Nociones tradicionales sobre Dios, recogidas en canciones y leyendas

Dios vive en el cielo junto con los ángeles. Tiene luenga barba blanca, rostro sabio y buen genio. Lo ve todo y se lo sabe todo. Se desvela constantemente por los seres humanos y su bienestar. Quiere y protege a los buenos y a los justos, es severo con los malos a los que nunca se olvida de castigar. De ahí ha surgido el refrán: “Dios se demora pero no se olvida, llegada la hora”. Dios es el protagonista de gran número de canciones, cuentos y leyendas folclóricos.

Al comienzo, Dios bajaba frecuentemente a la Tierra para enseñarle al hombre cómo podría ganarse el sustento. Le mostraba al hombre cómo cultivar la tierra, cómo labrarla, sembrar y cuidar de la cosecha. A la mujer le enseñaba hacer puntos, tejer, encender la leña en el hogar. Según las creencias populares, Dios puede aparecérsele a uno con rostro y apariencia diferentes: como un anciano andrajoso sin hogar, un viandante de otras tierras que, al caer la noche, llama  a la puerta y busca cobijo. En la casa en que le dan cobijo, Él bendice a sus moradores, y maldice a quienes se lo niegan. Por esto, el pueblo dice que a cualquier visitante, incluso a un viajero casual, se les ha de ofrecer cobijo y se le debe agasajar “con lo que Dios ha dado”. En algunos cuentos, Dios vive “donde el diablo perdió su poncho”, en ese lugar mágico en que se encuentra el extremo de la Tierra. De ahí uno puede ascender al cielo, ir adonde Dios y, luego, retornar de allá a la Tierra.

Los protagonistas de un cuento popular son tres hermanos muy pobres que carecían de cualquier recurso para ganarse el sustento. Decidieron ir adonde Dios para implorarle su ayuda. Mientras iban por el camino se toparon con un anciano haraposo, se sentaron para descansar y trabar conversación. El anciano les preguntó a dónde se dirigían. El hermano mayor de edad le dijo que iba a pedirle a Dios un rebaño de ovejas y construirse una quesería. Había numerosas cornejas posadas alrededor de los hermanos y el anciano, y éste las transformó en ovejas. Rebosante de felicidad, el hermano mayor se quedó allá para cuidar del rebaño mientras los otros dos siguieron su camino. Nuevamente se cruzaron con un anciano quien transformó una roca en  una casa grande con una taberna en la planta baja en la que había una fuente de dos caños. Por uno de éstos fluía vino, y, por el otro, aguardiente. Así, otro de los hermanos obtuvo la taberna con que había soñado. El benjamín se quedó solo en el camino pero no desistió del periplo. Justo antes de llegar al extremo de la Tierra, vio que  delante de él se extendía un inmenso trigal. Una moza hermosa iba cantando entre las mieses que iba segando en  gavillas. Como por arte de magia apareció ante el joven un tercer anciano y le preguntó sobre lo que el hermano más pequeño iba a pedirle a Dios. El joven le contestó que ya no pretendía nada, que sólo quería tener a una novia como  a moza en las mieses para casarse con ella y trabajar los dos por ganarse el sustento. Así fue como ocurrió.

Pasaron años. Dios - por que con Él se habían topado los hermanos en el camino - decidió ir a ver lo que los tres hermanos habían hecho con los obsequios que les había ofrecido. Así Dios, nuevamente como un anciano andrajoso y desaliñado fue a ver al pastor, le dijo que tenía mucha hambre y le pidió un poco de mantequilla y de queso. El hombre lo regañó y lo echó con cajas destempladas. De repente, las ovejas del rebaño se convirtieron en cornejas y, el pastor se transformó en un hombre muy pobre. Ocurrió otro tanto con el hermano que se había hecho tabernero. Le denegó comida y cobijo a Dios, perdió la taberna y se vio nuevamente solo y haraposo al lado de la roca. El benjamín de los tres hermanos vivía pobremente con su  familia, pero todos en ella iban bien avenidos y vivían en paz y amor. Acogieron al anciano forastero, lo agasajaron con pan y sal, y hasta le dieron cobijo. Sacrificaron incluso la madera que cubría el techo de su casucha para usarla como leña en el hogar. Dios, en contrapartida obsequió a la familia del menor hermano con una  casona espaciosa y con incalculables riquezas.

En las canciones folclóricas frecuentemente aparece la frase:  ”Se sentó Dios a comer y reunió a todos los santos”. Por lo general alguno de los santos se retrasaba en llegar y cuando  llegaba explicaba el motivo de su demora. En las diferentes variantes se señala que así San Miguel Arcángel se había demorado por esperar a arrancarle el alma a un moribundo, San Nicolás se había ido a  socorrer a unos marineros en una  tempestad en alta mar, etc. Según las creencias, Dios reúne a los santos, no sólo para cenar con ellos, sino también para las obras de construcción de un monasterio, para cultivar su viñedo, etc. Dios dispone de un espejo celestial a través del cual mira y ve lo que ocurre en la Tierra. A su mirada no se le puede escapar ningún pecado de los humanos. Según la creencia, las almas de los difuntos, primero, van a parar donde está Dios y éste las juzga y dice si han de ir al infierno o al paraíso. Son subordinadas a Dios las hadas madrinas que  fijan el destino que correrá cada ser humano. También  obedecen a Dios las enfermedades y los elementos. Con la furia de éstos y la virulencia de aquéllas, Dios castiga cada pecado terrenal o pone a prueba la fe de los justos y en eso no  hacen una distinción entre personas pobres y ricas, entre jóvenes y viejas. Sólo se fija en el tipo de personas que son. Por esto, el pueblo búlgaro suele decir, además : ”Cuando Dios te da de comer no te pregunta de quién eres hijo”.

Versión en español por Mijail Mijailov