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¿Sabemos lo que nos prepara el Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión?

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Protesta contra el TTIP ante el edificio de la Comisión Europea en Bruselas
Foto: EPA/BGNES

¿Estamos enterados de lo que nos prepara el Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión? La respuesta breve es negativa, ya que las negociaciones en torno al tema, iniciadas hace más de un año, son mantenidas en secreto, a salvo de los periodistas y la opinión pública. Se desarrollan, en cambio, con la participación amplia de representantes de las grandes corporaciones de ambos lados del océano. ¿Somos acaso capaces de suponer lo que se nos está preparando?

La respuesta lacónica es afirmativa puesto que ya existen semejantes tratados suscritos entre EEUU y otros mercados mundiales como por ejemplo, Australia y Canadá y así podemos observar el efecto que están teniendo. A propósito, este guión ya fue empleado sin éxito en el período de 1995 a 1997 entre los 29 países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE.

“La redacción del proyecto, revelada en el último momento par “Le Monde Diplomatique” provocó una oleada de protestas sin precedente y obligó a los autores del proyecto a engavetarlo. Quince años después el proyecto vuelve a la orden del día con vestimenta nueva”, señala  en  la citada publicación gala Lori M.Wallach en su artículo titulado “El TTIP, un tifón que amenaza a Europa” y hecho público hace un año. El peligro latente, según el analista, reside en que el acuerdo preparado se propone que los privilegios de las compañías multinacionales cobran la fuerza de una ley que ate las manos y despoje de una parte de su soberanía a los gobiernos nacionales en el terreno dela defensa de numerosos derechos de los ciudadanos.

Para el búlgaro de a pie las siglas TTIP no significan nada, ya que en Bulgaria no se habla de este acuerdo. Unas pocas comunidades como la ecologista y la de los sindicatos intentan dar la voz de alarma junto con sus correligionarios de ambos lados del Atlántico. El 11 de octubre del año en curso numerosos activistas y ciudadanos de Sofía, Varna y Shumen se incorporaron a la acción de protesta internacional contra el Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión organizada en más de 400 ciudades del mundo.

Estaba entre los organizadores Ivaylo Popov, de la asociación ecologista “Por la Tierra”, parte de la red “Amigos de la Tierra”. La indignación apunta, en primer lugar, contra la opacidad en torno a las negociaciones celebradas, explica Ivaylo. La CE no ha autorizado la registración oficial de peticiones de ciudadanos europeos contra la firma de semejante acuerdo falto de transparencia pero la legislación europea otorga el derecho a que se haga tal registración. Si son recolectadas 1 millón de firmas y respetadas algunas condiciones complementarias, la opinión manifestada de este modo por los ciudadanos deberá ser tomada en consideración a la hora de diseñar la respectiva legislación comunitaria. A estas alturas, la recolección de firmas ya está en marcha, aunque en un plano informal pero movida por la esperanza de que al resultar suficiente el respaldo, ésta no podrá ser soslayada por la CE. Hasta el 11 de octubre se habían recogido, en varias semanas, más de 600 mil firmas. Casi no hay barreras aduaneras entre los EEUU y la UE, dice Ivaylo Popov y ahora forman parte del orden del día las llamadas restricciones no tarifarias que se refieren a las normas de producción y para la calidad de los productos, las que, a su vez, tienen que ver con el medio ambiente  y la salud, la independencia de la  Red Global, etc.

“Se llegará a ajustarse a unas normas más bajas en tal o cual esfera, existente tanto en los EEUU como en la UE”, augura Ivaylo. “Se sacrificarán la seguridad y nuestros derechos cívicos a expensas del aumento del comercio, y, en última instancia, del incremento de las ganancias de las grandes compañías”.

A estas alturas nos percatamos del interés de compañías norteamericanas por colocar en Europa sus productos genéticamente modificados o tecnologías para extraer gas de lutita como por suprimir el llamado principio de cautela en la UE en lo tocante a  nuevas tecnologías, mayormente relacionadas con los alimentos, los fármacos y la salud humana. Se contempla que un Tribunal Comercial especial zanje los litigios entre las compañías y el respectivo país que desacate el acuerdo y que se impongan cuantiosas multas que deberá pagar el contribuyente. Podrán depositar quejas ante ese tribunal únicamente las compañías, y no los países afectados. El mecanismo fue inventado en los años 50 del siglo pasado para frustrar el peligro de expropiaciones en países del Tercer Mundo de deficiente sistema jurídico. Sin embargo, no es tal el caso de los EEUU y la UE y un enfoque de este tipo sólo despierta perplejidad. Existen numerosos casos de países que han sido  castigados por el fallo de tribunales a favor de diferentes corporaciones en otras regiones del mundo.

“La Phillip Morris ha ganado pleito contra Australia y contra otros países del mundo, anteriormente, por haber decidido ese país promover una política para reducir el tabaquismo y para obligar a los fabricantes a  vender los cigarrillos sin caratulas atrayentes en las cajetillas. Canadá también se vio obligado a renunciar a tal resolución legislativa. O sea, son conculcados los soberanos derechos de un país de aprobar una legislación que garantice la salud de sus ciudadanos y proteja el medio ambiente y los derechos sociales de los mismos, Y qué decir de las sumas astronómicas exigidas por las compañías y las cuales resultarían ruinosas para un país como Bulgaria”.

El debate en torno a este tema en Bulgaria, por cuanto existe en ciernes, discurre en el contexto de la confrontación entre EEUU y Rusia. A los  impugnadores del Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión, TTIP, se les tilda apresuradamente de anti americanistas y hasta de partidarios de Putin. Se trata de un enfoque contraproducente, puesto que la confrontación en este caso no es entre EEUU y la UE, y, menos aún, entre EEUU y Rusia, sino entre las compañías multinacionales, por un lado, y los ciudadanos de ambos lados del Atlántico, aclara Ivaylo Popov, de la asociación “Por la Tierra”.

Versión en español por Mijail Mijailov



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