Desde hace meses políticos y observadores políticos búlgaros pronosticaban que este otoño Bulgaria finalmente se unirá al espacio Schengen aunque, por ahora, sólo parcialmente, por aire y mar. Las autoridades en Sofia esperaban que el primer paso se diera durante el Consejo de Justicia y Asuntos de Interior de la UE, celebrado los días 8 y 9 de octubre, pero, lamentablemente, la ampliación de la zona Schengen no fue incluida en el orden del día. Representantes de la presidencia rotativa luxemburguesa del Consejo Europeo confirmaron ante medios informativos búlgaros que durante la preparación de la agenda los embajadores de Holanda, Alemania y de otros países estaban en contra de la discusión de este tema. Por cierto, desde hace años Holanda está firmemente en contra de la adhesión de Bulgaria y Rumanía a la zona Schengen bajo el pretexto de que la preparación técnica no es suficiente y que en ambos países la reforma en el ámbito de la justicia no avanza y la corrupción y el crimen organizado siguen campeando a sus anchas.
En Bruselas, los ministros del Interior de la UE discutieron el problema con los refugiados, así como el fortalecimiento de la protección y la gestión eficaz de las fronteras exteriores de la UE. Con razón, la ministra del Interior búlgara, Rumyana Bachvárova, vinculó en su discurso estos temas con el espacio Schengen. “La adhesión de Bulgaria a Schengen ya es un asunto de la seguridad de toda la UE”, declaró Bachvárova y subrayó que, “la falta de acceso completo a algunos sistemas de visados y de información de Schengen restringe la capacidad de Bulgaria de afrontar con más éxito la presión migratoria y de combatir el contrabando y el tráfico de personas”, como frontera exterior de la UE.
De modo que la saga con la entrada de Bulgaria en el espacio Schengen continúa. Por ahora Sofía sigue a la espera de que los búlgaros, como ciudadanos de la UE, puedan recorrer libremente el Viejo Continente sin sacar del bolsillo su pasaporte o documento de identidad en los puestos fronterizos.
Este capítulo de turno de la saga terminó con dos visitas “europeas” a Sofía. La primera fue la del ministro de Exteriores holandés, Bert Koenders, quien, tras reunirse con su homólogo búlgaro, Daniel Mítov, compareció, demostrativamente, ante los periodistas con las manos en los bolsillos. Mítov le dijo: “En el contexto de una presión migratoria sin precedentes en las fronteras exteriores, Bulgaria cumple, de hecho, muy bien sus responsabilidades y actúa, en la práctica, como Estado miembro del espacio Schengen sin serlo todavía”. A ello Koenders respondió: “Bulgaria cumple con los requisitos técnicos para la afiliación a Schengen, lo cual es de gran importancia”. Es decir, hasta aquí, bien, pero tendrán que esperar.
La otra visita a Sofía fue la del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. Éste repitió el libreto holandés diciendo, después de reunirse con el primer ministro, Boyko Borísov, que Bulgaria está técnicamente preparada para ser parte de la zona Schengen pero que las reformas en el ámbito de la justicia y la lucha contra la corrupción y el crimen organizado todavía no son suficientes. Esta vez el premier mostró coraje diciéndole a Tusk que “Bulgaria ha demostrado ser mejor frontera de Schengen que la mitad de los países en Europa”, y agregando que ya se sentía molesto de plantear por enésima vez el tema del acceso de Bulgaria a Schengen.
Sigue el próximo capítulo de la saga. El guión prevé que Holanda se haga cargo de la Presidencia rotatoria del Consejo de la UE de enero a junio del próximo año. ¿Acaso hay todavía personas ingenuas que creen que el Reino podría admitir una decisión política para la adhesión de Bulgaria al espacio Schengen durante su presidencia?
Hubo que venir estos días en Sofía Gjorge Ivanov, presidente de la República de Macedonia, un país que no es miembro, ni de la OTAN, ni de la UE, para decir que, citamos, “la crisis migratoria recordó a Europa que los Balcanes son una vía clave que conecta el Viejo Continente con el Oriente Medio” y que esta crisis y este corredor “se convirtieron en una prueba para el funcionamiento del espacio Schengen en la que la UE fracasó”.
Según algunos observadores, ya se llega a la pregunta de si el espacio Schengen no ha resultado ser una ficción o una quimera. Ante el tsunami migratorio varios Estados de Schengen se encapsularon y empezaron a proteger celosamente sus fronteras recurriendo a medidas que en el pasado, incluso en la época de la Guerra Fría, surtieron buen efecto. En este contexto, los esfuerzos de Bulgaria de ingresar en el espacio Schengen ya parecen una imitación. Sin embargo, es sabido que las series taquilleras se dilatan mucho en el tiempo. Es lo que ocurre también con la saga Bulgaria en la zona Schengen.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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