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“Se sentó el sastre joven a cortar tela y coser”

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Foto: Albena Bezovska

La sastrería forma parte de los llamados oficios estacionales en la cultura tradicional búlgara. Este oficio, de especial popularidad en los siglos XVIII y XIX era ejercido exclusivamente por hombres. En invierno, libres de las faenas  en el campo, los sastres recorrían las aldeas y ofrecían sus servicios a cambio de comida, cobijo y paga tras regatearla con los dueños de la casa en que eran conchabados, o sea, contratados, para trabajar temporalmente.




“Se reunió un grupo de sastres para cortar tela y hacerles las prendas de vestir a la moza casadera Stana”. En gran número de canciones tradicionales figuran frases similares. Desde luego, los nombres de las mozas difieren. Lo que persiste  inalterado es la hermosura sin par de todas ellas. Esas canciones tradicionales  acompañaban los ritos relacionados con las bodas.

Como decíamos al comienzo, la sastrería estaba muy desarrollada en los siglos XVIII y XIX, época en que se consolidó como un oficio independiente, si bien  existió en épocas anteriores. Este oficio se relacionaba estrechamente con la tejeduría de paño, que era la gruesa tela de lana de la que se hacían los abrigos masculinos. Fue precisamente la labor de cortar y coser esta vestimenta masculina lo que llamaban sastrería. Posteriormente, las habilidades de los sastres se extendieron, asimismo, a hacer la ropa de toda la familia. Antes de aparecer y difundirse la sastrería, la confección de trajes masculinos, femeninos e infantiles estaba confiada a las mujeres. Cada moza casadera debía prever, al confeccionar las prendas de su ajuar, ropa suficiente para lucirla durante toda la vida. El traje para las nupcias formaba parte de la ropa festiva.




Se confeccionaba ropa nueva para las mozas casaderas una vez al año, por lo general para las importantes festividades como son el Día de San Lázaro, las Pascuas de Resurrección, el Día de San Jorge. Así las jóvenes casaderas  esperaban con impaciencia la llegada de los sastres a sus aldeas. De más está precisar que, para éstos, las clientes más pretendidas eran las mozas más hermosas. Hay gran número de canciones dedicadas a las chanzas y bromas que los sastres solteros gastaban con aquellas mozas. En algunas se dice cómo el sastre embelesado por la hermosura de la joven confundió el color de los hilos de coser, o bien, por apretar mucho la aguja ésta se le rompió entre los dedos.

“Es sastre pero viste ropa sin remendar”, era uno de los refranes más populares para quienes practicaban este oficio. Es como decir el dicho español: “En casa del herrero cuchillo de palo”, ¿verdad? También se decía de los sastres que trabajaban con el ceño fruncido y con la mirada fijada en lo que estaban cortando. Es un hecho curioso de la historia de la sastrería el que incluso tras la aparición de los sastres urbanos modernos, en algunas zonas de Bulgaria la gente prefiere a los sastres itinerantes que siguen recorriendo las aldeas.




Anguel Nizamski, coreógrafo y poseedor de una  profusa colección de  trajes típicos auténticos dice, refiriéndose al oficio de su abuelo sastre, nacido a comienzos del siglo XX: “Mi abuelo se ponía a recorrer las aldeas en la temporada de invierno. Las mujeres tejían paño, pana u otra tela, en función de lo que necesitaba la respectiva familia. En el período en que confeccionaba  la ropa mi abuelo, como también los otros sastres, se alojaban en la casa de sus clientes. Éstos tenían la obligación de asegurarles comida y cobijo a los sastres. Lo que éstos hacían era confeccionar la vestimenta y ponerle la ornamentación básica. Los bordados finos en las prendas los hacían las mujeres. Si uno se fijara  en una prenda confeccionada por aquellos  sastres notaría que cada puntito hecho es igual al que le sigue como si la prenda no se hubiera cosido a mano sino a máquina. Así que no es de extrañar que los sastres fueran hombres  ensimismados en su labor y bien taciturnos”.

En ocasiones, Anguel Nizamski organiza desfiles para enseñar los trajes típicos de su colección. Viste él mismo sólo los pantalones de su abuelo, ya que en la chaqueta no se puede enfundar, mientras alguna de las modelos del desfile  aparece ataviada con el traje nupcial que había lucido su abuela en sus bodas.

Versión en español por Mijail Mijailov



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