En estas latitudes vamos entrando en la primavera, y nos disponemos a celebrar la más sagrada de las fiestas cristianas: la Pascua de Resurrección. Los ortodoxos nos preparamos largamente para ella, con un ayuno de 40 días, en que nos abstenemos de carne y lácteos para purificar nuestro cuerpo, y de todo pensamiento maligno, para purificar nuestra alma. La fase más importante de los preparativos para el gran Día de la Resurrección es la Semana Santa en que evocamos los últimos días de la vida terrenal de Jesucristo como un preludio a la vida eterna.
Mediante misas y liturgias especiales, la Iglesia Ortodoxa evoca el camino de Cristo al Gólgota, sus pasiones y su sacrificio redentor. La Resurrección de Nuestro Señor cohesiona a los creyentes con el triunfo del bien sobre el mal y de la vida sobre la muerte. Horas antes de la medianoche del sábado al domingo, los templos se llenan de fieles que acuden a la misa solemne. El sacerdote que la oficia trae un candelabro con tres velas encendidas y de la llama de éstas los feligreses toman fuego para sus velitas. En cuanto el coro entone el canto litúrgico tropar “Tu resurrección, Nuestro Señor Jesucristo”todos salen del templo.
Justo a la medianoche, las campanadas anuncian la buena nueva de la Resurrección del Señor. Cada cristiano saluda al próximo diciendo “Cristo ha resucitado” y éste le responde “En verdad ha resucitado”. En el aire resuena el cántico tropar denominado “Cristo ha resucitado”.
Según los escritos evangélicos, las primeras en conocer el milagro de la Resurrección fueron las mirroforas que se acercaron a la tumba de Jesucristo. Luego, él se le apareció a María Magdalena y los apóstoles.
Uno de los símbolos de la Pascua de Resurrección es la vela encendida. Los creyentes la asocian a la Resurrección del Redentor. La llama simboliza su esencia divina.
“El Dios Viviente es el Creador de la libertad, y puede actuar cual una torrente de luz, caridad, bondad y belleza que fluye hacia los corazones voluntariamente abiertos a Él. Si Le damos la espalda, Él parece excluido de Su creación”, decía Olivier Clément, catedrático del Instituto Teológico Ortodoxo de París.
Versión en español por Vesela Petrova
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