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La Bolsa de Valores de Bulgaria procura nuevamente atraer a inversores extranjeros por medio de Bonos del Tesoro

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Foto: BGNES

Desde el pasado 1 de noviembre la Bolsa de Valores de Bulgaria ha comenzado a ofertar, además de bonos corporativos, títulos de valores del Estado. Hasta ahora la Bolsa de Valores nacional, en teoría agente clave en los mercados financieros y, en general, en toda la economía nacional, no había podido consolidarse como el recinto en que se valoren con la máxima precisión por parte del mercado, los activos de las empresas, en que se puedan captar capitales de la manera más transparente y justa y se puedan efectuar inversiones en títulos de valores de empresas, municipales o corporativas, en forma de bonos y acciones y sus derivados.

Las causas son, al menos, dos: la empresa búlgara no se encuentra aún lo suficientemente bien desarrollada para sentir necesidad de la Bolsa de Valores y, además, ésta es bastante pequeña y ocupa un lugar periférico en el mundo de los negocios en Bulgaria. Ha sido justamente por esta razón por la que su capitalización mercantil supera apenas los 4 mil millones de euros, cifra centenares de veces inferior al valor en el mercado siquiera de una sola compañía mundial como Google o Apple, por ejemplo. Es capaz de imprimir un nuevo impulso al muy lento mercado de capitales búlgaro el comercio con Bonos del Tesoro. Nada menos que 2800 millones de euros en forma de 20 emisiones de Bonos se encuentran a disposición, desde el pasado 1 de noviembre, de los inversores nacionales y extranjeros.

Es que los Bonos del Estado son en cualquier país del mundo, los títulos valores que más interesan a los inversionistas, por resultar seguros, ventajosos y con liquidez, es decir se les puede comprar y vender rápida y fácilmente. El rédito que generan se encuentra garantizado por el Estado, los tipos de interés son atractivos y, actualmente se han vuelto atractivos no sólo para los clientes tradicionales −bancos, fondos de pensiones y compañías de seguros−, sino también para inversores menores y hasta individuales. Es que la inversión mínima admisible es del orden de mil euros, suma que se puede permitir el lujo de invertir incluso el búlgaro medio. Se supone que sobre el telón de fondo de los tipos de interés nulos y hasta negativos que los bancos pagan por los depósitos, los títulos de valores en el mercado de capitales puedan acaparar la atención de bastantes personas en este país. Y no sólo en Bulgaria porque los directivos de la Bolsa de Valores están cifrando grandes esperanzas en que podrán atraer también inversores institucionales e individuales del extranjero, por lo menos del mismo número que habían tenido esos inversores antes de la crisis financiera a finales de la primera década del siglo XXI, cuando representaban un 60 a un 65 % del mercado. Actualmente su parte correspondiente se ha reducido tres veces. Este descenso se refiere, en realidad, también a las inversiones extranjeras directas en Bulgaria que han bajado 8 a 9 veces en comparación con los niveles récord del período anterior a la crisis financiera mundial. Actualmente, la economía búlgara sufre una necesidad apremiante de dinero fresco, ya que se encuentra en auge y con numerosos proyectos de expansión empresarial, en tanto que el capital nacional búlgaro sigue siendo modesto por su volumen y capacidades.

De hecho todo el mundo, al frente con la Bolsa de Valores, necesita de un mercado de capitales en buen funcionamiento y con liquidez. La Bolsa comenzó a operar nuevamente, tras el fin del comunismo, hace más de un cuarto de siglo, impulsada por el gran entusiasmo de un grupo de expertos en Finanzas que conocían bien los mercados financieros en el mundo y estaban resueltos a transferir también a Sofía la buena experiencia de Wall Street, Londres y Frankfort. Desgraciadamente, ya al comienzo mismo, y en sus primeros pasos, a la Bolsa de Valores de Sofía le faltó suerte pues había aparecido justo cuando se encontraba en su apogeo la dramática crisis bancaria a mediados de los años 90 del siglo XX. Es que sin los bancos y sus recursos financieros no cabe hablar de cualquier comercio bursátil importante. La crisis vino y se fue, muchos fueron gravemente afectados por el desplome de los bancos pero lo que ha persistido es el temor a invertir dinero en unos aparentemente valiosos títulos de valores. Hay más y es que el Estado que, en realidad, es poseedor de la Bolsa de Valores, no ofrecía −ni está ofreciendo− cualesquiera garantía sobre la seguridad y la renta que generan las inversiones en acciones y bonos. Esto les ha parecido a muchos la enésima burbuja financiera y la desconfianza se ha vuelto crónica. Justo por esta razón, ni las compañías propenden a colocar sus acciones en la bolsa y convertirse en sociedades públicas, ni las entidades financieras y los inversores comunes se inclinan por salir en el mercado de los títulos de valores. Como resultado de ello el volumen de transacciones cerradas en una jornada suele ser más que modesto y cuando llega a superar la cuantía de 1 millón de euros todos se están congratulando y alegrando como unos chiquillos.

Ahora se espera que las cosas vayan a cambiar ya que, además, desde la Bolsa prometen que por espacio de otro año más no se aplicarán tasas sobre las transacciones con Bonos del Tesoro. Sin embargo, surge, lógicamente, la pregunta de que si la Bolsa es la encarnación del mercado y las leyes de éste, ¿por qué el Estado debe volver a intervenir para que se arreglen las cosas, puesto que, incluso, hay planes de colocar en la Bolsa acciones de empresas públicas rentables? Algunos expertos responderán que así se hace en el mundo. Así es, el Estado es el que imprime el impulso inicial y, luego, se espera que también los empresarios se animen. Ojalá ocurra así también en Bulgaria. Hay que reconocer que el momento es muy propicio y oportuno para ello, pues la economía funciona viento en popa, la empresa sigue en expansión, los ingresos de los ciudadanos aumentan. O sea, que hay dinero incluso para invertirlo en el mercado de los título valores, hasta no hace mucho, subestimado y eludido. Ahora toca a los “osos” y los “toros” −nombres que se dan en la jerga bursátil a los bróker que apuestan y esperan bajas o subidas de las cotizaciones en Bolsa− empezar a moverse y que comience a funcionar, por fin, el mercado de capitales en el país.

Versión en español por Mijail Mijailov



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