Recientemente fue publicado en Sofía un libro sobre México, que inserta recuerdos y reflexiones de su autora, la periodista búlgara Zdravka Dimitrova, quien vivió en aquel país años acompañando a su esposo diplomático.
La llamativa portada del libro, titulado México, mágico, un cálido abrazo, reproduce un fragmento del mural Muerte al invasor, de David Siquieros, siendo el libro profusamente ilustrado con fotografías realizadas, en su gran parte, por la autora. Pero lo que más impresiona es el cariño por México que resume la obra escrita con pasión y llena del calor humano inherente a nuestros dos pueblos, el búlgaro y el mexicano.
En entrevista especial concedida a la Sección de Lengua Española de Radio Bulgaria, Zdravka Dimitrova dice:
Llevo este libro en el corazón desde hace mucho y el tiempo no pudo borrar todo el entusiasmo que había acumulado viviendo en aquel país, tratando con sus habitantes. Llega un momento en que las cosas se desbordan, se toma una decisión y así fue como me senté y empecé a escribir. Lo escribí con mucha alegría y con mucho cariño, de todo corazón. Y lo mejor de toda esta historia es que escribiendo, volvía a aquellos lugares y revivía todo aquello. Me invadía un sentimiento muy grato, me era agradable recordar. Por lo visto era el corazón el que pedía que hablara, que expresara todo lo que sentía. Porque México es un país que uno no puede dejar de amar, no puede dejar de quererlo, cuando lo ha conocido.
Hablando de las relaciones búlgaro–mexicanas, la autora se refiere a aquellas manifestaciones que han quedado especialmente grabadas en su memoria.
Nuestras relaciones han pasado por varias etapas diferentes. Así, por ejemplo, las relaciones con Bulgaria fueron rotas cuando nuestro país se sumó en la II Guerra Mundial a las fuerzas del Eje, las fuerzas fascistas, las fuerzas agresoras. Las relaciones fueron reanudadas en 1974. Cuando no hemos mantenido relaciones diplomáticas, sí hemos mantenido lazos culturales muy intensos. En aquel período, por ejemplo, han visitado Bulgaria grandes artistas como el pintor David Siqueiros, los novelistas Juan Rulfo, Carlos Fuentes y otros más. Hemos podido ver numerosas exposiciones de artes plásticas, muchas películas con María Félix, que cobra gran popularidad en Bulgaria. En cuanto al período de mi estancia en México, a partir de 1981, puedo decir que entonces Bulgaria era muy conocida ahí; nos recibían los presidentes, representantes de la Administración, la opinión pública sabía mucho de Bulgaria. Cuando terminábamos de preparar la celebración del 1300 aniversario del Estado Búlgaro contábamos con una comprensión plena por parte mexicana.
Zdravka Dimitrova comenta cuáles fueron algunas de las actividades culturales búlgaras más destacadas que se desarrollaron en el país azteca con motivo de la celebración de los 1300 años de la fundación de Bulgaria.
Llevamos a cabo muchas traducciones de autores búlgaros: por ejemplo, piezas teatrales de Iván Radoev, entre tantas obras más. Fueron lanzados sellos –un millón de ejemplares cada uno de los tres– con el Jinete de Mádara, que es un monumento medieval búlgaro; con un ritón, recipiente de oro de la Antigüedad perteneciente a un tesoro tracio; y con la efigie de Desislava, soberana medieval búlgara representada en los frescos de la Iglesia de Boyana. Estos frescos son desde hace décadas parte del patrimonio mundial de la UNESCO. Se hicieron un gran número de celebraciones, una plaza y un parque recibieron el nombre de Jorge Dimitrov quien, durante el proceso de Leipzig al que lo sometió el poder hitleriano, desenmascaró el fascismo en auge en los años 30 del siglo pasado. La ministra búlgara de Cultura, Ludmila Zhívkova, gran amiga de México, se convirtió en madrina de una escuela mexicana que sigue llevando su nombre. En la ciudad de Puebla una calle fue llamada Sofía, como nuestra capital. A México viajaron varias exposiciones búlgaras. Y lo mejor es que en aquel período salieron de Bulgaria para recorrer el mundo un gran número de personalidades de la cultura nacional, como la cantante lírica Guena Dimitrova, conferenciantes, estudiosos de las artes y la historia nacionales. La bailarina Krasmira Koldámova actuó en el Teatro de Bellas Artes de Ciudad de México, como también directores de orquesta búlgaros. La idea era presentar el desarrollo de Bulgaria desde los tiempos más remotos.
Haciendo una comparación con los búlgaros, en la vida de quienes la música está muy presente, la periodista opina sobre el lugar que ocupa la música en la vida de los mexicanos.
Es difícil imaginar a un mexicano que no guste de cantar y bailar. Por algo es tan célebre la Plaza Garibaldi de México donde en cualquier momento hay una veintena de orquestas tradicionales, de mariachis, cantando con sus guitarras, vestidos de charros. Figura en todos los recorridos turísticos porque su ambiente es muy característico de México.
A continuación sigue un pequeño extracto del libro México, mágico, un cálido abrazo, donde la autora describe sus vivencias cuando asistió a la anual llegada a la tierra del máximo dios maya Kukulkán, en la ciudad prehispánica de Chichén Itzá:
Hacia las tres y media el sol se encamina al ocaso. Aparece un movimiento apenas perceptible de la luz en el escalón superior. No, no es un movimiento, es más bien una percepción de movimiento. El tiempo parece detenido, no me atrevo a mirar mi reloj, no me atrevo a desviar la mirada del escalón para no perder el inicio. Y en un instante la percepción se convierte en una línea dorada en el filo superior de la escalinata. Luego la luz va bajando poco a poco, se traslada al filo de la plataforma siguiente. Siempre tan dorada y viva, siempre pausada, recorre las nueve plataformas. Con un último movimiento “el cuerpo” alcanza la cabeza y se une a ella. Miro con los ojos abiertos a más no poder, miro con el corazón y el alma; tan estremecedor es este espectáculo natural, tan intensa la emoción que cada uno podría relatar la historia a su manera. Miles de personas se mantienen de pie, desbordando veneración. Hacia las cuatro y cuarto se dibuja todo el cuerpo. Luego van apagándose una tras otra las luces de las nueve terrazas. En el último bordillo de arriba la luz parece dudar un instante si quedarse con nosotros o seguir su camino secular. Pero se va. No pregunto cómo se ha realizado el milagro. Cuanto más voy conociendo México se multiplican los instantes de sorpresa y exaltación. Los recibo como un don de los dioses, como un premio, y ni siquiera quiero saber cómo lo he merecido.
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