Mientras Bulgaria y los demás países balcánicos intentan hacer retroceder el tiempo y dar nueva vida al proyecto Corriente del Sur (South Stream), Hungría ha arrancado hacia el futuro. Allende el océano, la Associated Press hizo el comentario de que “el Pequeño Putin” recibió a Putin en Budapest. Es espeluznante este apodo, dado al primer ministro húngaro, Viktor Orban, quien apareció en el escenario internacional allá en los años 80 del siglo pasado como líder universitario de tendencia anti soviética.
Su transformación en un populista, que le hace la corte al Kremlin y reprime la disidencia, refleja un panorama más amplio de la historia de Europa del Este en la que la rebelión contra Moscú condujo paulatinamente a sentimientos no unívocos hacia la gigantesca Rusia. Los líderes de Hungría, Serbia, Eslovaquia, República Checa y Bulgaria hacen que se dan cada vez más al doble juego de hacerle la corte a los países ricos de la UE y, a la vez, procurar merecerse el patrocinio ruso.
Y mientras Bulgaria y otros países balcánicos intentan hacer retroceder el tiempo y, de alguna manera, revivir el proyecto Corriente del Sur, Hungría se ha convertido en líder de la política europea en materia de energía. Los resultados de la visita del presidente ruso a Budapest han corroborado la capacidad de la élite gobernante húngara de analizar la situación en Europa, y han puesto de manifiesto que existe una posibilidad, nueva de principio, de mejorar las relaciones entre Moscú y Bruselas.
En lugar de ocuparse de la presentación de las pretensiones rusas, Budapest dio su apoyo a la construcción del gasoducto Turkish Stream y manifestó su deseo de ser un socio clave de Rusia en la nueva fórmula de transporte de recursos energéticos rusos hacia Europa evitando el paso por territorio ucraniano. Orban no pasó por alto el tema anti ruso ni las sanciones europeas y declaró que el aislamiento de Rusia por parte de Europa es nada práctico.
A su vez, Rusia reiteró su disposición de articular, conjuntamente con los húngaros, unas relaciones de partnerismo en el marco del proyecto Turkish Stream, siempre que no se le pongan obstáculos. Putin declaró algunas partes del South Stream se podrían realizar a través de Turquía. Aludió también a la construcción de empresas conjuntas con Hungría, con Serbia y Baumgarten, con Austria, siempre que haya voluntad de cooperación. Incluso fue mencionada Bulgaria como una pincelada final al panorama gasístico general.
Este enfoque, orientado al futuro, contrasta con las actuaciones de los demás países de Europa Central y del Sur. En Bulgaria todo parece estar claro. Al parecer hemos tomado conciencia de la importancia del proyecto South Stream después de que Rusia lo abandonó. La reacción de Serbia, sin embargo, provoca perplejidad. Belgrado se declaró ofendida y difundió en todos los medios de comunicación un artículo del rotativo alemán Süddeutsche Zeitung que volvía a plantear el tema banal de la compra del monopolista serbio Naftna Industrija Srbije (NIS) por la Gazprom Neft.
Según el rotativo alemán, la parte rusa pagó por la empresa serbia NIS menos de una quinta parte de su valor real. Sin embargo, el artículo no dice nada sobre el estado al borde de la quiebra en que se encontraba esa empresa, ni sobre los compromisos de inversión por valor de 500 millones de euros asumidos ante Rusia, ni que la NIS podría participar en la nueva configuración de los flujos energéticos en Europa. Para ello hace falta únicamente voluntad política, pero Belgrado no deja de reclamar a Bruselas que presione a Moscú para que retome la realización del proyecto South Stream.
Tras las visitas de Putin a Ankara (en diciembre de 2014) y a Budapest (en febrero de 2015), es probable que las capitales europeas tengan que reconsiderar las prioridades de su política en materia de energía. ¿Acaso hace falta recordar que es bastante inminente la probabilidad de que se produzca el corte del tránsito de gas ruso destinado a Europa a través de Ucrania? Y el proyecto Turkish Stream debería entrar en acción el 30 de diciembre de 2016.
Versión en español por Raina Petkova
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