Durante esta semana que se va comenzó la última temporada de la serie llamada Corriente del Sur. Después de que en 2014 Bulgaria bloqueara el proyecto de este gasoducto presionada por la CE y lobbistas estadounidenses, pronto quedará claro si el país saldrá ganador o perdedor en esta saga. Tras el inicio de la democracia en este país en 1989, las dos palabras en inglés: winner y loser, se han convertido en la última moda reemplazando con frecuencia sus equivalentes búlgaros. La segunda, loser, se suele usar más a menudo, sobre todo en situaciones cuando se trata de defensa de los intereses nacionales.
Digresiones lingüísticas aparte, el miércoles la trama de la saga engrosó cuando los medios informativos hicieron circular la noticia que la mega compañía de gas rusa Gazprom rescinde oficialmente el contrato para la construcción del gasoducto Corriente del Sur que se suponía iba a suministrar gas ruso a Europa a través del mar Negro y Bulgaria evitando la inestable Ucrania. Sin embargo, bajo los titulares rimbombantes pocos medios informativos precisaron que se rescinde tan sólo el contrato con Corriente del Sur Transporte, la compañía que iba a colocar las tuberías en el sector offshore del gasoducto, es decir, en el fondo del mar Negro desde Rusia a Bulgaria. El servicio de prensa gubernamental rápidamente difundió un comunicado que especificaba que el Holding Búlgaro de Energía y la parte contratante búlgara no participan en la construcción del tramo marítimo del gasoducto Corriente del Sur, y que a estas fechas la parte búlgara no ha recibido una carta oficial de la suspensión del proyecto en territorio nacional. En otras palabras, la empresa búlgara que trabaja en el proyecto sigue existiendo. Por cierto, una parte de las tuberías destinadas para la zona offshore todavía están almacenadas en los puertos de Burgás y de Varna.
A finales de diciembre de 2014, durante su visita a Ankara, el presidente ruso, Vladimir Putin, anunciaba que la Corriente del Sur ya es historia y que el proyecto se redirigía hacia la construcción de una “corriente turca”. Ésta iba a utilizar prácticamente una parte considerable del trayecto de aquélla. “Iba”, porque la crisis entre Moscú y Ankara, desatada debido al derribo del avión militar ruso por las Fuerzas Aéreas de Turquía, parece haber congelado la Corriente Turca. La intriga se enredó aún más cuando el jueves la Gazprom decidió mantener en confidencialidad la realización del proyecto Corriente Turca. Algunos días antes, el diario búlgaro Standart informaba de un posible resucitar del proyecto Corriente del Sur lo cual fue desmentido tanto por el primer ministro Boyko Borísov como por el ministro de Energía ruso Alexánder Novak.
En este contexto Borísov empezó a hablar con entusiasmo de una “corriente búlgara”, concretamente de la construcción, cerca de la ciudad de Varna, de un centro de distribución de gas, llamado Balkán, donde el gas llegaría de Azerbaiyán, Rumania y... Rusia. En sus palabras, la CE no tenía nada en contra ya que se cumplirían los requisitos del Tercer Paquete Energético de la UE, y Bulgaria comenzaría a ganar millones del tránsito de gas hacia los países de Europa Oriental y Central. Pero, ¿no sería esto hacer las cuentas de la lechera? ¿Está seguro Borísov de que la Gazprom perdonará a Bulgaria el fracaso del proyecto Corriente del Sur y comenzará a llenar de gas el hub Balkán? Porque ni el gas azerí ni cualquier otro estaría en cantidades suficientes para que el hub cumpla su propósito hipotético. No hay que ser expertos para comprender que, a fin de cuentas, las cosas son realmente muy simples. Rusia tiene interés y una creciente necesidad de vender su gas a Europa, mientras que Europa, por mucho que hable de diversificación y cosas por el estilo, no puede satisfacer sus necesidades sin el gas ruso. De modo que pronto podríamos esperar que esta situación se desenrede. Ojalá cuando esto suceda Bulgaria no sea el principal perdedor en el fracaso de la Corriente del Sur.Versión en español por Daniela Radíchkova
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