Estos días han visto la luz los informes de convergencia de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo. Estos documentos están siendo considerados como sumamente importantes para los nuevos países miembros de la UE deseosos de acceder a la Eurozona. En Bulgaria, país que, según las autoridades se encuentra firmemente decidido a respetar el compromiso de adoptar el euro, plasmado en su Tratado de Adhesión a la UE, las instituciones oficiales parecen resueltas a hacer cuanto sea indispensable por que el país acceda a la Eurozona.
En este contexto a los dos informes −el de la CE y el del BCE−- se les ha dedicado notable atención tanto por parte de los gobernantes como también por diferentes expertos, observadores, analistas y medios informativos. Los análisis y evaluaciones recogidos en los dos documentos y relativos a los problemas que Bulgaria afronta en su camino hacia el euro, han recibido interpretaciones dispares y las valoraciones han ido variando desde “no ha ocurrido nada en particular” hasta “las ambiciones búlgaras de acceder a la Eurozona han sufrido una bofetada”. La verdad, como siempre, hay que buscarla en un punto equidistante de estos dos extremos .Es que, pese a la conclusión de que Bulgaria no se encuentra preparada todavía para adoptar el euro, en los informes se señalan, al mismo tiempo, logros bastante alentadores y encomiables de Bulgaria, respecto a los cuales, otros países candidatos a acceder a la Eurozona sólo podrían soñar.
La conclusión básica en los informes, la de que el país no está listo para adoptar el euro, es tan estremecedora y acaparadora de la atención como también igualmente lógica y compartida por las propias autoridades búlgaras. Es que éstas están bien enteradas de que uno de los requisitos esenciales para ingresar en la Eurozona apunta, primero, a la adaptación de los mecanismos y disposiciones de cambio en la llamada “antesala “de la Eurozona, ERM II, o sea, Mecanismo Europeo de Cambio. Sin una permanencia durante varios años en este peculiar “purgatorio”, ningún país es capaz de tener la oportunidad de adoptar el euro y esto lo tienen bien claro todos los que están implicados en el asunto del euro: gobernantes, oposición, expertos y banqueros de Bulgaria. No por casualidad, Sofía ha declarado manifiestamente que hasta el final, el 30 de junio, de la Presidencia búlgara del Consejo de la UE, se propone presentar la candidatura de Bulgaria para su acceso al Mecanismo Europeo de Cambio, ERM II , y no hacerlo directamente para la Eurozona. Es decir, existe en esto una coincidencia plena de las posiciones y no hay ningún sensacionalismo. Donde no coinciden las ideas de las dos partes es en torno al tema del acceso a la Unión Bancaria. Desde Bruselas y Francfort insisten en que Bulgaria ingrese, primero, en la Unión Bancaria. Sofía, en cambio, se aferra a que, primero, Bulgaria acceda a ERMII y, luego, al día siguiente de ocurrir esto, se incorpore a la citada unión, tal y como lo ha explicado personalmente el primer ministro, Boiko Borisov.
De momento no hay coincidencia de criterios, lo cual significa que se ha producido un desfase con respecto a una de las exigencias fundamentales para el acceso a la Eurozona. Este hecho inevitablemente retrasará el avance de Bulgaria hacia el ansiado euro horizonte hasta que las posiciones sean sincronizadas.
Por lo demás, si nos fijamos en las cifras, veremos que Bulgaria ha cumplido, desde hace ya un buen rato, todos los criterios para el acceso tanto al Mecanismo Europeo de Cambio como a la propia Eurozona, relativos al estado de la deuda pública y del déficit presupuestario, a la estabilidad del tipo de cambio, a la estabilidad de los precios y de los tipos de interés a largo plazo, etc. Los ha cumplido todos excepto las exigencias, no escritas pero de suma importancia desde el punto de vista político, en lo tocante a la calidad de vida y a la corrupción. Sabiéndose que, en última instancia, el acceso de Bulgaria al euro es, ante todo, una decisión política, queda claro cuan importantes son estos criterios y cuan borroso se vuelve el destino del país en el camino hacia el euro con unos criterios que no tienen solamente una expresión numérica y que cada cual es capaz de interpretar como mejor le plazca.
Las autoridades en Sofía ya tienen la amarga experiencia del espacio Schengen al que Bulgaria no está siendo admitida, con argumentos políticos, desde hace casi un lustro, pese a haber cumplido todos los criterios objetivos y mensurables. Algo parecido se está observando ahora con respecto a la adopción del euro.
Justo es reconocer que Europa cuenta con gran número de razones para esperar más de Bulgaria en lo tocante al bienestar material de la población y el funcionamiento sin fisuras de los órganos de la legalidad y el sistema de Justicia. Sin embargo no son éstas cosas que, por una ley y reglas claras, puedan cambiar de la noche a la mañana. Es que se trata de sistemas complejos y contradictorios que se van reformando con lentitud y van perfeccionando y mejorando gradualmente sus adelantos. La supremacía de la ley y la prosperidad material no son cosas que Europa haya adoptado ni logrado en unos 10 o 20 años. Bulgaria también precisa de tiempo, lo importante es que vaya encarrilada por el camino correcto en la compañía de socios y aliados bienintencionados. Es esto precisamente lo que hace el país y ello consta muy bien en Bruselas,ya que desde allá están escudriñando y controlando cómo evolucionan los ámbitos de la administración de justicia, el respeto de las leyes, la lucha anticorrupción y los indicadores macroeconómicos principales. De momento, empero, el euro horizonte para Bulgaria parece alejarse con rumbo desconocido y por tiempo indefinido.
Versión en español por Mijail Mijailov
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