El rito del surcado mágico y la elaboración de una prenda de vestir protectora ante el mal son antiguos ritos asociados entre sí por su sentido y contenido tradicional. Se practicaban sin necesidad de ecanciones ni augurios especiales. Todo lo contrario: se ejecutaban en silencio absoluto, en horas de la tarde-noche, es decir, entre la puesta del sol y el primer canto de los gallos al amanecer. Existe también el llamado “rito de los mellizos”, de primordial importancia, del que les hablaremos más adelante. La ilustración musical de este programa consiste de piezas folclóricas que hablan, precisamente, de hermanos y hermanas mellizas y algunas prácticas rituales nocturnas.
El surcado ritual era practicado antaño para prevenir epidemias, granizadas, inundaciones, incendios y las tentativas de los seres demoniacos que podrían hacer daño a las personas. Si se secaban los pozos, si muchos vecinos de la aldea enfermaban u si otro mal dificultaba la vida de los vecinos, los ancianos del poblado escogían un nuevo sitio, habitualmente un extenso claro en el bosque o un prado en el llano, de suelo firme y en proximidad a un río u otra fuente de agua, lien protegido por los bosques circundantes. Decidían trasladar allí el pueblo y para proteger el nuevo asentamiento ejecutaba allí el rito del surcado protector. Existían también diversos ritos que se practicaban contra un mal que azotaba el pueblo, con el fin de repelerlo sin necesidad de que la gente se mudase a otro lugar.
Los preparativos para el surcado protector eran bastante difíciles. Había que cumplir una serie de requisitos y por eso el rito se practicaba en raras ocasiones. Lo testimonia el etnógrafo Dimitar Marinov, quien a comienzos del siglo XX registró un solo pueblo circundado por el surco mágico resultante del surcado protector. En muchos otros pueblos le comentaron la existencia de este rito pero no afirmaron haberlo practicado últimamente. El etnógrafo concluyó que, al parecer, este rito no existió en Bulgaria del centro-norte y occidental
¿En qué consiste el surcado protector? En primer lugar, había que buscar un “árbol mellizo”, es decir un árbol que desde la misma raíz tuviera dos troncos. Los cortaban y de ellos elaboraban las piezas de madera del arado. El hierro del que se fundiría la vertedera debía ser traído de nueve sitios diferentes. La propia vertedera se forjaba en una sola noche por herreros mellizos. La forja se hacía solo de noche. En cuanto resonara el primer canto del gallo al amanecer, la faena cesaba. La elaboración del arado ritual se realizaba por artesanos totalmente desnudos que debían trabajar en silencio absoluto. En cuanto el artefacto fuera acabado, otros hermanos mellizos debían uncir dos bueyes mellizos y abrir uno a tres surcos alrededor del pueblo, en las oscuras horas de la noche.
Los surcos debían ser concéntricos, distantes uno a tres metros el uno del otro. El pueblo entero estaba prevenido de la práctica del rito y para que el mismo tuviera efecto protector, mientras se hacían los surcos nadie debía salir de casa y ningún foráneo debía entrar en el pueblo. Por esta razón colocaban a centinelas en todas las entradas y salidas del pueblo que cerraban el paso a todo el mundo.
Muchas veces el rito del surcado protector del pueblo era acompañado de otros actos mágicos. En cuanto los dos mellizos terminaban de abrir los tres surcos mágicos, se apagaba en fuego en todos los hogares, velas, quinqués y demás fuentes de fuego en el pueblo. Los hermanos mellizos responsables del surcado debían obtener fuego del modo más primitivo: frotando dos piezas de madera. En cuanto saltaban las llamas, de ellas los vecinos tomaban “fuego nuevo” `para sus hogares. Se creía que el fuego joven repelía el mal.
El rito del surcado mágico protector era sustituido en algunos sitios por el uso de una prenda de vestir mágica que todo el mundo debía ponerse por un instante. La prenda era elaborada de modo muy especial. En primer lugar, había que buscar un carnero negro, esquilarlo, lavar la lana, secarla, hilarla, tejer de ella una tela y coser la prenda de vestir, todo ello en una sola noche, entre la puesta del sol y el despuntar del alba. En algunos sitios en lugar de lana utilizaban cáñamo. Las mujeres que participaban en esta empresa se reunían en una casa apartada de la aldea y juntas elaboraban la prenda mágica. Todo el mundo debía ponerse por un instante esta prenda, de la que se creía que haría a las personas inmunes para toda enfermedad. Lo hacían en silencio, completamente desnudos, hombres y mujeres por separado, en las horas más oscuras de la noche, en una huerta o un sembrado.
Si la prenda era elaborada por una sola familia, tras ponérsela todos los miembros de ésta uno a uno, la prestaban a vecinos, amigos y familiares que hubiesen ayudado o participado de alguna manera en su elaboración. Si la prenda era obra de toda la comunidad, la vestían uno a uno todos los miembros de ésta. Una joven casadera montaba el cilindro receptor del tejido a modo de una yegua y daba tres vueltas al pueblo. Luego el tejido y las piezas del propio telar eran enterrados fuera del territorio de la aldea.
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