Bulgaria es a menudo objeto de comentarios en los medios informativos en el extranjero a causa de la valla protectora a lo largo de la frontera con Turquía, erigida para impedir el flujo de refugiados. Los autores, cuando más o cuando menos con comprensión, pero siempre con un toque de crítica, señalan como motivo de tal medida el miedo a los refugiados. Destacando que lo mismo hacen otros países del Viejo Continente, un diario alemán recientemente señaló que, citamos, “Europa derrumbaba muros, ahora los construye de nuevo”.

Los propios búlgaros también se muestran reservados y no menos críticos; y no puede ser de otra manera en un país donde la gente todavía recuerda cómo, en nombre de los valores de la democracia, fueron eliminadas las alambradas fronterizas con Turquía y la ex Yugoslavia construidas bajo el socialismo. No son pocos quienes apuntan acertadamente que ayer eliminábamos las vallas que limitaban nuestra propia libertad de movimiento y hoy levantamos cercas para restringir el movimiento de los refugiados.

Pero, ¿es realmente el temor a los refugiados el motivo principal para la construcción de las vallas?

Aún cuando iniciaba la construcción de los primeros 30 kilómetros de valla protectora a lo largo de la frontera con Turquía, el entonces ministro del Interior declaraba que habría preferido que no fuera necesario. No fue una elección fácil ni única, ya que la construcción se inició durante la administración de un Gobierno definido como izquierdista y continúa hoy en día con la intención de que la instalación cubra toda la frontera terrestre con Turquía bajo un Gobierno que se define de centro-derecha. Además, no es cierto que la medida fue tomada por temor a los refugiados sino para canalizar su flujo hacia los sitios para cruce legal de las fronteras y evitar que se les descubra congelados o abandonados e indefensos en lugares de difícil acceso en las montañas; y también para que pueda el Estado tener bajo control un proceso del que se aprovechan los elementos delictivos y, en última instancia, para cumplir las obligaciones mínimas que debe observar cuando admite a su territorio gente en peligro. Debido a las medidas que toma en su frontera, Bulgaria se convirtió en objeto de crítica oficial desde el exterior, incluida Turquía. La misma Turquía que ha renovado, a causa de críticas llegadas desde el exterior de que no toma medidas suficientes para limitar el flujo de refugiados, la construcción de una valla de 145 kilómetros a lo largo de la frontera con Siria, ha creado, también, una nueva instalación de 90 kilómetros y prevé construir un sistema de dos vallas que incluyan caminos y torres de vigilancia entre ellas, en las zonas fronterizas más vulnerables.

Obviamente, el desarrollo del problema de la presión migratorias ilegal conlleva al desarrollo de las ideas para neutralizar sus graves consecuencias; además no sólo en Bulgaria y Turquía ni tampoco únicamente en Europa sino también en los EEUU. En el país norteamericano el multimillonario Donald Trump, que puede presentarse como candidato en las elecciones presidenciales en 2016, insistió en un muro a lo largo de toda la frontera entre los EE.UU. y el amistoso país de México.

Muy pronto en los Balcanes se espera una nueva evolución del problema con los refugiados. Debido a su retención por tierra, el flujo migratorio se orienta hacia el mar. Recientemente de la isla griega de Lesbos rumbo a Atenas zarpó un barco grande con miles de emigrantes. Parte de ellos tienen la intención de dirigirse hacia la Ex República Yugoslava de Macedonia, de allí a Serbia y, vía Hungría, penetrar en varios países de la UE. Sólo desde el 19 de junio hasta la fecha las autoridades macedonias han recibido solicitudes para obtener la condición de refugiado de más de 30 mil personas que han entrado de la vecina Grecia. Hace algún tiempo el país heleno levantó un muro a lo largo de su frontera con Turquía, a causa de lo cual el flujo de refugiados se reorientó hacia Bulgaria.

¿Y qué sucederá si ahora Macedonia construye semejante instalación en la frontera con Grecia para desviar el flujo de refugiados de su territorio? Pero, ¿adónde se redirigiría entonces este flujo?

Está claro que elevar muros fronterizos es una medida paliativa para minimizar temporalmente las consecuencias de un problema que se agrava y que es consecuencia de problemas políticos y humanitarios en toda una región del mundo. La solución real y duradera del problema supone que las medidas se tomen ahí donde éste ha surgido. No obstante, los pasos en este sentido son pocos e indecisos, por temor a consecuencias más graves. Por el momento sólo se ha optado por el mal menor.

Versión en español por Daniela Radíchkova