Recuerdos de colores, finas joyas y bordados, tejidos de punto, muñecas de trapo, tallas en madera únicas…Estas bellezas son obra de las manos diestras del ejército de personas que trabajan en casa en nuestro país. Son unas 450 personas. “El 78 % de ellas son mujeres que trabajan en la industria ligera”, dijo para Radio Bulgaria, Violeta Zlateva, presidenta de la Asociación de las personas que trabajan en casa. Si hace un par de años este tipo de trabajo se hacía por jubilados para agregar ingresos a sus bajas pensiones, últimamente, cada vez más, baja el límite de edad y aumenta la porción de los jóvenes, muchos con estudios universitarios, que convierten su jobby en principal medio de sustento. Entre estas personas jóvenes hay abogados, economistas, profesores que se han quedado en el paro, anuncian desde la Asociación. Según la Sra. Zlateva, el número de los trabajadores informales sigue creciendo.
“Además del aumento de personas que trabajan en casa, crece también el número de productores agrícolas informales, así como también el de los comerciantes ambulantes”, dice la Sra. Zlateva. “En Sofía un problema serio representan los músicos de calle que también son parte de los que trabajan informalmente. Hay que poner atención en este grupo que no tiene otra forma de ganar su sustento. Ni hablar de las personas con discapacidades que trabajan, una parte de ellos están en el sector gris y trabajan en casa”.
Según representantes de la Asociación, que en estos días celebró el 15 aniversario de su fundación, las personas que trabajan en casa siguen siendo invisibles, mudas y privadas de derechos”. La mayoría no entra en la economía sumergida por su propia voluntad, sino que es de vida o muerte, porque de lo contrario se quedarían sin trabajo e ingresos. “Los que trabajan en casa tienen ciertos ingresos pero no tienen contrato firmado y no cotizan a la seguridad social”, explica la Sra. Zlateva. Por eso de la Asociación piden que representantes de estos trabajadores participen en el control junto con los funcionarios del Departamento de Inspección del Trabajo.
Para que estas personas salgan a la superficie habrá que disminuir el umbral de cotización y que se iguale al salario mínimo, consideran ellos. Svetla Ilieva es de la ciudad de Pleven y de profesión es contable. Hace 15 años, sin embargo, la mujer se quedó sin trabajo y se sumó al ejército de personas que trabajan en casa. Mas, comparte que debido a los pocos e irregulares ingresos no ha cotizado a la seguridad social y no tiene la antigüedad necesaria para jubilarse. Svetla lleva 12 años de coordinadora de la Asociación en Pleven.
“Cuando me quedé sin trabajo, empecé a bordar, hacer muñecas, tejer. Al principio nos juntamos varias amigas que invitaron a otras amigas y, así, surgió la organización. En Pleven no hay empresas, hay sólo pequeñas fábricas de costura. Unas 10 mil personas trabajan en esas fábricas, los demás están en el extranjero. No hay trabajo. Por eso elaboramos recuerdos y organizamos ferias en Pleven, en Sofía, en la costa del Mar Negro, por ejemplo, para venderlos”.
Otro problema de las personas que trabajan en casa es encontrar mercados para colocar su producción. Por lo general, los alquileres son caros y ellos no se lo pueden permitir. De momento cuentan con el apoyo de los alcaldes de Sofía, Burgas, Veliko Tarnovo y Pleven que les proporcionan locales y un alquiler razonable. Estas personas tampoco tienen acceso a financiación y formación.
“Queremos que estas personas sean incluidas en programas especiales para montar un pequeño negocio propio, pero aplicando requisitos distintos de los vigentes”, dice la Sra. Zlateva. “En estos momentos se están desarrollando programas, pero para postular a microfinanciación debes haber tenido en los últimos tres años al menos una facturación de 150 mil euros, aproximadamente. ¿Quién de ellos puede tener esta facturación? ¿Quién de ellos está registrado oficialmente y cuenta con documentos financieros para postular a este programa? Queremos disponer de programas especiales para el desarrollo empresarial. La gentenecesita de 5 a 6 mil euros para arrancar y comprar materiales”.
Versión en español por Ludmila Sávova
Fotos: Cortesíadela Asociación de las personas que trabajan en casa
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