Una de las prioridades del Programa Social de la UE es la lucha contra el fenómeno de las personas sin hogar. En Bulgaria brilla por su ausencia un programa nacional para resolver este problema. Según datos del Ministerio de Trabajo y Política Social, en el primersemestre del año en curso han sido registradas en el territorio nacional 1169 personas sin hogar, de las cuales, 752 se han acogido a los servicios sociales ofrecidos por el Estado. Una parte de estos servicios, empero, resultan inaccesibles para la gente sin hogar, debido a algunos absurdas trabas burocráticas, entre ellas, la exigencia de señalar domicilio fijo.
En el territorio de Sofía en los últimos doce meses están registradas medio millar de personas sin hogar, pero su número exacto es difícil de calcular por la vida nómada que llevan esas personas, señala Mina Vladimirova, jefa de la Dirección de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Sofía. Hay personas sin hogar que han llegado a la capital, procedentes del interior del país. Muchas de ellas son gente de unos 40 años de edad, básicamente hombres. Es inferior el porcentaje de la gente de la tercera edad.
Mina Vladimirova expresa: “En Sofía hay tres centros de alojamiento provisional para tales personas. La misión de los trabajadores sociales es procurar que esas personas sin hogar retornen al mercado laboral del que se encuentran totalmente excluidas. Tratamos de matricular a esas personas en cursos de reciclaje o capacitación en las oficinas de empleo pero lo más importante es restablecer el contacto de las personas sin hogar con sus familias biológicas”.
Las estafas con las viviendas constituyen una de las causas fundamentales para que uno se vea metido en la calle. Hay otro grupo, que es de las personas de la tercera edad que donan sus viviendas a sus hijos y en un momento determinado son expulsados por ellos a la calle. También existe el grupo de personas sin hogar con trastornos psíquicos. “En este caso nos sentimos absolutamente imponentes porque todos los servicios sociales en Sofía se basan en el principio voluntario”, dice la señora Vladimirova. El problema más grave en el trato con las personas sin hogar es poder generar en éstas confianza”, ya que esa gente se siente abandonada, son personas con las que nadie se ha comprometido y las cuales tampoco desean que alguien se comprometa con ellas”.
Bozhana Lateva es directora de los centros de alojamiento de emergencia de personas sin hogar. Estos centros en Sofía son dos. Abren sus puertas el 1 de diciembre y funcionan hasta el 31 de marzo. Bozhana dice que uno de los problemas que afrontan es obligar a una persona sin hogar a que se duche.
“Obligatoriamente bañamos a esas personas y las chequeamos para ver si acaso tienen parásitos. Esa gente se pasa todo el verano en la calle y es normal que no se haya bañado y que tenga parásitos. Desde que abrimos estos centros de emergencia contamos con equipo móviles que recorren las zonas de Sofía y que al toparse con gente sin hogar hacen todo lo posible por su alojamiento en esos centros. Una vez alojadas, las personas sin hogar pretenden ya pasarse todas las noches en ellos. Hay casos en que una tal persona al entrar en el baño para ducharse luego se resista a salir.
Dimitar, de 70 años, es una de esas perdonas que viven en plena calle: “No pudimos vivir bien avenidos con mi esposa. Ella no me hacía caso, al igual que nuestros hijos. Un día mi esposa comenzó a serme infiel. Todos los días salía por la mañana y no regresaba hasta bien entrada la noche. No pude aguantar más aquello y abandoné nuestra vivienda. Llevo ya 20 años viviendo en la calle”, dice Dimitar que antaño había sido peón de obras. Hoy se gana el sustento recogiendo materias primas residuales que vende a los centros de acopio. La vida se le está haciendo cada vez más difícil por los problemas que tiene con las piernas. Cobra una pensión de minusválido de 60 euros. Le bastan para comprarse pan y queso. Dice que no se queja. Lo único que no puede superar es su condición de fumador inveterado. A la pregunta de cómo la otra gente trata a las personas sin hogar, responde: “La gente nos trata bien pero también hay chicos malos que arremeten contra quienes hurgan en los cubos de basura. Esos chicos suelen estar un poco drogados o borrachos. Dicen: “A ese sí que le vamos a dar una paliza”. Hay tales casos pero no son muy frecuentes. Lo más duro es el miedo que uno siente”.
Desde hace una veintena de años Dimitar duerme a la intemperie, a cielo raso.¿Con qué soñaba en sus años de juventud?
“¿Que con qué soñaba? A estas alturas ya me he olvidado de los sueños. ¿Con qué puede soñar uno? Pues, con casarse, con tener hijos. Tales son los sueños del hombre pobre”, dice Dimitar.
Hoy Dimitar lleva una vida falta de sueños. Los sueños los ha truncado el destino, cree que él tiene la culpa por la situación en que vive. No le echa la culpa a nadie y, ni mucho menos, al Estado.
¿Quiere a Bulgaria? Sus ojos comienzan a chispear y dice “Cómo no la voy a querer. Aquí he nacido y no puedo dejar de querer a mi patria” exclama enternecido Dimitar y en ese momento parece un hombre que se ha olvidado de sus cuitas.
Versión en español por Mijail Mijailov
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