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La encrucijada obstruida

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Foto: BGNES

Bulgaria, en función de las circunstancias concretas, ora se enorgullece, mora se queja de ser en los Balcanes una encrucijada entre Europa y el Oriente Próximo. Desde el punto de vista del transporte por carretera, Bulgaria estaba sacando provecho hasta no hace mucho de su situación estratégica, básicamente en forma de tasas por el tránsito automotor, viñetas y aranceles cobrados a los centenares de miles de camiones de carga y turismos que cruzaban por Bulgaria en ambos sentidos.

Sin embargo, desde hace un año, los puestos de control de frontera y aduana de Bulgaria por los que debe transitar el flujo automotor comenzaron a asfixiarse desbordados por tantos vehículos a atender, fueron suspendiendo su labor en forma intermitente, o bien, seguían funcionando de forma tan inadecuada frente a las enormes caravanas de vehículos, provocando así una auténtica oleada de descontento, tanto por parte de los turistas búlgaros y extranjeros como de los camioneros profesionales de vehículos repletos de mercancías.

Este descontento se volvió acentuadamente visible hace dos días, cuando centenares de camiones búlgaros bloquearon durante horas todos los cruces fronterizos en las fronteras norte, occidental y meridional del país quedando así atascada la encrucijada. Los transportistas, indignados por las colas kilométricas y por los días que tenían que esperar para cruzar la frontera, acusaron de la situación la mala organización creada por las autoridades aduaneras y fronterizas. Probablemente no carecen de fundamento estos reproches, habida cuenta del hecho de que casi cada quincena de días los medios informativos señalan casos de sistemas informáticos bloqueados de los guarda fronteras o los aduaneros, de un sinfín de operativos policiales, de detenciones y despidos de funcionarios aduaneros corruptos. Todo lo anterior es indicio de que en los puestos de control de frontera de Bulgaria existen multitud de problemas: técnicos, profesionales, organizativos. Las personas más perjudicadas en esta situación son quienes viajan y se ven forzadas a soportar los sinsabores de la interminable espera, acumular pérdidas por demoras de los suministros, perderse los plazos para celebrar importantes reuniones, etc.

No obstante, también existe otra causa por la que hay necesidad, con demasiada frecuencia, de que uno espere durante horas y días para franquear la frontera búlgara. Se trata de las medidas de seguridad que se han visto notablemente reforzadas y rigurosamente aplicadas con el estallido de la crisis migratoria y el tráfico intensificado de drogas y otras mercancías de contrabando. Es por esto que casi no pasa un solo día sin que se informe de migrantes ilegales capturados en la frontera, de copias falsificadas de bienes de consumo de marcas famosas y prestigiosas, de sustancias estupefacientes. Todo parece indicar que no se podrá dar pronto solución a estos problemas y, menos aún, por parte de Bulgaria exclusivamente, la cual no es sino país de tránsito en la mayoría de los casos. Hay, sin embargo, gran número de otras cosas que las autoridades búlgaras pueden mejorar sin esperar una asistencia extranjera o una aprobación por parte de sus socios europeos. Resulta natural esforzarse por proporcionar un mínimo de comodidades elementales a las personas que esperan en estas colas kilométricas de camiones o turismos. No hacen falta unos recursos necesariamente cuantiosos para conformar cierto parque de reserva de aseos químicos que se ubiquen, en caso de necesidad, en proximidad a la carretera obstruida cuando algún puesto fronterizo deje de funcionar o, en los largos puentes de días feriados, la gente se ponga a viajar, las más de las veces, a las vecinas Serbia, Macedonia, Grecia y Turquía.

Unas cafeterías itinerantes podrían recorrer las colas y ofrecer bebidas y alimentos. Hay, por cierto, muchas otras cosas−mantener ambulancias de guardia por ejemplo −que se deben y se pueden hacer sin invertir mucho dinero ni esfuerzos especiales−. Hay más, y es que los flujos hacia y desde Bulgaria se volverán obviamente aún más intensos y, con toda probabilidad, resultará indispensable modernizar y ampliar los actuales puestos de control de frontera y aduana. 2016 ha sido un año récord para el turismo nacional, en 2017 se esperan resultados aún mejores y un mayor número de turistas y, de esto no cabe duda alguna, también crecerá el número de los automovilistas.

Se trata de dinero vivo y fresco para el sector económico búlgaro, de nuevos puestos de trabajo que no habría que desperdiciar así a la ligera y por razones burocráticas. Representa una solución parcial del problema el acceso al espacio Schengen cuando simplemente se suprimirán los puestos fronterizos entre Bulgaria, Rumanía y Grecia. Respecto a Turquía no existe, a estas alturas, tal perspectiva real, y es que justo en la frontera de Bulgaria con ésta ,el problema sigue siendo crónico y de muy candente actualidad, sobre todo en los meses de verano cuando los centenares de miles de turcos que residen y trabajan en Europa Occidental se dirigen por vacaciones a la patria y luego vuelven a ésta siempre cruzando por Bulgaria. En fin, es esto lo que significa encontrarse en la encrucijada entre el Occidente el y Oriente.

Versión en español por Mijail Mijailov



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