Bulgaria no es un país de castillos conservados como recuerdo de los grandes gobernantes. Pero en cambio, está salpicada de numerosos monasterios, prueba de que nuestro país ha mantenido su vida espiritual incluso en los momentos más duros de la asimilación cultural. La mayoría de monasterios búlgaros están situados lejos de las grandes ciudades, en las montañas, donde los monjes podían copiar libros litúrgicos sin ser molestados y crear escuelas dedicadas a la literatura y la pintura eclesiásticas eslavas. Para la construcción de cada claustro, los búlgaros han elegido localizaciones con hermosas vistas, para los que pensaban que habían sido elegidos por Dios. Así se dividieron los grupos de monasterios geográficamente, que nuestra gente llamó “pequeño Monte Athos”. Hoy en día el grupo de monasterios cercano a Sofía, aún llamado “El Monte Sagrado de Sofía”, recibe numerosos visitantes. La antigua capital de Bulgaria, Tarnovo, se enorgullece de su propio complejo espiritual, que incluye 16 monasterios activos en la zona, el mayor de los cuales es el de la Transfiguración.
Muchos de los claustros búlgaros han dejado una profunda huella en la mente de Kosta Marinov, un fotógrafo aficionado de Sofía. Durante los últimos 40 años ha visitado varias veces lugares santos, y cada vez descubre nuevos secretos ante el objetivo de su cámara. En 1977 el fotógrafo visitó por primera vez el monasterio de Glozhene “San Jorge de Capadocia”, y quedó impresionado por la belleza de la Naturaleza y el mundo misterioso del claustro. Desde entonces dedica sus días de asueto a recorrer monasterios. Ha tomado ya cientos de fotografías, y a finales de noviembre inauguró su primera exposición con 40 imágenes de los monasterios más impresionantes de Bulgaria. El emplazamiento de la exposición no es casualidad: se trata de la filial “Serdika” de la Biblioteca Capitalina, en la calle Serdika número 1. Así los monasterios se deslizan de forma virtual hacia nosotros, para recordarnos que este mundo es transitorio, pero que las creaciones de la Fe y el alma son imperecederas.
Y añade Kosta Marinov: Yo siempre he dicho que cuando tomas una buena imagen tu corazón se estremece. Puedo haber hecho miles de fotos, pero sólo algunas me emocionan cuando las miro. Se sienten con el corazón, y pienso que esto es una intervención divina. Normalmente viajo a los monasterios en grupo, pero prefiero viajar solo, porque así puedo dedicar más tiempo a lo que veo. Incluso si viajo con amigos, prefiero quedarme solo con mi cámara, aunque pueda parecer extraño. Son curiosas las imágenes de los monasterios que están en ruinas, como por ejemplo el de Garlo. Me doy cuenta de que en muchos lugares la gente se organiza, recaudan fondos y aportan trabajo físico para conservar iglesias y monasterios. Incluso sin ayuda estatal, ellos solos se las arreglan para restaurar el auténtico aspecto de los edificios. He estado en muchas iglesias y capillas que han sido restaurados gracias a donaciones. De mis conversaciones con los donantes he aprendido que honran mucho sus tradiciones, conservan su Fe y no escatiman trabajo ni recursos para conservar los santuarios. Muchas familias tienen las llamadas cruces votivas de piedra, que son lugares de reunión para toda la familia. Ahí se hace el sacrificio y todos rezan una oración común por la salud, la fertilidad y la protección divina de toda la familia.
Se ve de forma muy distinta si se pasa por ahí en coche, en bicicleta o a pie, dice el fotógrafo. Y explica que cuando se viaja en coche se ve muy poco del camino. En bicicleta se ve algo más, pero haciendo el mismo trayecto a pie se puede ver cada guijarro. Por ello, Kosta Marinov es aficionado a viajar despacio. Ha aprendido a fijarse en los detalles de sus profesores de fotografía artística, entre los cuales están Ivo Hadzhimishev, Gueorgui Kiosev y Rafi Marukyan. Con mi primera exposición quiero emocionar a todos los búlgaros, volver a los mayores, hacia sus recuerdos de los monasterios que han visitado, y provocar en los jóvenes el deseo de ir a ver por sí mismos la belleza de Bulgaria.
La mejor impresión me la dejaron los frescos del monasterio de Rila, que tienen muy buen aspecto porque han sido restaurados. También están en buen estado los del monasterio de Batoshevo. Los que peor impresión me dejaron fueron los frescos de uno de los monasterios de Asenovgrad, que estaba bajo polémica. Ahí los arquitectos querían utilizar el monasterio como su base, y el monasterio pasó a estar bajo la jurisdicción del metropolitano de Plovdiv. Espero que empiece pronto la restauración, porque los murales son maravillosos y no se deben echar a perder.
Versión en español por Marta Ros
Fotos: Archivo personal
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