Palacios de hormigón con nombres exóticos, música de todas partes, turistas en la playa tumbados uno al lado de otro. Esta es la imagen de la costa búlgara del mar Negro en el extranjero, sobre todo entre los turistas que utilizan el servicio all inclusive. Sin embargo, con esto no se agota la belleza que tiene la franja playera búlgara de 400 kilómetros.
Quienes buscan una fiesta de 24 horas con alcohol barato la encontrarán en Slanchev briag o en Zlatni Piasatsi. Quienes buscan el contacto directo con la naturaleza todavía pueden gozar de él en las pocas bahías que se han salvado de la construcción indiscriminada en la costa sur del mar Negro. Los campamentos de turismo están camino de desaparecer cediendo su lugar a hoteles y apartamentos vacacionales en las dunas. Sin embargo, para los más fieles aficionados a los campings todavía hay lugares donde pueden montar sus tiendas de campaña siguiendo el ejemplo de sus padres. Mía Yotova, de 16 años de edad, regresó de sus primeras vacaciones marítimas sin control paterno. Pasó dos semanas en un camping siguiendo los pasos de sus abuelos y padres. A pesar de que hace tiempo que Arapia, una bahía paradisiaca a 70 kilómetros al sur de Burgas, no es el camping que recuerda de su niñez, Mía optó por pasar el verano allí junto con sus amigos.
Prácticamente crecí en ese lugar y para mí el camping es una vivencia mucho más agradable que pasar las vacaciones en un hotel. En el camping uno se siente libre, está cerca de la naturaleza y valora las cosas pequeñas. Un amigo mío decía que prefiere ver las estrellas en la entrada de su hotel en vez de mirarlas en el cielo antes de dormirse. Creo que él nunca entenderá qué es sentarse en la arena y mirar las estrellas. ¿Por qué escapamos de la ciudad si prácticamente nos trasladamos en otra ciudad que está en la costa del mar?
Los primeros turistas de la bella bahía de Arapia cuyo nombre que significa “roca negra”, a causa de las rocas que están en su entrada, eran en realidad los abuelos de Mía Yotova. En el lejano año 1962 ellos llegaron casi por casualidad a la playa virgen y volvían allí cada verano en los siguientes 40 años. La abuela de Mía, Ekaterina, recuerda:
No había ni rastro de pies humanos por la arena. Montamos unas 6 tiendas de campaña que habíamos elaborado nosotros mismos. Encendíamos fuego y nuestro alimento principal era el pescado. El mar estaba muy limpio y el pescado abundaba. Además, en el mar podíamos lavarnos los dientes y los platos.
Hoy esto ya es imposible. Todo padre sabe qué difícil es convencer a su hijo que pase el verano en un lugar donde faltan las comodidades de la vida moderna. A pesar de esto Ekaterina y sus amigos pasaron decenas de vernos en ese camping con sus hijos y posteriormente con sus nietos. Nunca se les ocurrió pasar el verano en los centros vacacionales que les ofertaban sus empleadores.
Nadie quiere pasar las vacaciones con sus colegas con quienes está todo el año. Nosotros éramos unos amigos que aman este modo de vida. Mucha gente se extrañaba que pasáramos nuestras vacaciones en condiciones tan primitivas. Cuando nacieron nuestros hijos preferíamos el camping porque ellos se acostaban en las tiendas de campaña y nosotros podíamos quedarnos en la playa. Los niños eran grandes amigos, todo el día jugaban, les organizábamos distintas diversiones y guardamos recuerdos muy bellos de aquellos años.
Ekaterina Dimitrova transmitió su amor por las vacaciones en medio de la naturaleza a sus hijos que hasta hoy en día prefieren dormir en una tienda de campaña en vez de en un hotel. La profesora de alemán Iliyana Georgieva también pertenece a la generación de los aficionados a los campings. Dio sus primeros pasos en la difícil lengua alemana siendo una niña que crecía en las playas de Arapia junto con sus amigos de la ex República Democrática Alemana.
Hubo un enorme número de alemanes de la ex República Democrática Alemana que venían con un equipamiento de campismo del cual nosotros ni podíamos soñar. Era casi un honor comprar de ellos una tienda de campaña cuando se iban. Viajaban en trabantes, que eran un sueño para los búlgaros y los coches apenas daban cabida a lo que transportaban. Hubo personas que escaparon. A veces por la mañana veíamos tiendas de campaña vacías y coches abandonados. Eran personas jóvenes que trataban de escapar. Algunos fueron capturados, otros lograron escapar. Era a mediados los años 70 o principios de los 80 y nos sentíamos contentos de que habían logrado engañar al sistema. Antes de los cambios Arapia era una zona fronteriza y para nosotros, los niños, era muy interesante cuando por la noche pasaban los guardafronteras armados hasta los dientes y nosotros jugábamos desnudos en la arena. Hoy ya los alemanes no vienen ya que después de la caída del muro de Berlín ante ellos se abrieron muchos horizontes. En aquellos años podían visitar solamente la costa búlgara del mar si se les permitía viajar.
Versión al español de Hristina Taseva
Fotos: Dimitar Stanchev y Vesela Vladkova
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