Desde hace años, y más aún después de que el proyecto South Stream (Corriente del Sur) se convirtió en un proyecto “turco” desplazando a Bulgaria de las rutas del gas ruso hacia Europa Occidental, Sofía busca febrilmente variantes para diversificar las fuentes y los itinerarios de suministro de gas para la economía nacional. Tal oportunidad ofrecen los grandes yacimientos en el mar Caspio y hasta el momento Bulgaria trabajaba intensamente para ser incluida en las futuras entregas de gas azerí. El pasado mes de junio, el primer ministro Boyko Borísov discutió el tema en Bakú con el presidente Ilham Aliyev, y esta semana habló sobre posibles entregas de gas también de Turkmenistán, ubicado en la costa oriental del mar Caspio. Se considera que las reservas de gas de ese país son las cuartas más grandes del mundo; además, dispone de yacimientos significativos de petróleo.

Borísov discutió con el presidente Gurbanguly Berdymukhammedov concretamente la posibilidad de que Bulgaria reciba gas de Turkmenistán a través del futuro gasoducto Trans-Caspio. La tubería debe pasar por el fondo del mar Caspio conectando a Kazajstán, Turkmenistán, Azerbaiyán, Georgia y Turquía. Bulgaria recibiría el combustible azul a través de los interconectores con Turquía y Grecia.

Se trata de un proyecto bastante audaz que todavía se enfrenta a una serie de incógnitas. Existen graves desavenencias en cuanto al tramo marítimo del gasoducto Trans-Caspio. Todavía no hay claridad acerca de los aspectos financieros de las obras. Además se cuestiona la seguridad de los suministros. Lo último se confirmó por el hecho de que mientras Borísov mantenía conversaciones en Turkmenistán, en la provincia turca de Kars fue volado un tramo del gasoducto Bakú–Tbilisi–Erzurum por el que, eventualmente, pasaría el gas hacia Bulgaria. Si no se tratara no sólo de interés nacional sino también europeo, el buscar variantes de suministro de gas de fuentes tan distantes, y, además a través de infraestructuras que todavía no están construidas, podría ser definido también como una presuntuosidad. Por cierto, la idea del gasoducto Trans-Caspio ya está también en la agenda en Bruselas; en junio del año en curso se celebró la primera reunión oficial del grupo de trabajo creado al respecto. En la reunión asistieron los principales posibles participantes: la UE, Azerbaiyán, Georgia, Turkmenistán y Turquía. Una nueva sesión está programada para el otoño.

La primera visita del premier búlgaro Boyko Borísov a Turkmenistán ha creado expectativas de establecimiento de un regular diálogo bilateral de aquí en adelante. Otras cuestiones geoestratégicas para discutir durante los futuros contactos podrían ser el uso activo de las terminales portuarias búlgaras del mar Negro como centros de transferencia de cargas intermodales desde Europa Occidental y Central con destino a Asia, a través del mar Negro. La parte búlgara ve asimismo oportunidades para el desarrollo de transporte ferroviario de carga regular Varna–Turkmenbashi. A nivel bilateral, Borísov vio también potencial para la participación de empresas búlgaras en obras de infraestructura y programas de construcción turkmenas. El incipiente diálogo con un nuevo socio oriental se puede considerar, además, como elemento del nuevo rumbo de Bulgaria hacia la intensificación de las relaciones comerciales y económicas con los mercados fuera de la UE. Pero eso es ya harina de otro costal.