En los últimos años la práctica de las familias de acogida va extendiéndose en Bulgaria, no obstante las dificultades iniciales en este sentido. En 2009 varias familias de acogida constituyeron una Asociación para dar apoyo a este servicio social y ayudar el proceso de cierre de las antiguas instituciones que se dedicaban al cuidado de los menores sin familia o carentes de cuidados paternos y sustituirlas por la atención de los chicos en familias de acogida.
A fecha de hoy son alrededor de 200 las familias de acogida que integran esta asociación, cuya finalidad es dar apoyo emocional a las personas que hayan abrazado la causa de atender a hijos ajenos como propios. No hace mucho, la asociación decidió crear un Centro de Formación Profesional de Padres de Acogida. Según la Agencia de Asistencia Social, hoy en Bulgaria hay unas 2.000 familias de acogida que cuidan de casi el mismo número de menores que precisan de este servicio social. Resulta, sin embargo, que hay unas 300 familias dispuestas a acoger en su hogar a menores pero que no encuentran tales menores. El mayor número de estas personas está concentrado en Shumen y en las regiones de Pazardzhik, Pleven y Varna.
El problema es debido a la mala planificación de los servicios de acogida de menores. En algunas zonas del país ésta es promovida como forma alternativa de empleo y allí hay gran número de familias con autorización para ejercer la acogida, y escasez de menores que puedan beneficiarse de esta atención
“En otros sitios, la acogida de menores es gestionada de modo diferente”, explica Mirsolav Dolapchev, presidente de la Asociación de Familias de Acogida. “Primero se analiza cuántos menores precisan de este servicio y luego se da formación a las familias de acogida. En lugar de aprobar a más y más candidatos a ejercer la acogida en su hogar, se da formación solo a los que el municipio realmente necesita”.
El presidente de la Asociación de Familias de Acogida estima que con el tiempo irán retirándose de esta práctica las personas cuyo móvil para acoger a un menor ha sido el factor económico porque “al atender a un menor acogido uno debe dar mucho más de lo que recibe”.
¿Es una profesión o una vocación la de la familia de acogida?
“No sabría decirlo. Lo veo más bien como un deber hacia la sociedad. Para mí no es una profesión, ya que ejerzo la acogida como voluntario. En Sofía existe el mayor número de padres de acogida. Mi familia llevaba años buscando la manera de ayudar a los menores carentes de cuidados paternos. Los visitábamos en los centros sociales en que se encontraban internados, junto con muchos otros voluntarios. Con el tiempo nos dimos cuenta de que eso no tenía mucho sentido, ya que no cambiaba la vida de ningún menor. Gracias a unos amigos de la fundación Para Nuestros Niños, que nos comentaron lo que es la acogida de un menor en la familia y cómo podríamos ayudar directamente a un niño y cambiar su vida, decidimos con mi esposa hacerlo. No es tan difícil tener en la familia un hijo más. Desde luego, la llegada en casa de un menor procedente de una institución pública, es decir de un orfanato, encierra muchos desafíos pero uno puede superarlos”.
Además de cuidar de su propia hija, desde hace tres años Miroslav y su esposa atienden en su hogar a una niña que fue abandonada por sus padres biológicos. Llegó con solo 11 meses, procedente de la llamada Casa Pequeña, creada por voluntarios en Sofía, donde había sido cuidada por profesionales en los primeros meses de vida.
“Te enfrentas a muchos desafíos, pero al ver cómo cambia el niño te das cuenta que esos retos carecen de importancia. Si de tu propio hijo te responsabilizas solo ante ti mismo y ante Dios, de un menor tomado del orfanato te responsabilizas también ante el Estado, ante sus padres biológicos, ante el sector no gubernamental que te apoya en este proceso, etc. Una de las dificultades que afrontamos al comienzo es que no habíamos llevado un diario de la crianza de nuestra propia hija. De hecho casi nadie lo hace, pero con el menor acogido sí que tienes que hacerlo. Se apunta todo en ese diario, porque en cuanto el niño se traslade a otra familia o a otro sitio, se deberá conocer cuáles fueron las enfermedades que padeció, cómo evolucionó encontrándose en tu hogar, qué necesidades emocionales o educativos tiene, etc. Si el menor que has acogido procede de un centro social, hay que compensar muchas carencias en su educación, por ejemplo, enseñarle hábitos higiénicos, a comer con el tenedor, a ponerse solo los zapatitos, etc. El esfuerzo suele durar mucho más del que hiciste al educar a tu propio hijo, pero al ver cómo evoluciona el menor acogido, olvidas las dificultades, porque ves que le has ofrecido una oportunidad que en el centro social no hubiera tenido”.
Miroslav y su esposa apuntan meticulosamente la historia de la niñita que han acogido para transmitirla a sus futuros adoptantes. ¿Y no temen el momento de la separación?
“La separación es algo que a todo padre le toca vivir en un momento determinado. Aunque estés muy preparado para ella, nunca sabes cómo vas a reaccionar. Prefiero no pensar en ella. Como padre de acogida sé que un día deberemos separarnos, pero lo que importa más es cómo se sentirá el niño. Nuestra tarea es explicarle que la separación no se debe a que no le queremos o no le tenemos cariño. Es importante que sienta que ha sido querido en tu casa y que será querido adondequiera que vaya”.
Versión en español por Raina Petkova
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