El 22 de septiembre de 1908, Bulgaria proclamó su independencia del Imperio Otomano. Esto ocurrió tres decenios después del término de la guerra ruso-turca de 1877a 1878, libertadora para Bulgaria. Sin embargo, varios meses después del término de aquella contienda, el Tratado de Berlín de las Grandes Potencias dejaría fragmentadas las tierras pobladas predominantemente de búlgaros. El primer paso exitoso a la unificación nacional se produjo en 1885 con la Reunificación del Principado de Bulgaria, vasallo del sultán y Rumelia Oriental, región autónoma en el marco del Imperio Otomano. Macedonia y Tracia de la región de Edirne quedaban bajo el poder del sultán .Además de la causa de la unificación nacional, la sociedad búlgara tenía otro objetivo, el de conseguir soberanía. Durante los años se pensó en varias ocasiones en proclamar la independencia búlgara que, sin embargo, se hizo un hecho apenas en 1908 cuando en Estambul estallaba la revolución de los Jóvenes Turcos. Aquel hecho provocó el debilitamiento del imperio turco que se vio seriamente comprometido en resolver sus problemas internos.
El historiador Liudmil Spasov, dice entrevistado por Radio Bulgaria:
“A comienzos de septiembre, el sultán Abdul Hamid había organizado una fastuosa recepción diplomática por un nuevo aniversario de su acceso al poder. Sin embargo, en aquella recepción, los Jóvenes Turcos, ateniéndose estrictamente al Tratado de Berlín, no invitaron al agente diplomático búlgaro, Iván Stefanov Guenov, a quien no consideraban parte del cuerpo diplomático, ya que era representante de un Estado vasallo y sólo tenía que mantener contactos con el ministro del Interior turco. El Gobierno búlgaro tuvo una reacción muy violenta: convocó a Iván Stefanov Guenov de regreso a Bulgaria y de esta forma rompió las relaciones diplomáticas”.
Otro acontecimiento importante, agrega el historiador, fue la decretada, días después, huelga de los Ferrocarriles de Oriente, una compañía occidental concesionaria que también operaba en las tierras vasallas del Imperio Otomano. Los dirigentes de la compañía se dirigieron al Gobierno búlgaro solicitando personal búlgaro para que continuara la circulación de los trenes por la línea. Sin embargo, en un momento determinado, los directivos de la compañía cayeron en la cuenta de que, de hecho, ponían la misma en manos del Estado búlgaro y así insistieron en la retirada del personal búlgaro. Se produjo un gran contencioso al que se incorporó también la Sublime Puerta. Aquella polémica, por su esencia, se reducía al problema relacionado con la independencia de Bulgaria. Hubo, asimismo, un tercer acontecimiento importante. El 16 de septiembre de 1908 celebraron una reunión los ministros de Exteriores de Austria-Hungría y de Rusia en la cual acordaron no oponerse a la eventual proclamación de la independencia de Bulgaria. Austria-Hungría pretendía anexionarse a Bosnia-Herzegovina, a la que mantenía provisionalmente ocupada en virtud del Tratado de Berlín, mientras que Rusia exigía una revisión de éste en su parte relativa a Montenegro. En lo adelante, el Gobierno búlgaro tendría, hasta cierto punto, las manos libres, pero se cuidaba de encontrar el momento preciso y más propicio y así fue manteniendo una serie de contactos diplomáticos. Tuvo un éxito total al adelantarse en un día a la decisión de Austria-Hungría de anexionarse a Bosnia-Herzegovina. Tan sólo un día después, la isla de Creta rechazaba su independencia de vasalla del sultán. De este modo la decisión búlgara ya se inscribía en una campaña internacional por cambios en el status quo del Sudeste de Europa.
Procurando mantener la continuidad con la grandeza del Estado búlgaro medieval, la elite política resolvió proclamar la independencia en Tarnovo, antigua capital de Bulgaria.
“La independencia fue proclamada el 22 de septiembre de 1908 en la Iglesia de los Cuarenta Santos Mártires. Fernando fue proclamado zar de los búlgaros. Hay que fijarse que no se le proclamó zar de Bulgaria sino de todos los búlgaros, tanto en el país como fuera de éste. En aquel hecho latía la idea de la unificación nacional”, señala Liudmil Spasov.
Al Manifiesto de la Independencia se le dio lectura después en la colina Tsarevets de Tarnovo. El pueblo estaba jubiloso, tropas del ejército organizaron un desfile militar, en todo el país se organizaron miles de mítines. Por los acertados preparativos diplomáticos no hubo necesidad de defender la independencia con una contienda defensiva, como ocurrió tras la Reunificación en 1885. Era ardua, sin embargo, la lucha diplomática. Se sucedieron nuevas negociaciones entre Bulgaria, el Imperio Otomano y algunas de las Grandes Potencias, para el reconocimiento de la independencia y el arreglo de problemas surgidos. Por ejemplo, la red de los Ferrocarriles de Oriente que se habían transformado en propiedad búlgara. ¿Cuáles fueron los beneficios de la proclamación de la independencia y las perspectivas que se abrirían ante Bulgaria?
“Las perspectivas fueron extraordinarias. Bulgaria ya podía tener y mantener relaciones diplomáticas paritarias con el resto del mundo. Hasta aquel momento el país había enviado al extranjero únicamente unos agentes diplomáticos y sólo abría agencias diplomáticas. Tras la proclamación de la independencia, las mismas subieron de rango transformándose en legaciones y los agentes diplomáticos se convirtieron en ministros plenipotenciarios. Bulgaria comenzó a participar en pie de igualdad en los contactos internacionales. Esto es lo primero. En segundo lugar, quedó suprimido el régimen de las llamadas Capitulaciones que no dejaba de golpear fuertemente la economía búlgara. Había sido impuesto al Imperio Otomano ya en los años anteriores a la liberación de Bulgaria y fue decretado en Bulgaria en virtud del Tratado de Berlín. Los daños para Bulgaria residían en el hecho de que se importaban al país bienes industriales de Europa Occidental gravados con aranceles muy bajos y de esta forma se destrozaban los oficios artesanales búlgaros. Se le privaba a Bulgaria de la posibilidad de desarrollar una industria propia. Sin una industria propia no podíamos intervenir en pie de igualdad en la vida económica”.
Como país soberano, Bulgaria ya podía beneficiarse de préstamos convenientes y desarrollar en forma más activa su sector económico. Paralelamente, el estado de ánimo de la nación iba a subir inevitablemente con el avance de la cultura y el progreso en otras esferas de la vida nacional.
Versión en español por Mijail Mijailov
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