Bulgaria casi no dispone de yacimientos propios de gas y su consumo anual, de unos cuatro mil millones de metros cúbicos de combustible azul, viene siendo garantizado casi al cien por cien por suministros rusos que llegan a Bulgaria vía Ucrania. Este hecho desagrada a las autoridades búlgaras que estiman que el mismo transforma a Bulgaria en país demasiado dependiente en lo energético de un país único. Además, Bulgaria viene urdiendo planes, ya desde la época del malogrado proyecto europeo sobre el gasoducto Corriente del Sur, de ocupar un puesto más importante en el mapa gasístico de Europa y llegar a ser una especie de país repartidor de gas, al menos para los países del Sudeste europeo. Esto podía haberse hecho realidad si se hubieran hecho las obras de construcción del citado gasoducto. Sin embargo, ahora ya está cobrando protagonismo el problema de qué precisamente repartirá este centro distribuidor de gas en el litoral búlgaro del mar Negro. Cabe decir que las autoridades búlgaras vienen desplegando últimamente esfuerzos notables por ofrecer respuesta a esta interrogante y materializar su idea que, encima, ha obtenido promesas de respaldo por parte de Bruselas. Ahora el problema reside en poder llevar gas a este centro repartidor.

Así, los proyectos de diversificación de los suministros se fueron multiplicando, pasando de la etapa de los comentarios y las negociaciones a la fase de las obras activas y la práctica puesta en explotación. Por lo demás, el actual primer ministro de Bulgaria, Boyko Borisov, ha logrado hacer lo que debiera para conseguir el precio más bajo del gas en Europa. El eventual éxito de todos los proyectos significará que Bulgaria ofertará a sus contrapartes un combustible muy barato. Se trata de una perspectiva bastante tentadora y que, encima, va cobrando dimensiones cada vez más realistas.

En la zona económica búlgara en el mar Negro, en la que se supone que se puedan descubrir yacimientos de gas y petróleo, que bastarán para satisfacer la demanda nacional al menos en los 30 años próximos y, además, quedarán cantidades para exportar, se iniciaron prospecciones hace dos meses. Estos días, desde el Este llegó la noticia de que el presidente ruso, Vladimir Putin, ha decidido revisar su prohibición sobre la construcción del gasoducto South Stream, o Corriente del Sur desde Rusia hasta Bulgaria y que en una variante nueva y sancionada por Bruselas, las obras de este gasoducto se pueden hacer realidad un día. Las conexiones gasísticas en fase más avanzada son las de Bulgaria con Rumanía, país que tiene bastantes yacimientos propios de gas. Tras el fracaso inicial de los intentos por colocar las tuberías para el gas por el fondo del río Danubio, fronterizo entre los dos países, ahora los problemas parecen ya resueltos y es probable que en los próximos dos a tres meses comience a fluir por las tuberías gas rumano para Bulgaria. También están evolucionando bien las cosas relacionadas con Grecia y su gas licuado y el gas de la zona del Caspio, y así la conexión gasística se volverá operacional en el mismo período de dos o tres meses. Conviene agregar que el lunes ha quedado inaugurada una moderna estación de compresores a través de la cual el combustible puede circular desde ya.

Se encuentran un tanto retrasados los proyectos de Bulgaria con Turquía, pero también allá las cosas van avanzando y el diseño de un enlace gasístico con ese país del sur se iniciará en los próximos 30 a 60 días. Además, hace unos días, fue suscrito un convenio para el suministro, vía Eslovaquia, de gas de Europa del Norte. En fin, se produce una auténtica internacionalización gasística en todas las direcciones. Esto está bien. Sólo sigue en pie el problema generado por la posición monopolista que la empresa estatal Bulgartransgas mantiene sobre la red nacional búlgara de transportación de gas. Esto no le agrada a Bruselas que insiste en admitir también a otros operadores al mercado interno búlgaro que, por medio de esta internacionalización, se volverá, de hecho, una parte del sistema europeo de transportación de gas.

De momento, las autoridades búlgaras consideran esta red como instalación estratégicamente importante para la seguridad nacional y se muestran reacias a privatizarla, o bien, admitir a otros operadores. Sin embargo, todo parece indicar que se encontrará alguna solución de compromiso puesto que, además, es posible que, tras materializarse todos estos proyectos, se produzca un excedente de gas en Bulgaria, país en que la gasificación de los hogares es aún incipiente y el consumo doméstico de gas es ínfimo. No por casualidad y con el objetivo evidente de impulsar el consumo interno, a partir del 1 de julio, los precios del gas para el uso doméstico e industrial bajarán un 10 %.

Versión en español por Mijail Mijailov