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Un cuarto de siglo desde el comienzo de los cambios democráticos en Bulgaria

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Foto: Archivo

Hace 25 años, el 10 de noviembre de 1989, un pleno del Comité Central del Partido Comunista Búlgaro, separó a Todor Zhivkov del puesto de secretario general del partido. Finalizó una época de la historia de Bulgaria y comenzó la transición a la democracia y economía de mercado. ¿Cuáles fueron las causas internas y externas para los cambios en Europa del Este hace un cuarto de siglo?

“Los cambios reasocian a las relaciones entre los dos grandes bloques que se habían formado y sus líderes, EEUU y la Unión Soviética. Tienen que ver con la derrota de la Unión Soviética en la carrera llamada Guerra Fría. En los países de Europa Oriental fueron provocados por las crisis que se produjeron en el Consejo de Ayuda Mutua Económica y el Pacto de Varsovia, así como por las relaciones entre el nuevo líder soviético, Gorbachov, y los antiguos líderes de esos Estados”, señala Iliiana Marcheva, catedrática del Instituto de Estudios de Historia de la Academia de Ciencias de Bulgaria. A su juicio, a pesar de que en la superficie están las causas políticas, los cambios fueron provocados por otros factores.

Después de la Segunda Guerra Mundial, comenzó una industrialización y urbanización que generaron una nueva clase media que residía en las ciudades grandes. A modo de comparación, en Bulgaria en 1939 el 80% de la población era rural y en 1989 el 67% de los búlgaros ya residían en las ciudades.

“En 1944 existían 8 universidades en las que estudiaban 15 mil universitarios y en 1989 las escuelas superiores sumaban 30 y los universitarios, 133 mil, señala Iliiana Marcheva. Fue llevada a cabo una política de progreso científico y técnico, y de intelectualización del trabajo. Todo esto se reflejó en la estructura social de Bulgaria y en el resto de países de Europa del Este. La creación de una nueva clase media fue algo característico también de los países de Europa Occidental en aquel entonces. Sin embargo, mientras allí la sociedad era pluralista, en los países de Europa Oriental existía el dictado de una ideología. Habitualmente se trataba de partidos comunistas y socialistas alrededor de los cuales había organizaciones asociadas. Pero en general el Gobierno era unipartidista. Por esta razón, a finales de los años 80 esta numerosa clase media nueva, integrada por funcionarios, profesores, intelectuales, científicos, artistas, militares, anhelaba un mayor número de libertades individuales que no encontraba en el sistema de entonces”.

Un ejemplo: las personas que se habían graduado por la universidad obligatoriamente eran destinadas a trabajar en el interior del país. Por otro lado, la clase política gobernante de los años 70 y, sobre todo de los 80, trató de autorreproducirse a sí misma: o sea garantizar a sus herederos la oportunidad de tomar el timón del poder sin ningún esfuerzo. La educación superior no bastaba para prosperar, contrariamente al anhelo natural de la clase media. De este modo las vías para progresar en los años 80 se vieron estrechadas para ella, lo cual la hacía sentirse perjudicada y la movía a buscar nuevas oportunidades para avanzar en la vida política y social.  Por esto en medio de los intelectuales, sobre todo de los ámbitos humanitarios, fue germinando y creciendo el anhelo de libertad. Todo ello sucedía en el contexto de un intenso proceso de urbanización de la vida.

“En 1946 Bulgaria tenía 106 ciudades. En 1989 habían aumentado a 220. Si bien en 1946 cuatro ciudades tenían más de 50 mil habitantes, en 1985 el número de estas ciudades había llegado a 27. Y una ciudad grande supone cubrir unas necesidades crecientes y más especializadas de la población. En un momento resultó que el sistema económico no estaba en condiciones de satisfacerlas. Controlaba el consumo a través de los precios, que mantenía bajos subvencionando la producción. Así, a finales de los años 80 del siglo XX, seguía reproduciéndose la llamada “igualdad en la pobreza”. Al mismo tiempo, en Occidente, el progreso científico y técnico estaba rindiendo frutos, comenzó la revolución información, el consumo no dejaba de crecer y todo esto hacía más fácil la vida y el trabajo de las personas”.

