“Creíamos que un mundo distinto era posible y que estábamos creando un república diferente que era nuestra propia república de universitarios, y que podíamos ofrecer no una alternativa política, no el mesías de turno sino algo más, que era una alternativa a la vida”, es lo que escribe en su nuevo libro, “Ahora nos toca a nosotros”, Ivaylo Dinev, uno de los líderes de la ocupación de la Universidad San Clemente de Ojrid, de Sofía, que tuvo lugar exactamente un año atrás como una especie de contrapunto a las protestas por las calles contra la clase política en su totalidad, que duraron casi un año y se quedaron sin éxito. Este acto radical de protesta fue el motivo de empezar a hablar de un despertar político de los jóvenes búlgaros, últimamente considerados apáticos. De ahí deriva el nombre de los estudiantes universitarios que ocuparon la universidad: los madrugadores. “Creo que nuestro gesto quedó hasta cierto punto mal entendido e interpretado bajo la influencia de los antiguos patrones de pensamiento típicos de comunismo-anticomunismo, derechas-izquierdas, y no como algo nuevo y diferente”, comenta el autor que es también antropólogo y poeta.
La ocupación de la universidad fue una revuelta de los hijos de la transición, añade Ivaylo Dinev, que se rebelaron contra la realidad después del fin del comunismo en Bulgaria. Muchos de nosotros han tenido un día a día muy complicado, con enfermedades graves, padres sin trabajo o hemos crecido con los abuelos mientras los padres trabajaban en el extranjero; un entorno caracterizado por la profundización de la injusticia social, totalmente distinta del ideal sobre la democracia que antes nuestros padres defendían en las plazas. Los protagonistas de la época en la que han crecido los jóvenes que hoy tienen 25 años no eran los luchadores por una democracia autentica, sino los llamados “mutri”, matones extorsionistas que proliferaron en los años 90 del siglo pasado y principios de este, creados por la clase política para acumular y custodiar la riqueza amasada por algunos con métodos deshonestos.
“En nuestro país consiguen éxito bien los que tenían respaldo político, bien los que imponían sus derechos utilizando fuerza física. A pesar de la entrada de Bulgaria en la UE, los pobres siguieron siendo pobres y los ricos se hacían aún más ricos, aclara Ivaylo. La corrupción que podemos ver por todas partes, los “mutri”, estos protagonistas de las calles que proliferaban sobre todo en los años 90 y principios del siglo 21, gente con apodos irrisorios de vegetales, nos indignan. En nuestro país éxito tienen los tramposos, y no los intelectuales o los que trabajan duro. Mi opinión es que esta era la segunda época de “kardzhalii” en Bulgaria. La primera fue antaño, cuando en el Imperio Otomano aparecieron por todos lados pandillas de ladrones que robaban al pueblo despiadadamente y con impunidad. Entonces búlgaros y turcos se unieron para construir fortalezas con el fin de proteger sus pueblos y sus ciudades. Nuestra reacción era parecida. Nuestra rebelión estaba dirigida contra la transición y sus “héroes”, contra los partidos que gobernaron los últimos 25 años”.
Porque los jóvenes, los universitarios, deberían operar como un sistema inmunológico del cuerpo de la sociedad cuya función es prevenir la aparición de tumores, opina Ivaylo.
“Nuestra generación se ha unido detrás de una causa por primera vez y esta causa era emocional, y no ideológica, señala él. Hemos tenido que superar las ideologías, las diferencias, la división y empezar a hablar de los valores comunes de la humanidad, de lo que está por encima de todo. Es cierto que nuestra rebelión es idealista, difícilmente puede alcanzar los objetivos que se propone porque son demasiado altos. Sin embargo, no hay manera de cambiar el mundo, si decimos que éste no puede ser cambiado. Es cierto también que con una ocupación no podemos cambiar el mundo pero es un acontecimiento mediante el que podemos reconocer como nuestros valores la solidaridad, la libertad, la responsabilidad para convertirlos en proyectos para el futuro”.
En su libro, Ivaylo Dinev trata de analizar lo ocurrido, que él inscribe en una serie de acontecimientos y protestas estudiantiles similares del año 1968, las protestas anticomunistas de universitarios en Bulgaria en 1997, o el movimiento Ocupa y la primavera árabe. El autor opina que la ocupación de la Universidad Central de Sofía ha ayudado a los participantes en ella a adquirir una experiencia invalorable y crecer como ciudadanos. Uno de los modelos que con los que puede contribuir a la sociedad es el anhelo por la democracia directa.
“En mi opinión, la ocupación fue un ejemplo local de una institución revolucionaria que podía ser utilizada como un proyecto para el futuro. Cada uno tenía la oportunidad de hacer sugerencias, debatir, votar. A veces debatíamos unas 14 horas y al final tomábamos una decisión legítima. He aprendido de mi propia experiencia que la democracia directa no esconde tanto riesgo y que, involucrados en ella, las personas crecen como ciudadanos poco a poco cada día, lentamente, pero de forma segura. Por esto pienso que si en Bulgaria hubiese más a menudo referendos y otras formas de participación directa de la mayoría en la toma de decisiones, tomaríamos conciencia de nuestras responsabilidades y nos desarrollaríamos como pueblo con mayor rapidez.”.
El error que los participantes en la ocupación han registrado y que es válido para todo el movimiento de protestas durante el año pasado, fue que no se encontró la manera de involucrar la mayoría de los ciudadanos búlgaros. Existe el peligro de que la gente pierda su fe una vez más por la ineficiencia de las protestas, ya que incluso después de éstas en el parlamento han entrado los mismos partidos y los protagonistas del pasado. Las protestas no han creado una alternativa política. Sin embargo estos movimientos al menos alcanzaron su objetivo mínimo: el de convertirse en un correctivo moral de la política. Ya todos las autoridades en Bulgaria tienen bien claro que en caso de abuso con la confianza de la sociedad, la gente podría salir a las calles de nuevo.
“Nuestro objetivo es revolucionario, pero los pasos deben ser evolutivos”, opina el autor de “Ahora nos toca a nosotros”. Y el objetivo más importante es desarrollar una nueva cultura política de los búlgaros a través de la educación. Precisamente este debe ser la tarea de los participantes en la ocupación de la universidad.
Versión en español por Ruslana Valtcheva
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