El ciervo tiene una aureola mítica en la cultura de los diferentes pueblos y está presente en distintos ritos y creencias. El culto al ciervo data de la Edad de Piedra y está muy desarrollado en medio de los pueblos de Europa, el Cáucaso y Siberia. Los arqueólogos han descubierto testimonios de ello en dibujos rupestres, estatuillas de bronce e imágenes sobre objetos de la Antigüedad. Era venerado como un tótem, símbolo del Sol o ayudante de los chamanes en sus viajes al más allá.
También en el folclore búlgaro el ciervo goza de especial veneración. En las nociones del pueblo, habita las áreas más inaccesibles de las montañas y bebe agua de lagos poblados de dríades, dragones y tempestades. El ciervo es compañero de las dríades. Muchas canciones folclóricas búlgaras describen a estas bellas pero pérfidas criaturas con el arco iris atado a la cintura, armadas de arco y flechas de oro, montando un ciervo, con serpientes en las manos que hacen de bridas.
Los calificativos que se aplican por tradición al ciervo son definir al ciervo son tordo, grisáceo, plateado, brillante, áureo, y se asocian al símbolo del Sol. Curiosamente, estos calificativos se suelen utilizar también para otros seres de la mitología tradicional como el dragón, el oso, el ave o el buey.
La idea de que el ciervo simboliza el sol es corroborada por los villancicos en que con frecuencia el ciervo es descrito de la siguiente manera: en su frente brilla el sol, la luna orna su pecho y en su dorso centellean estrellas.
En algunos textos incluso el Niño Jesús es descrito como un ciervo: “Y nació el Dios Joven cual ciervo, de astas doradas y patas de plata”. Cabe destacar que la Navidad, que es cuando se interpretan los villancicos, ocupó el lugar de unas festividades paganas más antiguas asociadas al solsticio de invierno, el día más corto del año y el “nacimiento” del Sol nuevo.
Se dice también que el ciervo es “un servidor de Dios”. A veces, el Todopoderoso envía a la tierra a ángeles o santos transfigurados de ciervos. Por esto está rigurosamente prohibido causar mal a este animal. Quien incumpla la prohibición, no será feliz en la vida.
Y, sin embargo, hay también informaciones sobre el sacrificio de ciervos en un pasado muy lejano. En muchas poblaciones de Bulgaria se narra la leyenda sobre un ciervo que cada año bajaba de la montaña en una de las mayores festividades cristianas y se sacrificaba voluntariamente. En cierta ocasión el animal tardó en bajar y apareció exhausto y sudoroso, pero los vecinos, hambrientos, lo sacrificaron sin darle tiempo para descansar. Desde entonces el animal dejó de aparecer en esa festividad y los campesinos empezaron a sacrificar en su lugar a un toro o un carnero.
Existe la creencia de que el hombre podría transfigurarse en ciervo por voluntad de Dios o por arte de magia, como sucede en el cruento tradicional titulado “El hermanito ciervo”. Un muchachito se convirtió en ciervo tras beber el agua que llenaba la huella dejada por un ciervo. Más tarde recuperó su figura humana tras rociarle con agua de esa misma huella.
Se creía que virutas de esta cornamenta, bebidas con un poco de agua, curaban de mal de ojo y de susto. Los monjes del Monasterio de Rila elaboraban de las cuernas halladas en las inmediaciones del convento pequeñas medallas con la cruz, muy solicitadas por los peregrinos, convencidos de su gran poder protector y curativo.
Versión en español por Raina Petkova
Fotos: Archivo
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