Las reformas en Europa del Este transcurrieron de formas diferentes: desde las llamadas “revoluciones de terciopelo” hasta formas más violentas como, por ejemplo, la revolución sangrienta de Rumanía. Según Mariana Marcheva, en el caso de Bulgaria se puede hablar de una disidencia algo tardía. Si bien de forma más lenta que en otros países, parte de los intelectuales fueron organizándose y en 1988 empezaron a plantear reivindicaciones políticas y morales ante los gobernantes comunistas. El cambio, sin embargo, se realizó bajo la forma de un “golpe palaciego”, puntualiza la estudiosa del Instituto de Estudios de Historia de la Academia de Ciencias de Bulgaria.

“En realidad, se efectuó lo ideado por Gorbachov, a través de su gente en el Buró Político del Partido Comunista Búlgaro en la persona de Petar Mladenov y Andrey Lukanov y de casi todos los allegados al mandatario comunista, Todor Zhivkov. La idea era derrocarlo en un Pleno del Partido Comunista el 10 de noviembre y de tal manera legitimarse en el poder. Durante la transición resultó que el Partido Comunista Búlgaro era bastante fuerte e influyente. Ganó mayoría absoluta en las primeras elecciones libres a Magna Asamblea Nacional, celebradas en junio de 1990. No obstante, de pronto este partido se vio en la necesidad de conjugar su retórica de izquierdas con los requisitos de la transición de derechas. Ello ocasionó una ralentización de los proceso, que implicaba superar el unipartidismo y establecer el pluralismo político, liquidar la economía estatal y establecer una economía de mercado basada en la propiedad privada”.

El Partido Socialista Búlgaro (como pasó a llamarse el Partido Comunista) y el Gobierno de Lukanov encomendaron a los economistas norteamericanos Richard Rahn y Ronald Utt diseñar un programa al estilo “choque” pero temían aplicarlo, ya que entrarían en conflicto con su electorado y sus actitudes. Por otro lado, según la doctora Marcheva, los disidentes búlgaros, que se definieron como la oposición anticomunista en la persona de la Unión de Fuerzas democráticas, formada el 7 de noviembre de 1989, no tenían seguridad en sí mismos derivada de acontecimientos como la revolución de 1956 en Hungría, los acontecimientos en Polonia y la Primavera de Praga de 1968. Por esto en lo ideológico se atenían a las recetas y fórmulas de la transición neoliberal a la economía de mercado sin tomar en consideración en grado suficiente las condiciones de Bulgaria.

La terapia de choque transcurrió en la forma de liberalización, privatización y democratización rápidas. Una peculiaridad de la transición búlgara fue el hecho de que, pretendiendo ganar base social, la oposición anticomunista consintió que la tierra y los bienes urbanos fueran restituidos en límites reales a sus antiguos dueños o a los herederos de éstos, y que esto se hiciera con antelación a la privatización. En palabras de la doctora Marcheva, esto también dejó una impronta en la situación económica de la sociedad búlgara, deviniendo en desindustrialización  y desorganización del agro.

Esta fue la causa de la adhesión más tardía de Bulgaria a las estructuras euro atlánticas, comparación hecha con otros países de Europa del Este. Bulgaria accedió a la OTAN en 2004 y a la UE, en 2007. Pero, ¿qué hemos ganado y qué hemos perdido después de la fecha 10 de noviembre de 1989?

“El mayor beneficio ha sido el que las ideas de democracia, pluralismo, respeto a la persona independientemente de su raza, género o estatuto, se han convertido en norma en la conciencia pública. Además, nos hemos vuelto muy móviles. Ya nadie teme el ancho mundo. La mentalidad ecologista se extiende cada vez más en la sociedad. Veo que los jóvenes profesan de modo cada vez más activo el modo de vida sano. Todo esto son beneficios incuestionables de la transición. ¿Y qué hemos perdido? Como historiadora diría que, a mi modo de ver, hemos perdido la idea del valor de la comunidad, la familia, los vecinos. Al negar la anterior sociedad, que había sido forzosamente colectivista, nos fuimos al otro extremo, el del individualismo. Sin embargo, la historia ha demostrado que el individuo sobrevive con dificultad al no contar con la comunidad”.

Versión en español por Hristina Taseva y Raina Petkova



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