Bulgaria acaba de vivir una crisis bancaria. Una crisis que en gran medida era inventada y sin razones reales, pero que, como todas las crisis, puso sobre la mesa una serie de preguntas. Una de ellas fue: si esta crisis no se hubiera evitado y resuelto con más facilidad, si el país fuera parte de la Zona del Euro, por contar con la ayuda de los demás países de esa zona monetaria y del Banco Central Europeo. Esta pregunta era completamente lógica sobre el telón de fondo de lo que los países de la eurozona hicieron en los últimos años para salvar a nuestra vecina meridional, Grecia.
En realidad las relaciones de Bulgaria con y hacia el euro son un problema que existe desde la introducción de la moneda común europea en 2002. Mucho tiempo antes de esto, la moneda nacional búlgara estaba oficialmente anclada al marco alemán mediante el sistema del Consejo Monetario con la introducción de un tipo de cambio fijo. Después de que el marco alemán se transformó en euro, el lev búlgaro resultó atado a la nueva moneda europea. Atado a sus éxitos y fracasos, pero sin que, a nivel europeo, sea admitido oficialmente en la unión monetaria. Desde ese momento datan las diferentes interpretaciones, análisis, comentarios y pronósticos sobre las ventajas y las perspectivas ante la adhesión a ese club bastante cerrado, al que de hecho nuestro país pertenece, pero sin poseer un carnet de socio con los respectivos derechos y obligaciones.
“No existe una fecha determinada o un período en el que esto pueda ocurrir. Cada año Bulgaria cumple con determinadas acciones que se requieren para que se convierta en parte de la Zona del Euro”, explica el experto en economía Lachezar Bogdanov del Instituto Sociedad Abierta. “Hay algunas cosas que no cambian y que están relacionadas con la legislación con respecto a los bancos centrales, algunos matices pequeños que, sin embargo, pueden ser cambiados en caso de que haya una invitación clara de que Bulgaria entre en la siguiente etapa de adhesión a la Zona Euro”.
El antiguo amor de Bulgaria hacia el euro, sin embargo, no parece ser compartido, ni tampoco sigue siendo tan fuerte como antes. Los hechos señalan que ni el Banco Central Europeo desea admitir nuevos miembros, ni los países de la eurozona desean su ampliación inmediata, ni los partidos políticos y los círculos de negocios en Bulgaria consideran que la adopción del euro sea una prioridad de urgencia. Sigue estando el hecho de que el tratado de adhesión de Bulgaria a la Unión Europea prevé que el país está obligado a introducir el euro, pero no está señalado cuándo ha de suceder esto. Bulgaria, desde hace tiempo, pretende que es uno de los países europeos más estables desde el punto de vista financiero y que la mayoría de los países de la eurozona sólo pueden envidiar las restricciones presupuestarias en nuestro país. Hay que añadir los datos sobre la deuda externa, la inflación, el déficit presupuestario, etc. que permiten a las autoridades oficiales en nuestro país asegurar que Bulgaria prácticamente ha cumplido con los requisitos formales de entrada en la eurozona.
“En esta etapa se observa una situación de espera por parte de ambos lados. Lo segundo, que es muy importante, es que fuera de los criterios formales o los criterios de Maastricht, tal y como los recordamos de hace años, existe también el requisito de que nuestro país cumpla con esos criterios de manera sostenible”, señala Lachezar Bogdanov del instituto Sociedad Abierta. “Esto es en realidad el elemento de subjetividad que en la práctica permite hacer los comentarios que, incluso cumpliendo en la actualidad esos criterios, existe la duda de si se cumplirán de manera sostenible en el futuro también”.
Sobre el telón de fondo de todo esto se puede decir que ni Bulgaria tiene prisas en introducir el euro, ni la Zona del Euro necesita urgentemente nuevos miembros. Es evidente que los cónyuges en el futuro inevitable matrimonio por conveniencia todavía no están preparados para ponerse las alianzas y comprometerse de manera definitiva.
Versión en español por Ruslana Valcheva
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