A 320 kilómetros al nordeste de Sofía se ubica Targóvishte, una ciudad cuyo patrimonio histórico cultural tal vez no sea lo suficientemente conocido pero que es de una riqueza sorprendente. Ya en el siglo XVII Targovishte se convirtió en centro de la feria más popular de la parte europea del Imperio Otomano y adquirió fama de ciudad de los oficios artesanos, que perduró en la época del Renacimiento Nacional búlgaro (siglos XVIII y XIX). Unos de los muchos oficios que se desarrollaron en la localidad fueron la sayalería, la manufacturación de artículos de pelo de cabra, de calzado y la elaboración de trencillas.
Miglena Terzíeva, de Targóvishte, en su tiempo libre se dedica al oficio de tejer galones. Luego de haberse graduado como ingeniero pedagogo por la Universidad Suroccidental de Blagoevgrad, en el suroeste de Bulgaria, especializó Tecnología de Prendas de Vestir en la Universidad Técnica de Sofía. También ha hecho un curso de postgrado para la conservación de los antiguos oficios artesanos que le ayudó a familiarizarse con las sutilezas de la elaboración de galones.
Este oficio no es muy típico para la región de Targóvishte. Los galones se hacen en las localidades serranas como Gábrovo, Zlatograd, Madán y el Complejo etnográfico y arquitectónico de Étara, donde también hoy en día hay un taller para fabricar trencillas –dice Miglena– . La trencilla o galón es una especie de cordón plano que se cose en los bordes de la prenda de lana para reforzar sus componentes. Su elaboración era un oficio masculino. Los maestros artesanos iban de pueblo en pueblo y de casa en casa para trabajar durante el invierno cuando no había trabajo de campo. En tiempos más recientes ese oficio se volvió menos itinerante y las mujeres también se dedicaron al mismo. En varias zonas se crearon talleres, y cada región se caracterizaba por una decoración de galones típica. Especialmente abigarradas y coloridas son las prendas femeninas. Según una creencia popular, en la decoración de la ropa siempre hay que dejar un detalle sin terminar o equivocado para que las miradas malas se fijen primero en él.
Miglena cuenta, además, la curiosa historia de cómo en Bulgaria, en la segunda mitad del siglo XIX, se introdujo la máquina de hierro, indispensable para fabricar trencillas. Un joven búlgaro trabajaba en Europa Occidental precisamente en un semejante taller y todos los días sustraía, una por una, piezas de esta máquina a las que hacía bocetos. Al regresar a la patria, los repartió en diversas regiones del país para la fabricación de estos elementos. Nadie podía imaginar qué era lo que representaban en sí estos elementos. Así logró armar su propia máquina. Dicen que aquél fue uno de los primeros actos de “espionaje industrial” realizado por un búlgaro.
Debido a las reconstrucciones históricas, muy comunes en los últimos años, las prendas amorosamente guardadas en las arcas de las abuelas están en gran estima.
En el pasado los galones se hacían de 8, 10 o 12 hebras, en la actualidad cuentan de 10 hilos de lana de grosor diverso. El proceso es muy lento ya que se cose a mano sobre la prenda, puntada a puntada, explica Miglena.
Es un verdadero placer para quien pone su alma en la elaboración, para obtener al final un artículo extraordinario. Hoy en día las trencillas se utilizan para adornar la ropa moderna dándole un toque diferente a la vida cotidiana. Se aplican también en la decoración de paneles de textil y alhajas. Es ahí cuando doy rienda suelta a mi imaginación y me permito mezclar diversos estilos.
La artesana aficionada ha participado en la novena edición de la Feria Internacional de los Oficios Artesanos, de la que se llevó el Gran Premio en la competición de elaboración de trencillas. De esta manera obtuvo derecho a organizar una exposición individual en la que mostró trajes y ornamentación tradicionales interpretados de forma moderna, y también una amplia gama de galones.
Para Miglena Tersíeva la elaboración de trencillas no es una profesión sino un entretenimiento. En realidad, ella trabaja con niños con necesidades especiales y trata, en la medida de lo posible, enseñarles habilidad y paciencia a la hora de manufacturar pequeños objetos.
A la pregunta de, ¿por qué, en su opinión, es importante preservar los oficios antiguos?, Miglena responde así:
Con el oficio artesanal no se puede hacer fortuna pero cada artesano suele conservar algo que se ha ido transmitiendo de generación en generación. Eso es lo que nos mantiene en este mundo tan apresurado lleno de nuevas tecnologías. El mundo está cambiando; espero que podamos conservar una pequeña parte de la vida cotidiana de nuestros antepasados que ha perdurado y ha atesorado el espíritu búlgaro.
Versión en español por Daniela Radíchkova
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