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Érase una bella doncella que los prados sobrevolaba…

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Foto: BGNES

El 10 de febrero, la Iglesia Ortodoxa Búlgara venera al santo mártir Haralampi, considerado desde tiempos inmemorables protector de los apicultores, que en esta fecha celebran su fiesta profesional. Es costumbre que en este día lleven a la iglesia miel para que el cura la santifique.

En el calendario folclórico de Bulgaria hay otras fechas más reservadas para homenajear a la abeja y los productos que ella brinda a los humanos. El 8 de julio es venerado San Procopio, a quien el pueblo denomina el Apicultor. En esta fecha se ejecutan diversos ritos para que sea abundante la cosecha de miel y para que todos gocen de buena salud y fertilidad.

Érase una bella doncella que sobrevolaba las praderas entonando su melodiosa canción. Al regresar a su casa, preparaba un delicioso manjar. ¿Quén es?

Es una de las adivinanzas más difundidas sobre la abeja. A esta infatigable trabajadora están dedicadas muchas canciones primaverales y villancicos navideños con votos a las muchachas y a las mujeres jóvenes de ser tan laboriosas como la abeja y a que el día que les toque tengan tanta prole como ella.

Se cuentan también leyendas que explican por qué la pequeña voladora fue bendecida por Dios y recibió de él el valiosísimo obsequio de que todo lo que su cuerpo desprendiera fuera aromático, dulce y curativo. He aquí una de estas leyendas.

Dios decidió casarse con el Sol e invitó a su boda a todos los seres vivientes, salvo el Diablo. Se molestó el Señor del Mal, montó una liebre y se acercó a la casa de Dios. Sonrió maliciosamente y empezó a balbucear algo incomprensible. Dios mandó a la abeja para que entendiera qué estaba diciendo el demonio, y optó por ella porque “vuela ligero y avanza rápido”. Se posó la abeja en la gorra del diablo y aguzó el oído para oír lo que decía. “¡Qué tonto es ese señor al pretender casarse con el Sol, murmuraba el Diablo. Ahora tenemos un solo astro rey y con él basta para que en verano todo se seque. En cuanto nazcan muchos soles más, ¿qué haremos?”.

La abeja voló adonde Dios para contarle lo que había oído pero el diablo la divisó y se lanzó a perseguirla. Tiró contra ella flechas y con una dio en la cintura de la pequeña voladora. Herida y cortada en dos, la abeja apenas logró salvarse pero con un último esfuerzo llegó a Dios. Le comentó lo que había oído, el Todopoderoso recapacitó y canceló la boda.

Sin embargo, la abeja estaba desesperada. Además de haber sido herida, no había podido aguantarse el pis y tenía vergüenza de aparecer ante los demás invitados. Dios se compadeció de ella y le dijo: “Calla, pequeña, no llores. Aunque partida en dos, seguirás viviendo tan bella como siempre y tan cantora y cautivadora. Y de lo que no te pudiste aguantar, no tengas pena. De ahora en adelante todo lo que de ti salga olerá magníficamente y será brindado a todos, incluso a mí, como el más cariñoso y encantador obsequio. Lo que es sucio y motivo de vergüenza para los demás, será bendito en tu caso”.

Este cuento fue apuntado a comienzos del siglo XX por el destacado etnógrafo búlgaro Dimitar Marinov, quien registró semejantes cuentos también en las aldeas próximas a Sofía, Botevgrad, Montana, Svishtov y otras ciudades dispersas por el territorio nacional.

Otra leyenda cuenta que Dios bendijo a la abeja por otro mérito. Al competir con el Diablo quién crearía primero la tierra, el cielo y los animales, cada uno de ellos dos trazó su plan. La abeja hizo de mensajera secreta y espió al diablo hasta enterarse que pretendía hacer la tierra más pequeña que el cielo y cubrirla con éste para proteger a los hombres y a los animales. El diablo se percató del espionaje y en lo demás la historia se repite: la abeja fue herida por él y premiada por Dios.

Nada más dulce que la miel, y nada más entrañable que el amado, es un tema frecuente en muchas canciones folclóricas de amor.

La tradición búlgara manda untar de miel el umbral y el dintel de la puerta por la que entrará en la casa la recién casada. La miel está presente también en el rito de incensar la mesa en Nochebuena, en Nochevieja y otras grandes festividades tradicionales.

Con miel se curaban algunas de las enfermedades más temidas antaño: la peste, la viruela, el sarampión, etc. No se pueden hacer artes de magia con miel ni cera de abeja. Éstas se emplean para curar el mal de ojo. De por sí la cera era un sacrificio en honor a Dios ya que de cera de abeja se hacían antaño las velas que los fieles prendían en la iglesia.

Versión en español por Raina Petkova



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