Un acontecimiento en la semana que termina ha provocado la presentación de dimisiones, exigencias de dimitir, retirada de dimisiones .Se trata del proyecto de cambios en la Ley para la Defensa según los cuales “la custodia del espacio aéreo de la República de Bulgaria la efectuará el ejército búlgaro en forma independiente o en cooperación con las fuerzas armadas de Estados aliados”. Las reacciones desencadenadas fueron tan tormentosas como si aquella propuesta hubiera sido ya un hecho consumado. Se comenzó a hablar de pérdida de soberanía, de aviones turcos sobrevolando el espacio aéreo de Bulgaria, en el marco de la OTAN. Desde el PSB y el partido Ataka reclamaron, como opositores, la dimisión del ministro de Defensa Nenchev. Quien presentó su dimisión , sin embargo, fue el general Rumen Radev, comandante de las Fuerzas Aéreas. En éstas habría que buscar la respuesta a por qué existe y a qué se debe el estado deplorable de nuestra aviación militar. El primer ministro Boiko Borisov se lo preguntó al general quien expuso sus motivos como sigue. El número de los cazas para llevar la guardia de combate en el marco del Air Policing y para la preparación para vuelos es sumamente escaso. El número de los pilotos se va reduciendo y las horas de vuelo de éstos son peligrosamente pocas, hecho que no sólo incrementa fuertemente la probabilidad de que se produzcan accidentes graves con los aparatos sino que también conduce a la imposibilidad de formar a nuevos pilotos. No han sido cumplidos y siguen vagos y borrosos en el tiempo los plazos asumidos como compromiso por parte del Ministerio de Defensa para cerrar acuerdos para la reparación y suministros de aviones MiG29.El proyecto elaborado por el equipo dirigido por este Ministerio para la adquisición de un nuevo avión de combate con programa concreto y argumentado no ha sido presentado para ser examinado por el Consejo de Ministros, pese al compromiso asumido en este sentido. En medio de toda esta grave situación se produce una limitación complementaria de los vuelos durante meses, por falta de combustible. El primer ministro ha oído todo lo anterior y ha prometido la concesión inmediata de 40 millones de euros para las necesidades más apremiantes de las Fuerzas Aéreas y ha persuadido al general Radev de retirar su dimisión. No obstante ello Bulgaria sigue afrontando el peligro de no poder proteger ella misma su cielo ya que apuesta por los obsoletos aviones rusos MiG29 de los cuales sólo 4 tienen recursos para volar y, a mediados del próximo año, se quedarán operativos sólo dos. Los gobernantes no consiguieron acordar el mantenimiento de los aparatos con los rusos y ahora se proponen encomendar la reparación de los mismos a Polonia. A juicio de Moscú, sin embargo, lo polacos carecen de la licencia indispensable y semejante contrato no tiene cabida. Además, brillan por su ausencia en el erario público esos 500 millones de euros que el ministro de Defensa reclama para la adquisición de nuevos aviones fabricados en países de la OTAN. Por esto deberemos irnos acostumbrando a la idea de que los aviones extranjeros en el cielo patrio no serán aparatos enemigos sino aliados, o sea fraternales, como en la época del extinto Pacto de Varsovia.
Versión en español por Mijail Mijailov
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