En esta fecha, 6 de agosto, se celebra la Transfiguración de Jesús, una de las doce festividades divinas. Fue establecida en los albores del cristianismo. Las creencias populares, los ritos y los tabúes en torno a esta festividad se asocian a los cambios que se deben al reajuste del reloj biológico. Además, reflejan el afán infinito por tener un comportamiento correcto, acorde a las leyes y los mandamientos de Dios, tal como los leyó el pueblo en el libro abierto del ciclo de la naturaleza y de la vida.
A pesar de celebrarse en el apogeo del verano, en el concepto popular, la Transfiguración marca la transición al otoño. El sol vuelve la espalda al verano para mirar hacia el invierno. El día se hace más corto, las serpientes y los lagartos se esconden en sus refugios, las golondrinas se reúnen para emprender su periplo al sur.
Según una creencia difundida en varias aldeas del monte Ródope, Dios hace un surco desde el cielo hasta la tierra en señal de que la siembra otoñal de los cultivos ya puede empezar. Dicen que en vísperas de la Transfiguración se abren las puertas divinas y aparece el Creador mismo para cumplir los deseos de quienes fueron testigos de este milagro. Esta creencia se refiere principalmente a otro momento divisorio en la naturaleza, el 6 de enero, Epifanía del Señor o Día de Jordán, como lo llama el pueblo búlgaro, ya que la celebración simboliza el bautismo de Jesucristo en el río Jordán. No obstante, la esperanza de una luminosa transformación y de cambios mantiene despierta a la gente también en vísperas de la Transfiguración de Jesús. En muchas partes de Bulgaria, las madres hacían a sus retoños mirar al cielo nocturno para no perder el momento y les recomendaban pedirle al Señor salud y riqueza. Enseñaban a los jóvenes que era el momento del balance y de la transformación interna, antes de que cambiaran las estaciones y la naturaleza se sumiera en la calma del invierno.
La costumbre más difundida en este día es la bendición de la uva. Los dueños de los viñedos llevan a la iglesia la primera uva madura y los sacerdotes rezan, acompañando su oración con cánticos. Luego, las mujeres reparten la fruta santificada entre los miembros de la familia, los parientes y los amigos. En algunas regiones salen en el camino y ofrecen uva a los pastores que pasan. La santificación de la uva es un momento clave, ya que de ella se hace el vino que simboliza la sangre de Cristo. La tradición búlgara prohíbe comer uva antes de la misa de Transfiguración. En la comunidad kapán (grupo etnográfico de búlgaros que habita el noreste del país) la tradición prohíbe comer uva y sandías rojas porque dejarían marcas desagradables en la cara. En algunas zonas de Bulgaria, junto con la uva, a la iglesia se llevan moras y se practica el mismo rito. Cuenta la leyenda que Dios creó la vid y su fruto para dar con ellos su bendición a la gente. Para seducirla a comer de su fruta, el Diablo creó la mora, que madura antes que la uva. Por esto la tradición popular veda el consumo de moras antes de que madure la uva, es decir, antes de la Transfiguración. El día de la festividad primero se debe comer la fruta de Dios.
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