Según las definiciones científicas, el viento es el flujo de gases a gran escala. En la Tierra, el viento es el movimiento en masa del aire en la atmósfera en línea horizontal. Günter D. Roth lo define como “la compensación de las diferencias de presión atmosférica entre dos puntos”.
Desde tiempos inmemorables, los búlgaros han estudiado las características de los vientos que soplan en estas tierras. En su afán de proteger a su familia, su hogar y los frutos de su trabajo, han establecido con exactitud el momento en que aparecen y los efectos que causan los diferentes vientos en su región.
En el folclore búlgaro los vientos están clasificados según los puntos cardinales. El que viene del norte es llamado Norteño y Danubiano (ya que el Danubio está al norte del país); el que viene del sur y trae el calor y el buen tiempo es llamado el viento Blanco o Bondadoso; a causa de las nieblas que trae el viento que viene del este es el Nebuloso o Marnegrino (ya que el Mar Negro está al este de Bulgaria), y el viento occidental es llamado Sofista, ya que Sofía está en la parte oeste del país.
Según una leyenda, los vientos se encuentran encerrados en una gran gruta o un fuelle, custodiados por un anciano que ha perdido el oído, por una anciana ciega, por San Elías o por el propio Dios. Si soplan largo tiempo es porque el anciano no puede encontrar la boca de la gruta o del fuelle para taparla.
En Bulgaria del sur se creía que los vientos nacían en Nochebuena y eran bautizados en el Día de los Reyes Magos. En los cuentos tradicionales, los vientos con frecuencia riñen entre sí. A veces sus peleas son temibles. Hay una leyenda sobre los cuatro vientos llamados el Negro, el Blanco, el Azul y el Rojo. El peor de todos era el Negro porque se comía a los humanos. Se casaron los cuatro con las hijas de un anciano pobre. La esposa del Negro era muy infeliz por la maldad de éste. Se enteró que en cuanto su marido se dormía, el corazón se le convertía en un huevo colocado en un nido de águila. Una noche ella esperó que el marido se durmiera y se llevó el huevo al monte… Al despuntar el alba, éste se partió en sus manos y así la mujer quedó libre del malhechor.
Además de los personajes “ventosos” de que hemos hecho mención, en el folclore búlgaro existen otras imágenes más relacionadas con el viento. Uno de los nombres más hermosos que los búlgaros han dado a un viento es Polibnik (es decir amoroso), con el que designan a la ligera brisa que sopla al amanecer, al mediodía y muy entrada la noche. Es especialmente beneficioso el viento que sopla durante la trilla porque separa los granos de la paja. En la región de Strandzha (en el sudeste de Bulgaria) incluso se hacía una ofrenda al viento durante esa época.
He aquí un cuento tradicional protagonizado por el viento: Érase una vez una viuda que tenía un hijo pequeño. Los dos trabajaban infatigablemente y lograban llenar el granero de trigo. Una tarde la madre mandó a su hijo a que trajera harina de la despensa. El niño obedeció pero al salir al patio, el viento sopló y se llevó la harina de sus manos. Volvió a por más harina pero una vez más sucedió lo mismo. Se enfadó el muchacho y echó a correr tras el viento. Todos le decían que no lo hiciera, ya que perseguir al vierto es empresa peligrosa, pero el muchacho no cejó en su empeño. Por fin alcanzó al viento y le pidió que le devolviera la harina.
“Lo que me pides es imposible, muchachito. ¿Acaso hay viento que pueda retener la harina?”, contestó el viento pero, para premiar al muchacho por su valentía, le obsequió un pañuelo milagroso. Con decir “Pañuelito, dame de comer”, éste se llenaba de toda suerte de manjares. En su camino de regreso, el muchacho se quedó a pernoctar en una taberna, donde los taberneros le robaron el pañuelo. Fue nuevamente el niño adonde el viento y éste le obsequió un gallito mágico. En cuanto abría la boca para cantar, de ella caían monedas de oro. Sin embargo, los taberneros, codiciosos a más no poder, se robaron también el gallito. Entonces el viento decidió castigarlos. Dio al muchachito una varita mágica que, al ordenárselo, daba una buena paliza al malhechor. Volvió el muchacho donde los taberneros y gracias a la varita mágica recuperó su pañuelo y su gallito milagrosos y regresó, muy feliz, a casa junto a su madre…
Versión en español por Raina Petkova
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