¿Qué tienen en común los movimientos de protesta en la plaza Tahrir, de Egipto, el Maidán, de Ucrania, el parque Gezi, de Estambul y el Puente de las Águilas, de Sofía? Los rasgos específicos de estas formas de protesta y la forma en que transcurren en lugares públicos son tema central en el estudio de la socióloga Nilüfer Göle, catedrática de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales en París. Recientemente, la profesora ha dictado una conferencia pública en la Universidad San Clemente de Ohrid, de Sofía.
Para la señora Göle, las demostraciones políticas desde las revoluciones árabes, a través del Maidán y hasta las protestas en Bulgaria son todas ellas movimientos que nos mueven a reconsiderar qué es lo que hemos de entender por espacio público y cuáles son las nuevas formas de movilización. Son espacios públicos los parques, las cafeterías o las plazas a los que todos tienen acceso paritario por definición. En esas zonas las personas se congregan y discuten, van intercambiando ideas y de ahí plantean problemas a los políticos.
En primer lugar, dice la profesora Göle, la definición actual sobre la esfera pública se encuentra anticuada: Creo que vamos abordando una nueva época, un tiempo nuevo. Debemos reconsiderar la relación entre la esfera pública y la democracia. Hoy en día, el público es global, estamos en la época de las sociedades migrantes. Ya se ha producido un desfase entre las políticas estatales y las comunidades multiculturales. Por la dificultad de los políticos de adaptarse surge un número cada vez mayor de movimientos pro defensa de las tradiciones y los valores nacionales. El resultado es una paradoja: el público se ha vuelto global, pero las políticas continúan siendo nacionales.
Por otra parte, nos ha tocado vivir en la época de las tecnologías de la Información. Quienes protestaban en El Cairo se habían organizado a través de Facebook y Twitter y dejaron marginalizados a los medios informativos estatales y privados controlados. La policía se sentía impotente ante las redes sociales. No se trata aquí de la muchedumbre anónima de las multitudinarias manifestaciones. El mundo global ya se comunica a través del esquema Person-to-Person.
En Europa observamos el surgimiento de movimientos neonacionalistras que, a diferencia del nacionalismo clásico, representan una simbiosis entre ideas de la extrema derecha y el vocabulario del secularismo izquierdista, como es el caso de Marine Le Pen en Francia. Los regímenes autoritarios también se aprovechan de las nuevas tecnologías en su empeño por controlar la esfera pública. No dejan de inventar nuevas medidas para reforzar las normas “éticas” de comportamiento en los lugares públicos.
Así resulta decisiva la propaganda y la pugna por cuál interpretación de los acontecimientos deberá preponderar. Se trata de otro tipo de propaganda, no es la misma que en los estados comunistas en los cuales una fuente única la crea e impone. El partido de Erdogan primero intentó lograr un consenso con las personas en protesta. Al no lograrlo puso en circulación la versión sobre supuesta conspiración internacional contra el Gobierno de Turquía.
Estos movimientos tienen también otra peculiaridad más. Evitan la confrontación. No los integran unos profesionales versados en manifestaciones políticas, pues en las fotos se ve cómo esas personas no saben cómo reaccionar, visten ropa inadecuada para la protesta, se expresan usando los recursos del arte.
A la pregunta sobre las semejanzas con el movimiento social , iniciado en mayo de 1968 en Francia y el potencial de las protestas modernas para participar en la democracia representativa, la profesora Göle respondió: El alma del 68 se podía palpar en todo el parque Gezi y los participantes hacían referencias muy directas a ese año en Francia. La comparación pone de relieve hasta qué punto tanto las protestas del 68 como las actuales aparecen más bien como culturales que políticas y han generado una cultura pública distinta. Tanto ayer como hoy de lo que se trata es de movimientos que apuntan contra la cultura dominante, antes que de movimientos políticos. Los movimientos en 1968 tampoco cobraron connotaciones políticas pero alteraron tanto las políticas como la cultura pública. Confío más en la presencia amorfa que en la democracia representativa, concluye la profesoraGöle. El parque Gezi es el fantasma que está aquí y es ubicuo. Se engañará quien se crea conocedor del resultado final. La historia continúa.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Archivo personal y Miladina Mónova
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