipado de los créditos hipotecarios. Algunos han acusado a los diputados de ser populistas, otros temen de “turismo crediticio”, porque el cambio afecta también a los créditos antiguos. De esta manera, las personas que ya tienen créditos se trasladarán de un banco a otro en busca de las condiciones más favorables. La situación era parecida durante el boom crediticio, cuando la lucha por el dinero fue feroz y se llegó al “turismo de depósitos”. En aquel momento los búlgaros recorrían los bancos uno tras otro en pos de los tipos de interés más altos. Ahora existe el riesgo de que algún banco comience a aplicar una política agresiva para hacer dumping de los precios de los competidores, y el resto puede decidir seguir su ejemplo para no perder a sus clientes. Esto es bueno para los consumidores de a pie pero puede debilitar el sistema. Está claro que los bancos perderán una parte de sus beneficios y por esto la banca se opuso a las enmiendas, y los banqueros guardaron silencio y no comentaron las nuevas reglas de obtener crédito.
La batalla ha sido ganada, pero la guerra no. Por esta razón algunos expertos temen que los tipos de interés de los bancos suban y que se reduzca también la financiación de compra de inmuebles. Por ejemplo, si ahora los bancos conceden un 80% del precio de la casa, en las nuevas ofertas nos proporcionarán tan sólo el 50%. O sea, el resto del dinero debemos asegurárnoslo nosotros mismos, que es un ejercicio bastante complicado incluso para la clase media.
La otra enmienda a la Ley de créditos es la introducción de un tope del 50% para los gastos de los créditos al consumo. De esta manera, los diputados intentan atacar a los especuladores de las llamadas empresas de créditos rápidos. “Ataque contra los usureros”, ha denominado a la enmienda uno de los depositarios. La usura proliferará, dicen, por su parte, algunos analistas y expertos financieros, porque nadie puede ser más inteligente que el mercado, y la introducción de regulaciones desplazará a muchas empresas de créditos rápidos al sector de la economía sumergida. Algunos ya han advertido que regresarán los tiempos de los delincuentes y extorsionistas, porque la gente que necesita préstamos pequeños y rápidos los pedirá a los usureros, cuya actividad no está reglamentada. Es algo como el precio de la leche que cuesta 1 euro, pero el Estado impone un precio de 50 céntimos. Se dan Uds. cuenta que al poco tiempo no habrá leche en las tiendas, y que la demanda determina la oferta, compraremos leche en el mercado negro. Lo mismo ocurrirá con los créditos rápidos que son solicitados sobre todo por personas con un perfil de riesgo. En realidad, el objetivo de esos cambios es reducir las estafas mediante unas condiciones crediticias engañosas, así como la compra impulsiva de productos caros que se hace sin haber reflexionado bien. La práctica en Europa muestra que en la mayoría de los países no hay un tope de los créditos y, que países que antes lo habían introducido, ahora abandonan la idea.
El diablo está en los detalles. Precisamente, la letra pequeña en los contratos de los bancos y de las empresas de créditos rápidos ha provocado conflictos, discusiones e incluso presión física. Muchas personas no saben qué es lo que firman y, luego, ya es tarde. Con sus prácticas desleales los bancos se han ganado las antipatías de los consumidores y ahora reciben un castigo. La cuestión es, ¿quién pagará la cuenta al final?
Versión en español por Ruslana Valtcheva
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